Hace un par de meses, en este espacio se presentaron tres escenarios sobre la posibilidad de una reforma migratoria integral en los Estados Unidos. Dada la dinámica de aquel momento y la energía de distintos grupos pro-inmigrantes, se contemplaban tres opciones bastante simplificadas, una de ellas optimista, otra más realista y una auto-derrotista: a) la adopción de una propuesta amplia del Senado por parte de la Cámara de Representantes mayoritariamente republicana; b) la negociación entre ambas Cámaras de una propuesta limitada pero razonable; y c) el rechazo por parte del ala republicana de cualquier intento migratorio.
Se asumía también que el momento era propicio debido a varios factores: la reelección de Obama con el abundante apoyo de la población hispana; una coalición de varios sectores clave que valoran tanto el propósito económico y humano de reformar el sistema, especialmente por parte de las cámaras empresariales con anuencia de los principales sindicatos del país; y el apoyo de una gran mayoría de la población estadounidense dispuesto a cambiar el sistema e incluso incorporar una vía hacia la llamada ciudadanía. Los principales obstáculos vislumbrados durante el verano eran básicamente la intransigencia de líderes republicanos en la casa de representantes quienes se oponen a una reforma compacta y su preferencia por una serie de leyes sueltas, sin ciudadanía.
Como suele suceder en las políticas públicas, una cosa es planificar con el concurso de los actores principales que tienen la capacidad y la voluntad de actuar para inducir cambios positivos en el sistema, y otra cosa son las distracciones y los elementos externos que pueden al final echar todo por la borda y alterar el resultado. De esta cuenta, poco se sabía sobre el tono tan beligerante que adoptaría Washington en la guerra civil siria antes de que el Congreso reiniciara labores.
La crisis humanitaria que allí ocurre de repente se ha convertido en un tema prioritario; no se sabe si para distraer al público de las consecuencias derivadas del espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional o la ruda negociación con los republicanos para evitar la paralización del gobierno al no establecerse una extensión presupuestaria que le permita operar a partir de octubre. Por lo anterior, pareciera que se agota el tiempo este año para una reforma tal y como se concibió (al menos no con la misma urgencia y propósito) a pesar de cierto compromiso del partido republicano de seguir trabajando en el tema.
Aunque no se reforme el sistema migratorio, creo que es necesario resaltar un logro invaluable del movimiento pro-inmigrante en los últimos diez años: el poder de organización y de movilización de los activistas jóvenes, los Dreamers o Soñadores.
Los Soñadores desafiaron al establishment del activismo tradicional que cree que el juego político se efectúa sólo entre expertos y legisladores. Demostraron que sin ser una fuerza electoral, son capaces de movilizar por medio de historias reales que conectan directamente con el público más escéptico. En comparación con otros movimientos sociales modernos en el mundo, insatisfechos ya sea con la democracia, la corrupción de las élites, la ineficiencia en los servicios públicos o la indignación con las clases dominantes, no sólo movilizaron sino que además lograron un cambio de política en agosto del 2012: que suspendieran la deportación de algunos indocumentados y se les otorgara una autorización de trabajo temporal por medio de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, o DACA por sus siglas en inglés.
Miles de mexicanos y centroamericanos se beneficiaron con el dictamen. En un año se procesaron más de medio millón de solicitudes DACA; 75 por ciento de las mismas fueron autorizadas, principalmente en California, Tejas y Nueva York. De los 29,000 guatemaltecos elegibles, 13,000 solicitudes fueron aceptadas. Si bien estos grupos representan menos del diez por ciento de los once millones de indocumentados, es un paso importante dentro del propósito más integral de garantizar que las familias permanezcan unidas.
El 8 de octubre se espera una concentración masiva en Washington para seguir presionando a los legisladores. Maltrecho, pero el sueño de millones sobrevive.
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