La primera masacre desde la paz es un parteaguas para el gobierno de Otto Pérez, que decidió mantener a sus ministros de Defensa y Exteriores, y hacerse el avestruz. Ojalá que el MP, el Inacif y los jueces sigan investigando para darnos toda la verdad y la justicia.
Sobre el segundo terremoto, el literal, contrario a lo que se piensa, hay noticias: los terremotos no matan gente, como tampoco las tormentas ni los huracanes. Lo que mata gente cuando suceden estas inclemencias de la...
La primera masacre desde la paz es un parteaguas para el gobierno de Otto Pérez, que decidió mantener a sus ministros de Defensa y Exteriores, y hacerse el avestruz. Ojalá que el MP, el Inacif y los jueces sigan investigando para darnos toda la verdad y la justicia.
Sobre el segundo terremoto, el literal, contrario a lo que se piensa, hay noticias: los terremotos no matan gente, como tampoco las tormentas ni los huracanes. Lo que mata gente cuando suceden estas inclemencias de la naturaleza es la pobreza y la irresponsabilidad de las sociedades y Estados. El ejemplo: los terremotos de Haití y Chile, con el segundo más fuerte (9.0 y 7.3) pero con menos daños en vidas y en infraestructura.
Guatemala no es uno de los diez países más vulnerables por la mala suerte de vivir en montañas o junto al Caribe. Es porque somos uno de los diez países más desiguales y la gente tiene que buscar un lugar para vivir hasta en el último barranco o cima. Esa desigualdad de la dignidad (y no la geografía) también hace que seamos tan fértiles para el crimen organizado. Como denunció el IARNA de la URL, muchas grandes empresas continúan haciendo añicos los recursos naturales (árboles, agua, subsuelo) (y la dignidad) con la complicidad del gobierno –que además quitó la prohibición de transportar de noche madera (casi siempre ilegal). Petén ya no es una selva: es una gran finca.
Todo apunta a otro terremoto. Aunque los guatemaltecos sacamos lo más solidario de nosotros con las catástrofes que permitimos a la naturaleza, esto dura poco, pues no queremos pagar impuestos, no pagamos buenos salarios o prestaciones, no hacemos voluntariados y la política la usamos para hacer negocios.
Tenemos que dar a nuestros políticos y funcionarios más permisos para agilizar fondos para la reconstrucción, aunque Comunicaciones, Fonapaz y Defensa sean los desagües de la transparencia. El trabajo de ciudadanos, algunos diputados, algunos medios, el MP y jueces será fundamental para meter en la cárcel a cualquiera que robe fondos públicos. Cada terremoto trae cambios sociales: Los unionistas reformistas de los veinte tras 1917 y los primeros reformistas y luego arrinconados y revolucionarios tras 1976. Y a nuestra sociedad le caerá bien una dosis de reformismo. Esta estructura económica miope y esta corrupta descarada en los asuntos públicos resultan anacrónicas para este siglo.
* Publicado en elPeriódico, 13 de noviembre
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