Por un lado, los programas de protección social, como el de transferencias condicionadas en efectivo o el de distribución de bolsas de víveres, la principal herencia del gobierno anterior, son la única política social del gobierno del PP. Sin embargo, ahora estos programas se pervierten cada vez más, maltrechos y minados por la politización o el clientelismo extremos o por la escasa o nula efectividad como la que sufre el programa Hambre Cero.
Por otro lado, aunque intentaron acertar impulsando la propuesta de reforma fiscal integral que propuso en 2008 el Grupo Promotor del Diálogo Fiscal, solo lograron en el Congreso la aprobación de la legislación para el componente tributario y abandonaron los componentes de calidad y transparencia del gasto público. Y peor aún, la reforma tributaria aprobada está sufriendo mutilaciones y retrocesos no por las acciones del sector privado a través de la Corte de Constitucionalidad, sino por el propio Ejecutivo.
Y en vez de aplicar correctamente la reforma tributaria o combatir efectivamente el contrabando, el empeño del Ejecutivo se centró en desbaratar completamente la política de endeudamiento público con el tropiezo de los bonos, su intento de trampa más reciente. Con la torpeza de pretender más bonos para pagar la deuda flotante condenaron su política de inversión pública en infraestructura a las mismas prácticas espurias e ilegales de los últimos gobiernos, pero con una bola de nieve cada vez más grande y peligrosa.
Y es que su apetito enloquecido y voraz por los bonos contrastó dramáticamente con el recuerdo de cómo los patriotas vociferaron y se rasgaron las vestiduras por el endeudamiento que se requirió en 2009, el peor año de la crisis económica mundial. Sin embargo, ahora hicieron el ridículo con los bonos al apostar a niveles mayores de deuda, pero para fines espurios e ilegales, no para atajar el efecto de una crisis.
Dijeron que este 2013 sería el “año de la transparencia”, pero lamentablemente ha quedado como el año en el que suprimieron el Fonapaz para sustituirlo por una copia peor, a la usanza de los gastos confidenciales de la Presidencia. Inconsistencias similares plagan la política de seguridad ciudadana, la cual no es muy distinta a la de los gobiernos anteriores, con estados de sitio en las zonas del país controladas por el crimen organizado.
Incluso, para la que es la prioridad central y número uno de esta administración, es decir el cuido de la imagen de Otto Pérez y Roxana Baldetti, no pasan de copiar mal. Criticaron programas de gobiernos anteriores, incluso por copiar el Aló Presidente de Chávez, pero derrochan millones en tonteras vergonzosas como De frente con el presidente y Entre nos, el talk show de la vicepresidenta. Ridículo, inefectivo y oneroso (“¡aquí están sus impuestos!”, dice). ¿Tan ciegos estarán como para no darse cuenta de que ofende en vez de recuperar simpatía por ella?
Y como ellos copiaron, también otros copian, cada vez peor. Sus acciones cuando estuvieron en la oposición, como los megáfonos o el abuso de las interpelaciones, las sufren corregidas y aumentadas por una oposición que aprendió la lección de cómo copiar mal. Se quejan y lloriquean porque están sufriendo lo que otros aprendieron a copiarles a ellos.
Y así las cosas, no es para sentir optimismo cuando se analizan temas álgidos de la agenda de mediano plazo como el presupuesto para 2014 o la megaestafa del canal interoceánico. ¿Qué puede esperar uno de un copión tramposo?
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