Ese evento lo hace recordar una experiencia similar, ocurrida en la misma casa en 1976 y de la que también fue testigo siendo niño y a poco de iniciada la dictadura militar en Argentina. Su primer asombro es cuando cae en la cuenta que una estructura criminal montada 35 años antes aún existe; y que las acciones y reacciones de la gente se sigan dando en el mismo patrón del miedo. Para aclararse y purgarse de los traumas que le han dejado las dos experiencias y de las huellas del miedo, decide escribir y con esa narrativa se construye una novela en la que el personaje se analiza y descubre íntimamente, al mismo tiempo que describe y descubre el crimen organizado.
Todos los días convivimos con situaciones que pueden ser inspiradoras de una novela como esta, pero: ¿quién nos ayuda a purgar nuestros traumas y borrar las huellas del miedo?, generacionalmente quedamos marcados de una u otra manera como sociedad y como personas ante la represión en su momento y ahora ante la delincuencia. Más allá de que la consulta del psicólogo, psiquiatra o grupo de apoyo nunca ha sido bien vista en nuestro medio y todo lo contrario, es usualmente vilipendiada o ridiculizada; muy pocos han tenido acceso a un tratamiento sistemático que propicie la recuperación y mantenimiento de una mínima salud mental.
Para abundar un poco en el tema, consulté un artículo titulado: "Análisis de la realidad contemporánea: Terrorismo de Estado. Consecuencias Sociales y Psicológicas", escrito por Carolina Manrique, para ubicar y contextualizar en espacio y tiempo el tema de la novela.
De este artículo extraigo los siguientes párrafos que me parecieron pertinentes para intentar entender qué es lo que ha podido pasar a quienes se han visto sometidos a estos hechos: “El terrorismo de Estado del ´76 tenía a la impunidad como uno de los elementos previstos para la ejecución de sus delitos, esta fue incorporada como coraza de los hechos y formaba parte del modus operandi de su conducta delictiva sistematizada. El gobierno (carente de legitimidad) basó gran parte de su dominio sobre toda la nación, en estos actos incalificablemente perversos, apoyados en la metodología represiva, cuya secuencia era: secuestro - desaparición - tortura. Los secuestros se caracterizaron por la total clandestinidad en que se producían; las personas eran secuestradas (y luego desaparecidas) mientras los organismos intervinientes negaban oficialmente toda responsabilidad. La metodología de los secuestros (como forma de detención) comenzaba con la inesperada irrupción de los grupos a cargo (las "patotas"), a altas horas de la noche o madrugada y generalmente en días cercanos al fin de semana (para asegurarse un lapso antes de que los familiares pudieran actuar). Así llevaban a cabo un despliegue que incluía cortes de electricidad en la zona, del tráfico, megáfonos y hasta a veces helicópteros, con el objetivo de intimidar y generar terror, para inmovilizar tanto a las víctimas como a todo el vecindario en su capacidad de respuesta ante la agresión”.
Una vez contrastada la novela con el artículo de un journal de Psicología, creo que es válida la presentación que de ella hace la contratapa del libro, y que dice: “Una misma noche es una novela de suspense que explora el rol de los ciudadanos enfrentados a las formas más brutales y secretas del poder. Y reflexiona sobre la intolerable conciencia de nuestra propia cobardía…”
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