Truquillos sobre el genocidio

El primero es rebatir –con el afán de aportar algo más sobre lo dicho por Falla– el argumento negacionista que se basa en dos premisas: una es que “todos los indígenas eran guerrilleros (y no civiles desarmados) del EGP y por eso las masacres fueron en sus territorios”, y que no puede ser genocidio porque “se mataron entre indígenas, o entre todos” (OPM y Cacif).

Que el Estado considere a un grupo de personas, por su pertenencia étnica, como guerrilleros, como enemigos del Estado, y quiera eliminarlos (total o parcialmente) –como reconoció el presidente Pérez Molina a la embajada de EEUU en 2007–, eso es genocidio. Eso ocurrió con los ixiles y muchos otros grupos mayas. Que era “porque eran todos la base del EGP y las masacres eran sólo en sus territorios” es una mentira. Las masacres en las Verapaces, Sololá y otros lugares evidencian que fue parejo.

Además, si algunos pueblos indígenas tenían alguna simpatía por las guerrillas, ¿qué? Simpatía no es lo mismo que militancia armada y una simpatía podría haber merecido, a lo sumo, la prisión. ¿Pero justificaba eso una respuesta estatal genocida –vía masacres o vía acoso hasta que murieran de hambre, frío y enfermedades en la montaña–? En América Latina en los ochentas esta fue la respuesta sólo en un lugar: en el brutal régimen finquero-militar de Guatemala. Ah –y esto lo odia nuestra élite– esta contrainsurgencia nos equipara a otras experiencias infernales mundiales, “indignas”, “apestosas”, “sucias”, “con las que no nos gusta compartir oficinas de la ONU”, como Cambodia, Ruanda, Yugoslavia, Congo y otras elegancias.

Si miles de indígenas fueron soldados o los paramilitares que ejecutaron las atrocidades, si estuvieron presentes indígenas entre los agentes estatales, es porque en su mayoría fueron obligados por la institución ladina por antonomasia en Guatemala: el ejército, y por los dueños de la finca, los blancos.

Que 30 años después existan estos juicios, con todas las garantías para los defendidos, es un paso hacia la civilización. En vez de venganzas, en vez de secesiones, mayas, mestizos y blancos guatemaltecas y guatemaltecos, fuera y dentro de nuestro maltrecho Estado, con las carencias y las cualidades e lusiones que tenemos, estamos dándole una lección al país y al mundo, y estamos reescribiendo la historia.

* Publicado en elPeriódico, 2 de abril.