La niñez dentro de nuestra sociedad global es el sector más vulnerable debido a los riesgos y peligros a los que es sometida. Los niños y en especial las niñas por lo general no tiene voz que los defienda y por lo mismo sus derechos y libertades son violadas contantemente. En países subdesarrollados, el paternalismo, machismo y la misoginia son el statu quo y por lo mismo las niñas son vistas de menos y consideradas como una carga para la sociedad. Por lo que las niñas se convierten en victimas de la trata, violencia, explotación y discriminación. Principalmente vemos este tipo de comportamiento acompañado de acciones delictivas en contra de la mujer en países de Latinoamérica, África, el Medio Oriente y Asia. Tal como expuse en mis columnas anteriores, la India es uno de los países más violentos en contra de la mujer, las niñas jóvenes y adultas viven en constante peligro de sufrir un ataque físico, sexual o emocional.
Naciones Unidas declaró el año pasado que la India es el país más peligroso del mundo para ser mujer. La sociedad en este país considera que las mujeres son una carga, percepción que es alimentada por siglos de historia y tradición. Específicamente la tradición de la famoso dote matrimonial, en donde la familia de la novia le debe pagar a la familia del novio cierta cantidad ya sea en oro, dinero, joyas u otra fuente para que éste se case con ella. La dote matrimonial se convierte en una verdadera carga económica, especialmente en familias de pocos recursos, por lo que las familias consideran tener hijos hombre una fortuna y tener hijas el completo opuesto. Esta tradición fomenta una violencia sistemática en contra de la mujer, ya sea a través del feticidio o los asesinatos de dote. El feticidio ocurre cuando la madre aborta el feto por su genero femenino, en la India se registran medio millón de feticidios al año. Según las Naciones Unidas, solo en el 2010 se reportaron más de 7,000 asesinatos de dote y se reportaron 100,000 casos de violencia en contra de la mujer a manos de sus esposos y padres.
La India pinta un panorama tétrico para el desarrollo pleno y saludable de las niñas, sin embargo en medio de este infierno de violencia existe un santuario en un pueblo llamado Dharhara. En Dharhara una joven vestida para su boda abraza y besa a un árbol y oficialmente se casa con él y al día siguiente se casa con el que será su esposo, una tradición que nos parecerá extraña a muchos. Sin embargo, el simbolismo de casarse con el árbol nos cuenta la historia de este pueblo lleno de árboles de mango. El árbol con el que se casa la joven es uno de los árboles que su padre plantó al ella nacer y los frutos del mismo han sido su sustento económico. El árbol en esta ocasión no es una figura marital sino que es el guardián que la protege y la protegerá a ella y a sus futuras generaciones. Dharhara es un pueblo tranquilo en el distrito de Bihar, que se caracteriza por los niveles elevados de violencia en contra de la mujer. Sin embargo Dharhara es un pequeño oasis de mangos y paz en medio de toda la violencia, en donde la tolerancia y la equidad sobresalen en un sistema de castas.
La tradición en este pueblo es que cada vez que nace una niña, el padre siembra diez árboles de mango, que le servirán de sustento económico por el resto de su vida. A diferencia del resto de la India, en Dharhara el nacimiento de una niña es motivo de celebración por lo que todo el pueblo se reúne y conmemoran el nacimiento con canciones y rezos. Los frutos de los árboles son propiedad de las niñas por lo que con ellos pueden pagar sus estudios y sus familias el infame dote matrimonial. Al convertirse en adultas, los mismos arboles les sirven para mantener a sus familias y a futuras generaciones. El pueblo no discrimina a familias de bajos recursos como lo señala el sistema de castas del país, ya que todos pueden sembrar arboles en donde haya tierra disponible. Dharhra es de los pocos lugares en la India en donde no se ha reportado ningún feticidio ni asesinato de dote, por lo mismo no existen incidencias de violencia en contra de la mujer. Los árboles no sólo han protegido a las niñas del lugar si no que también han mejorado el medio ambiente y la economía del mismo. Dharhara es una inspiración para el resto del país y del mundo y se ha convertido para muchas mujeres de la India, en el oasis que siempre han anhelado.
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