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Una biopsia reveladora

Queda muy claro que el accionar a nivel municipal de los liderazgos políticos no está guiado por una filiación ideológica sino por la capacidad de acumular territorio y defender los intereses de grupos oscuros.
La biopsia realizada ha revelado una realidad aterradora. Si el pacto de impunidad entre políticos, crimen organizado tradicional y sociedad no es roto, el próximo artículo probablemente haga referencia a una necropsia: Cuando la metástasis producto del crimen organizado se haga presente.
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Una biopsia reveladora

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Realizo con gusto este comentario sobre la detallada y fascinante pieza de investigación elaborada por el sitio informativo In Sight: Organized Crime in the Americas sobre la radiografía del crimen organizado enquistado en las estructuras políticas del departamento guatemalteco del Petén.

Los datos que hacen revelador a esta pieza provienen de la investigación titulada Grupos de Poder en Petén. No pretendo resumir ni repetir en este espacio la totalidad del artículo. Tampoco pretendo otorgarle un criterio de legitimad que sin embargo, lo tiene por la calidad y la seriedad de quienes les escriben (a quienes conozco en algún grado).  Me parece, sí, importante rescatar al menos dos aspectos medulares que flotan cual hilo conductor en todo este reporte: la primacía en el terreno conceptual y físico que siguen teniendo las redes locales de crimen organizado tradicional; y el poco análisis existente en la literatura guatemalteca al respecto de los grupos concretos que conforman el crimen organizado tradicional en el contexto local.

En cuanto a la escasa literatura sobre las estructuras locales, vale la pena mencionar lo siguiente: la investigación publicada en In Sight: Organized Crime in the Americas sumada a la trilogía de artículos aparecidos en el diario El Periódico escritos por José Rubén Zamora con énfasis en la figura deltenebroso cártel de los durmientes (El periódico, Julio 12, 2011) comienzan a desnudar una realidad racionalmente negada: la tipología del crimen organizado tradicional guatemalteco y su capacidad tejer redes de influencia al nivel político, económico y social. En un contexto donde la conversación del crimen organizado se ha zetaizado o mexicanizado levantando sentimientos de xenofobia contra mexicanos residentes en el país y turistas, tildándoles de ¨zetas¨, la realidad en el terreno es como todo en Guatemala: un problema de guatemaltecos antes que de la intromisión extranjera. (Lo mismo aplicaría por cierto, a la lógica de querer hacer de la CICIG y a la Comunidad Internacional los culpables de la ingobernabilidad del Estado). Pero volviendo al tema que nos interesa, un tercer hecho que hace interesante el reporte sobre el crimen organizado que opera en el Petén es el mencionar -con nombre y apellido- los actores políticos que sirven cual bisagras a los clanes del Crimen Organizado.  

En este sentido, los hallazgos del grupo anónimo de investigadores respaldados por Insight Crime refuerzan la concepción ya en su momento articulada por Castresana, la de dos tipos de crimen organizado que operan en el contexto de Guatemala:

1) la de sujetos privados que operan a manera de mafia para lograr espacios económicos, ganancias al margen de la ley y espacios políticos y

2) grupos típicamente denominados mafiosos que pueden ser locales y extranjeros cuyo interés es netamente económico y con un interés periférico en la influencia política.

En ambos casos, las tipologías de crimen organizado muestran comportamientos interesantes; sin embargo, yo quisiera destacar el siguiente: la captación y concentración de obras públicas para construir liderazgo político. En dicho contexto, el comportamiento de los agentes que sirven de ¨bisagras¨ para las estructuras del crimen organizado entrelazan la política municipal con los intereses de los actores oscuros. La metodología del estudio muestra la concentración de obras de carácter público a través de actores políticos que tienen membrecía en las alianzas políticas más importantes. El matrimonio con el crimen organizado y los políticos se sustentan en una no siempre clara relación de amor entre políticos con fuerte presencia territorial en distritos que históricamente han pertenecido a clanes del narcotráfico local. Según el estudio, ninguno de los 3 partidos con preferencia electoral en el país ( PP, UNE-GANA y LIDER) escapa a esta relación por demás sembiótica.

La determinación de dicha relación en el presente estudio fue llevada a cabo a través de la utilización de los sistemas de medición geográfica (GIS, por sus siglas en inglés) los cuales permiten cuantificar – entre otras muchas cosas- la acumulación de parcelas, fincas y concentraciones de tierra en general sobre una locación geográfica determinada. Basta entonces con determinar si la concentración de tierra particular se encuentra a nombre de alguno de los familiares de estas organizaciones o a nombres de testaferros que utilizan empresas vitrinas.  Con ello, no hace falta más que sumar estos resultados al análisis de la procedencia de personas que participan en los listados municipales y hacer el conteo de cuantas veces han representado al mismo partido.

Queda muy claro que el accionar a nivel municipal de los liderazgos políticos no está guiado por una filiación ideológica sino por la capacidad de acumular territorio y defender los intereses de grupos oscuros.

Una última conclusión del estudio ( no por ello menos importante) es reconocer que las elecciones del 2011 representan en el territorio del Petén una apuesta por seguir sosteniendo la primacía de los grupos tradicionales del crimen organizado frente al accionar del crimen organizado no tradicional ( Los Zetas) , quienes si bien es cierto son arribistas en el territorio, acarrean una extensa experiencia aprendida en el terreno mexicano sobre la forma entretejer redes de complicidad empresarial y política.

El estudio, es, entonces, una radiografía, enriquecedora, valiente y detallada de los procesos de corrupción institucionalizada que ocurren en uno de los territorios más pobres de Guatemala. Sin embargo la presencia del crimen organizado transforma dicho departamento en un terreno de pugna estratégica.  Esta radiografía de lo micro en efecto puede trasladarse a otras latitudes del país y de la región.

Creo no equivocarme al concluir este artículo afirmando que el crimen organizado es no la enfermedad sino el síntoma de un estado débil. No se trata, entonces, de una situación de policía, jueces y sociedad corrupta sino en la necesidad de montar un nuevo modelo político puesto que desde el momento en que el proceso electoral se encuentra privatizado, el costo se aumenta exponencialmente y a ningún actor político parece preocuparle el origen del financiamiento. Sin embargo, ningún actor político podrá argumentar que es ajeno a la influencia de organizaciones criminales.

La clave parece estar, entonces, en la carencia de controles y reglas claras del proceso electoral. Sancionar a partidos que superan el techo de campaña, sancionar seriamente a líderes políticos que albergan en sus filas a candidatos con pasado cuestionable (que cometen acciones delictivas) y sobre todo, poner en la mesa con seriedad la opción del financiamiento público a las campañas políticas podrían ser algunas de las medidas correctas.

La biopsia realizada ha revelado una realidad aterradora. Si el pacto de impunidad entre políticos, crimen organizado tradicional y sociedad no es roto, el próximo artículo probablemente haga referencia a una necropsia: Cuando la metástasis producto del crimen organizado se haga presente.


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