Aj Pop O’ Batz era para entonces el Aj Jolomná de toda la Tierra de Guerra (Cacique de caciques de la Provincia de Tezulutlán, posteriormente llamada Verapaz) y el Rey no era el rey sino su hijo, el joven príncipe Felipe II. Aj Pop O’ Batz iniciaba ese día una histórica visita a España acompañado por Fray Pedro de Angulo.
Casi dos siglos después, teniendo como tablado la desembocadura del Río de la Plata y las Cataratas del Iguazú, el rey de los guaraníes advirtió al Cardenal Altamirano que él —el Cacique—, era tan soberano como el rey de Portugal. El entramado: La disputa por la Colonia del Sacramento entre las monarquías europeas que se sentían amenazadas por el poder de la Iglesia. Los afectados últimos —sin derecho a opinar—, eran precisamente los guaraníes.
Atrás de Aj Pop O´Batz estaba el De Unico Vocationis Modo de Fray Bartolomé de Las Casas. Detrás de los guaraníes los jesuitas quienes, para la época, tenían una influencia enorme en todo el austral de Abya-Yala, Anahuac o Tewantisuyo. Tal parece, aquellos dominicos y jesuitas se adelantaron al Concilio Vaticano II y a la Doctrina Social de la Iglesia en cuatro y dos centurias respectivamente.
Pero los gobiernos actuales —que no los pueblos— de España y Portugal parecen no haber aprendido esas históricas lecciones. El 2 de julio recién pasado, por sospechas infundadas, prohibieron que el avión presidencial de Bolivia donde Evo Morales retornaba de Rusia sobrevolara su espacio aéreo. Supusieron que en la nave iba Edward Snowden.
El gobierno francés también está comprometido en la maquinación y los italianos, igualmente implicados, han dado muestras de haber reconocido su equivocación.
El avión donde se transportaba el único presidente indígena latinoamericano hubo de aterrizar de forma emergente en Viena porque su autonomía de vuelo era escasa. Y para poner la guinda al pastel, el embajador español allá pretendió comprobar si en el avión estaba escondido Snowden, ese personaje que trae de cabeza a los Estados Unidos de Norteamérica y a la mismísima Central de Inteligencia Americana. Creyeron ingenuamente que el exanalista de la CIA —villano para unos y héroe para otros— estaba oculto en la nave de la Fuerza Aérea Boliviana. Me pregunto: ¿De qué inteligencia hablan o presumen?
El presidente del Parlamento Europeo, Martín Schulz, calificó de “ridículo” e “inaceptable” lo hecho por esos cuatro países europeos y la Unión de Naciones Suramericana UNASUR rechazó lo actuado por dichos países. La ONU guardó un cómplice silencio y la OEA (por fin algo bueno), ha exigido a los europeos encartados rendir explicaciones.
No se trata entonces de socialismo versus imperialismo. Se trata de racismo. Y el agravio oprobioso e infame es hacia todo un Continente. Latinoamérica fue irrespetada.
Fuerza sobre razón. Y como si fuera poco, creyéndonos unos perfectos boquiabiertos, esos gobiernos califican ahora de injustas las acusaciones en su contra. Cínicamente solicitan no sobredimensionar el caso. ¡Claro!, para ellos, ¿por qué ahondar en un affaire donde el agraviado —así sea el Presidente de un país independiente— es un indígena latinoamericano?
Por supuesto, para taparle el ojo al macho, alguien tiene que pagar el pato o una porcioncita del pato. Y ya fue escogido: Es el embajador español Alberto Carnero de quien su gobierno ha dicho que lamenta la actuación de su representación en Viena.
Al parecer, Italia sí pidió disculpas a Bolivia y ha solicitado no ser ni siquiera mencionada en ninguna declaración de rechazo por el suceso. De ser así, bien por ellos.
En el entretanto, llama la atención que líderes de izquierda, particularmente en Centroamérica, hayan guardado —al mejor estilo de la ONU—, un compinche silencio. ¿Qué temen? ¿A quién le temen?
El mundo entero debe entender que para nosotros los latinoamericanos la época colonial es historia y que “Un Rey no se inclina ante otro rey”.
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