Calvario que inicia con la desaparición, la falta de noticias y la espera eterna de encontrarse con el cuerpo físico del ser querido arrebatado del hogar.
Ese drama, ahora enfrentado por la familia de Cristina, ha generado un movimiento social importante de apoyo solidario y de ejemplo de lucha y de tenacidad en la búsqueda de justicia. Justicia que pasa por la aparición de Cristina y el retorno al seno del hogar de sus abuelos maternos, de los dos hijos de la joven desaparecida.
En esa lucha tenaz ha jugado un papel central los padres y familia inmediata de Cristina, así como el núcleo de amistades de ella y la familia. A ambos grupos de acción, se ha incorporado desde el momento en que lo solicitó la familia, el equipo de la Fundación Sobrevivientes, encabezado por su directora Norma Angélica Cruz.
En las 28 semanas transcurridas, los pasos en el proceso de investigación y persecución penal han puesto al descubierto parte de las redes de impunidad enquistadas en el sistema de justicia. Redes que lo mismo patrocinan diligencias con paso de tortuga, que sostienen la fuga de datos o el impulso de campañas de desinformación y calumnia.
Al amparo del accionar de estas redes de impunidad, Roberto Barreda de León, esposo de Cristina y sospechoso de ser responsable de su desaparición y probable asesinato, ha podido seguir prófugo de la justicia. Para lograr este nivel de impunidad, Barreda de León ha contado con el auspicio de grupos y redes cercanas a su entorno familiar y social, a fin de obtener documentos de identidad, falsos, tanto para él como para sus niños.
Alcanzar ese grado de conocimiento sobre los hechos y el accionar de las redes, solo ha sido posible por la tenaz actividad de la misma familia de Cristina y la paciente y sabia compañía de Norma Cruz y la Fundación Sobrevivientes.
Pero los avances en las investigaciones sobre el hecho en particular no son el único logro de este doloroso caso. En su caminar para reclamar justicia, el grupo que ha promovido el alzamiento de las voces, ha sembrado una semilla más para concientizar sobre la situación de violencia que enfrentan muchas mujeres en el seno del hogar. Esa violencia que se ha mantenido casi siempre en la intimidad de la casa –porque no se denuncia, no porque los vecinos no se percaten de ella– y representa una de las principales razones de riesgo para las mujeres en Guatemala.
El esfuerzo por conocer el paradero de Cristina y el rescate de sus hijos, no es una tarea aislada que beneficiaría a un núcleo familiar. El éxito en la empresa asumida ha de ser también un logro para esta sociedad acostumbrada a volver la cara cuando ve la agresión contra una mujer por su condición de tal.
De esa cuenta, es necesario que cada persona que objeta la violencia contra la mujer, tanto dentro como fuera del hogar, alce su voz y la una al grupo que reclama justicia por Cristina. Con ese acto, no solo reflejará apoyo solidario a una familia o a una persona, sino que contribuirá a construir un muro de protección contra esta práctica del horror. Y en esa tarea, ninguna autoridad puede permitirse el lujo de abandonar sus obligaciones. Significa que, en materia de investigación, ninguna diligencia puede quedar sin realizarse ni ser conducida con lentitud perversa. Significa también que, lejos de revictimizar a la familia o querellantes en el proceso, mediante acciones de intimidación o campañas de difamación, las autoridades investiguen, procesen la información y persigan a quienes dentro y fuera del aparato de Estado, procuran impunidad por estos crímenes.
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