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Un país a medias, sin mujeres, no avanza

En un país como Guatemala, el tema de las mujeres no es un tema sólo de mujeres. Es un tema de país. Si hacemos la analogía del país con un barco, en donde solo una mitad puede remar, no sólo el barco no avanza, sino que da vueltas en círculos.
Mi abuelita, antes de morir, nos decía: “m’ijas, yo no sé por qué celebran tanto la liberación femenina. Ahora, aparte de cuidar a sus hijos, atender sus casas y sus maridos, tienen que trabajar”.
María Pacheco.
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Un país a medias, sin mujeres, no avanza

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Q300 por el parto si el bebé es niño; Q200 si es niña. Una forma muy clara de ver el valor de una mujer versus el de un hombre es lo que cobra una comadrona por asistir un nacimiento en algunas regiones del país. Nacer mujer en Guatemala, el país con la mayor inequidad de género en América Latina y una de las peores del mundo, implica menos acceso a educación, menores salarios y menos oportunidades de participar en política. Por eso, aunque suene obvio, no lo es: gran parte de la solución a los problemas del país está en empoderar a la otra mitad, a las mujeres.

Y esto es solo el principio.

Contrario a lo que a veces se piensa, los sueños de las mujeres rurales no son diferentes a los de las urbanas. Las mujeres madres que no tuvieron opciones quieren darle a sus hijos una mejor calidad de vida de la que ellas tuvieron, con acceso a educación y salud como sueño inicial. Y después, mejorar sus viviendas, mejorar su comunidad y aportar al país. Pero lo tienen un poco más difícil.

Me llamo María Pacheco, soy guatemalteca, tengo 48 años, soy esposa y madre de tres hijos y soy empresaria. Me fascina mi país. Me duele que una madre tenga que enterrar a un hijo por falta de alimentos.

Soy parte del equipo de Kiej de los Bosques y Comunidades de la Tierra, organizaciones que se dedican a desarrollar cadenas de valor nacionales e internacionales, que vinculan a comunidades rurales con mercados. Somos un equipo de 30 personas y bajo la marca Wakami estamos exportando a 18 países del mundo la producción de 16 empresas rurales de Guatemala, conformadas en un 90% por mujeres. El objetivo de nuestro trabajo es generar negocios incluyentes como una forma de lograr que la prosperidad llegue a todos los rincones de nuestro país. También formo parte de la directiva de Voces Vitales Guatemala y de Fundesa.

Hace un año estábamos en un evento de Voces Vitales Guatemala y el Departamento de Estado en Quetzaltenango, dando un taller del programa Pathways to Prosperity. Éramos como 10 mujeres de la Ciudad, y unas 120 mujeres del occidente del país. Las mujeres hablaban de la importancia de tener fuentes de ingresos, pues esto les permitiría lograr sus sueños. Lo interesante fue el almuerzo. Una joven empezó a contarnos su historia.

Nos contó cómo de pequeña, si quería ir a la escuela tenía que dejar el desayuno y todas las tareas de su casa hechas y cómo ella era la última en comer. Nos contó cómo cuando tuvo 10 años, le dijeron que tenía que dejar de estudiar, ya que como se iba a casar, no tenía sentido invertir en su educación. Nos contaba como cuando a escondidas de su papá, la mamá la ayudó a inscribirse en la escuela y al regresar a su casa encontró a su mamá moreteada y golpeada. Su hermana estaba sentada al lado, con lágrimas rodando en su cara y asintiendo con la cabeza diciendo “yo lo vi”. Esta joven nos contaba como ella quería estudiar, y ser ejemplo para sus otros cuatro hermanos y hermanas. Cuando el padre la vio tan insistente, le dijo que podía estudiar si ella se pagaba todos los gastos.

En medio de abusos y violencia intrafamiliar, logró continuar con sus estudios. Graduarse de bachiller para esta joven significó haber ido en contra de todos y de todas, a excepción de su mamá, que bien adentro sabía que la única forma de cambiar el futuro de su hija era si ella tenía acceso a la educación.

Luego, otra de las jóvenes contó una historia similar, pero con un extra. Ella se había tratado de suicidar a los 15 años, pues sentía que la familia y la comunidad en donde vivía, no le daban la oportunidad para que sus sueños se hicieran realidad. Su rol era claro, y era estar al servicio de su familia y su futuro esposo, sin importar lo que para ella fuera importante.

Nos contaba como ahora ella estaba feliz de aún tener vida. La vida estaba empezando a cambiar para ella, pues había iniciado una empresa y empezaba a tener su propio dinero –esto significaba poder tomar sus propias decisiones. A estas alturas, Connie de Paiz, presidenta de Vital Voices Guatemala, las otras 10 jóvenes de la mesa y yo estábamos llorando. No importada si veníamos de la ciudad o del campo, si habíamos ido a la universidad o soñábamos con ir a ésta, si éramos indígenas o ladinas, éramos mujeres, compartiendo una historia que nos tocaba el corazón a todas.

Y aunque pensar que la vida de las niñas y las mujeres en el campo es muy dura, también pensábamos que la vida de las mujeres en todo el país tiene su propia lucha. Cuando vemos que el porcentaje de congresistas mujeres es de sólo el 12%, que el porcentaje de mujeres alcaldesas es menor del 3%, que no hay ninguna mujer en la junta directiva de CACIF, y que la presencia de las mujeres en las cámaras es minoría, nos damos cuenta que el reto para las mujeres es gigantesco.

Sin embargo, en un país como Guatemala, el tema de las mujeres no es un tema sólo de mujeres. Es un tema de país. En Voces Vitales decimos que un país a medias no avanza. Si hacemos la analogía del país con un barco, en donde solo una mitad puede remar, no sólo el barco no avanza, sino que da vueltas en círculos. Lo positivo de esta situación, es que si bien tenemos problemas muy grandes en Guatemala, tenemos un 51% del potencial de país –las mujeres– que con oportunidades adecuadas, es muy poderoso para apoyar en la transformación de una realidad que pareciera abrumadora.

Si vemos dos de los problemas gigantescos que tiene el país –la desnutrición y la falta de educación–, nos damos cuenta que la solución a estos problemas tiene todo que ver con las mujeres, que son las mamás de estos niños. Por mi experiencia en el área rural, cuando una mujer tiene una oportunidad de capacitación y de generación de ingresos, el impacto se ve directamente en sus hijos y en su hogar. Se ve cómo automáticamente empieza a disminuir la desnutrición, y aumentar la escolaridad, especialmente en las niñas. Y se ve como estas mujeres con estas oportunidades, empiezan a soñar que otras mujeres de su comunidad también las tengan.

En un estudio piloto que hicimos con Kiej y Comunidades de la Tierra en Totonicapán y Pochuta, cuando las mujeres montaron una empresa, se volvieron parte de una cadena de exportación y tuvieron una fuente de ingresos, el porcentaje de niños con peso bajo disminuyó de un 50% a un 30% en un año. La talla baja, más difícil de recuperar, disminuyó de un 86% a un 64%. Y la escolaridad de niños y niñas de 5 a 18 años subió a 92%. Como dice doña Olegaria Xic Reyes, una mujer empresaria de Totonicapán: “por mi nivel de estudios, no puedo ser presidenta ni diputada (aunque esto está por verse), pero con mi esfuerzo, también estoy contribuyendo a Guatemala”.

Cuando uno ve esto en las comunidades, queda muy claro que las mujeres son un agente de cambio fundamental.

Cualquier oportunidad y beneficio que tengan, va como una intravenosa a sus hijos. Por esto las organizaciones que trabajamos con mujeres, todas estamos de acuerdo en este punto: las mujeres son gran parte de la solución.

“¿M’ijas, por qué celebran tanto la liberación femenina?”

Quiero contar una historia y hacer las reflexiones finales. Mi abuelita, antes de morir, nos decía: “m’ijas, yo no sé por qué celebran tanto la liberación femenina. Ahora, aparte de cuidar a sus hijos, atender sus casas y sus maridos, tienen que trabajar”.

Hay días que con mi prima y socia, Queta Rodríguez, nos recordamos de mi abuelita. Y son esos días en que todo se nos complica y sentimos que ni logramos ser buenas empresarias ni logramos cuidar bien a nuestros hijos, nuestro esposo y nuestra familia. A veces siento que hay tanto qué hacer y que no lo puedo hacer todo. Sin embargo, el escuchar me recuerdo de una frase: “las mujeres (y las personas) en general no podemos tenerlo todo, pero sí podemos tener lo que queremos”, que dijo una mujer como la gerente general de la tienda Ann Taylor Loft. Estas palabras ayudan en esos días en que tengo qué escoger entre almorzar con mis papás, ir a un evento de Voces Vitales, llevar a mi hijo a jugar fut o ir a una comunidad –esos días en donde las horas no alcanzan y la culpa sobra. Sin embargo, hay días diferentes –días en que como doña Olegaria, sentimos que también estamos contribuyendo a Guatemala.

¿Cómo decidí trabajar en esto?

Yo soy bióloga, con una maestría en agricultura. A mi me fascinaba trabajar con comunidades, recuperando eco-sistemas, sembrando árboles y cultivando vegetales orgánicos. Sin embargo, las comunidades, especialmente las mujeres me decían: “María, lo que realmente necesitamos son fuentes de ingresos. Si podés vender lo que hacemos, el resto lo podemos hacer nosotros”.

Cómo bióloga, esta petición me sacaba de mi zona de confort. Sin embargo, esta petición de las comunidades rurales se convirtió en mi quehacer y ahora en el quehacer de nuestro grupo.

Empecé trabajando con amigos una cadena forestal en Sacalá Las Lomas y una industria de fibras en Jocotán, luego de declarada la hambruna. Al inicio, el trabajo era un hobby, luego pedí ayuda a amigos (Isabel de Méndez y Ricky López) para hacer partes que no podía hacer. Un día llegó la cooperación de las oenegés holandesas Hivos e ICCO y le pareció fascinante lo que estábamos haciendo, y nos dijeron si queríamos aplicar a un proyecto.

Yo me recuerdo pensando dentro de mí: “por qué alguien quiera darnos dinero para hacer nuestros sueños realidad”. Me parecía increíble esta idea. Este primer apoyo de estas organizaciones nos permitió crecer, dedicarle todo el tiempo a esto y llegar a muchas más comunidades. Abrimos un fideicomiso para que el banco administrara el dinero, pues no teníamos ni empresa, ni oenegé. Y trabajamos como proyecto unos 8 años, hasta que un día me dice Víctor Escobar, que me apoyaba en el proyecto: “María, ya Sacalá y Jocotán tienen sus empresas, y usted, no tiene nada”. Sin más, ese día, decidí iniciar Kiej de los Bosques –como una empresa que se iba a dedicar a vincular a comunidades rurales con mercados.

Un día se sumó Queta, mi prima, otro día se sumaron Hugo Cabrera y Ligia Chinchilla como socios. Yo me sentía feliz, pues en el trabajo que hacía, no solo quería gente que trabajara para mí, sino que también pensara conmigo, pues no había camino trazado. Luego decidimos separar las actividades de capacitación de la dinámica de mercado, y es así como fundamos la oenegé Comunidades de la Tierra como parte del Grupo. La empresa Kiej desarrollaría productos y mercados y Comunidades de la Tierra formaría empresas rurales y otras herramientas de desarrollo para las comunidades.

Viendo para atrás, creo que lo más importante ha sido el sueño –el sueño de vivir en un país con prosperidad para todos en una tierra armónica. Fundamental han sido mis socios, cada uno con un talento único que fortalece el todo, y un equipo de trabajo que comparte el sueño colectivo. Lo otro importante es no darse por vencido. El resto, hacer lo que haya que hacer para que el sueño se haga realidad y eso significan muchas cosas: sacrificios, meses sin salarios, noches enteras pensando.

Sin embargo, cuando mis hijos me hicieron la tarjeta del día de la madre este año, todo hizo sentido: “gracias Mami por apoyarnos a nosotros y a muchas otras mujeres de Guate en cumplir los sueños, gracias por hacer un mejor país”.

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Quiero concluir con algunos puntos que he aprendido junto a otras mujeres:

  1. Las mujeres no lo pueden tener todo, pero si deberían de tener la oportunidad de decidir qué quieren. Cuando a una niña no se le permite estudiar, es decidir por ella. Es quitarle la oportunidad de poder escoger. Cuando a una mujer se le ha enseñado que su único rol es ser madre y cuidar la casa, es decidir por ella. Cuando a una mujer le dicen que no puede ser parte de espacios de toma de decisiones, es que otros decidan por todas.
  2. Las mujeres, en general, tienen mucha facilidad para conectarse entre ellas. Creo que el hecho de poder dar vida, les da una perspectiva única, en donde en la mayoría de los casos, van a luchar por proteger y cuidar esa vida. Esto las hace actores fundamentales en países como Guatemala, que después de una guerra están urgidos de reconciliación. Las mujeres, en estos casos, representan un punto de encuentro, en donde la prioridad es construir una Guatemala en donde los niños y niñas tengan acceso a la salud y la educación como punto de partida.
  3. No hay forma de resolver el mayor problema del país –49% de desnutrición – si no se ve a las mujeres como el agente de cambio más importante. Lo que las hace tan fundamentales es que su mayor objetivo, su mayor sueño son sus hijos. Quién más que una mamá para velar por el bienestar de sus hijos. Mientras más mamás estén empoderadas, educadas e informadas, más va a avanzar el país.
  4. El tener acceso a fuentes de ingresos es un paso fundamental para empoderar a una mujer. Qué tanto quiere trabajar y qué tanto quiere dedicarse a su hogar es decisión personal. Lo que no se vale, es no tener la opción. Y es aquí en donde quiero tocar a los mercados:

Los mercados que valoran a las culturas ancestrales, recuperan los ecosistemas y son incluyentes son los mercados más importantes para transformar el país. Una prosperidad que le da oportunidad a mujeres en los lugares más remotos de Guatemala, es una prosperidad incluyente. Es esa la prosperidad que transforma nuestro país. Generar las condiciones para que esto suceda es tarea de todos y de todas. Mientras esto no suceda, es difícil avanzar sosteniblemente.

  1. Es importante tener a mujeres en espacios de toma de decisiones, ya que esto hace que esos espacios generen mejores resultados. Esto se debe a que las mujeres tienen una forma diferente y complementaria de ver las cosas. En el Foro Económico Mundial en Perú presentaron un estudio en donde mostraron cómo empresas que tienen equipos con líderes tanto hombres como mujeres, son equipos que generalmente logran ser más eficientes para resolver problemas.
  2. Quiero agregar que no todos los temas del país tienen que ver con género. Hay otros temas fundamentales como la discriminación, que en el caso de las mujeres indígenas es doble. Por eso cuando los sistemas de Guatemala logren llegar a esas mujeres rurales, quiere decir que ya es un país no sólo incluyente en aspectos de género, sino también de étnico-culturales. Si utilizamos nuevamente la analogía del barco, un barco en donde todos reman, porque todos y todas tienen oportunidades por igual, es un barco que avanza rápidamente, en línea recta, y ya no en círculos, hacia su destino.

Un país a medias no avanza.

 

*María Pacheco (Ciudad de Guatemala, 1965) es bióloga especializada en agricultura. Es fundadora de la empresa Kiej de los Bosques y la oenegé Comunidades de la Tierra. Es parte de Voces Vitales Guatemala y de Fundesa, así como Fellow de la Central American Leadership Initiative del Aspen Institute. Su esposo es Flavio y sus hijos son Stefani, Ana Gabriela y Nicolás. Su nahual es Kej y como tal le fascinan los bosques y la naturaleza, y todo lo que parte de la comunidad. Está enamorada de Guatemala.

**El título de la serie "Mi habitación propia" es una adaptación del ensayo de Virginia Wolff sobre el esfuerzo de la mujer para obtener su independencia, su propio espacio y su propia voz. 

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