Podemos estudiar su estructura y las interacciones entre sus “capas”, la interacción entre la corteza terrestre y las capas superiores del manto, el efecto de los movimientos del manto como motor del desplazamiento y deformación de las placas tectónicas. Se estudian los sismos y los procesos que los producen. Se analiza la probabilidad de que ocurran, se hacen mapas de riesgo, se estudia el daño que pueden causarnos según la respuesta del suelo en los lugares que habitamos.
Hasta aquí, lo que ocurra o deje de ocurrir en la superficie terrestre poco importa. Nada de lo que hagamos afectará la dinámica del núcleo, el movimiento de las placas tectónicas o el cambio de polaridad del campo magnético terrestre.
También podemos estudiar la parte más superficial de la corteza terrestre: una cascarita que es el campo de acción e impacto de los humanos. Allí construimos, cultivamos, de ahí extraemos todos nuestros recursos: lo que comemos, bebemos y vestimos, lo que usamos para construir, los minerales para fabricar instrumentos, etc. Es lo único que podemos contaminar o proteger. Aquí surgen temas controversiales como la gestión del agua, la minería, el uso del suelo, entre otros, que pueden manipularse hasta que la discusión final y los enfrentamientos terminen ocurriendo, por las razones equivocadas, en medio de una gran desinformación y con pocos progresos.
Mi discusión no tiene interés alguno en esta controversia. Lo que quiero es hacer notar que rara vez tenemos idea de lo que significa hacer estudios de geo-algo. Lo malo es que tampoco preguntamos y nos entregamos a la acusación fácil, el señalamiento y el chisme que, en el mejor de los casos, sólo contribuye a la desinformación; pero puede haber consecuencias más graves.
En el 2008, unos franceses (esos extranjeros que tanto satanizamos) realizaban estudios con financiamiento suizo en Alta Verapaz y Quiché. Los acompañé en parte de su campaña. Utilizamos un resistivímetro para obtener perfiles del suelo y buscar evidencias de fallamiento o alguna otra actividad tectónica. En 1985 hubo un sismo de magnitud 5.0 que causó dañó el 90% de los inmuebles de la ciudad de San Miguel Uspantán. Una de las preguntas que se quería responder era por qué un sismo leve podía causar tanta destrucción allí. También se cavaron algunas trincheras –cortes en el suelo– para observar los estratos y ver las cicatrices de sismos pasados. Entre otras cosas, se detectó la falla de Agua Blanca, se encontró la explicación a lo ocurrido en Uspantán, se comenzó a estudiar el sitio de “Los Chorros” –lugar de deslizamientos. Los resultados de ese entonces y de los años que siguieron pueden utilizarse para beneficio de las comunidades. Sin embargo, en varios lugares nos impidieron hacer los estudios porque “la tierra ya no iba a dar” y, una mañana, una geóloga francesa y yo fuimos atacadas a patadas en La Hacienda, Cunén, por el único hombre presente; los otros estaban en un evento con la Primera Dama en el poblado vecino. Quedó un morete que abarcaba medio muslo y tardó mucho en desaparecer, pero pudo ser peor. Una noche antes, alguien dijo que éramos mineros. No era cierto. Eso no importó. Una cosa llevó a la otra. De todos modos me pregunto, controversias aparte, si hubiera sido un estudio de minería, ¿merecería ser linchada? Creo que nadie merece tal cosa. Quiero creer que hay otras vías.
Volviendo al punto, la ignorancia nos hace prejuiciosos y es así como paramos pensando y diciendo lo que no es. Una cosa lleva a la otra. La Tierra seguirá existiendo cuando ya no estemos, tal como lo hacía antes de que apareciéramos. Su actividad geológica continuará aunque nos sigamos matando entre nosotros, hasta que se le acabe la energía y se enfríe. Nuestro paso es efímero pero es excitante entender lo que ocurre mientras estamos aquí, lo que ocurrió antes y lo que vendrá cuando hayamos desaparecido. Es parte de lo que nos hace humanos y puede contribuir a hacer que nuestra estancia en el planeta sea mejor para todos.
One thing leads to another, canción de la banda The Fixx, del album Reach the Beach (1983).
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