Pero sí recios en cuanto a la volatilidad y a los efectos sorpresa de la actual administración en la conducción de sus asuntos domésticos y particularmente internacionales, con resultados impredecibles e incluso violentos. Prueba de ello fue el asesinato del prominente líder de las fuerzas iraníes Qasem Soleimani en los primeros albores del año sin el conocimiento del Congreso e incitando la esperada reacción del Gobierno iraní al bombardear bases iraquíes con tropas estadounidenses. Sin la acción bélica iniciada por Estados Unidos, los iraníes no habrían contraatacado ni lanzado por error un misil contra un avión comercial ucraniano ni provocado la muerte —a todas luces condenable— de más de un centenar de civiles.
Si bien Irán y aliados amenazan constantemente los intereses estadounidenses en la región, el momento del asesinato de Soleimani es cuestionable. Uno de sus fines puede ser desviar la atención y dilatar la acción por parte del Senado sobre la continuación del juicio político contra el mandatario estadounidense por abuso de poder y obstrucción del Congreso en el caso de la investigación solicitada por Trump al presidente de Ucrania sobre el candidato presidencial Joe Biden. Aunque, como diría la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, gane quien gane, el presidente está enjuiciado de por vida.
A primera vista, pareciera que las acciones de esta administración no tienen pies ni cabeza, ante todo porque decisiones críticas que van desde el despido o nombramiento de personal de la Casa Blanca hasta el asesinato de un militar de alto rango se anuncian por las redes sociales. El presidente pareciera encarnar la filosofía del señor Kim de la aclamada película coreana Parásito, quien, después de una serie de hechos inusitados para él y su familia, termina concluyendo que el mejor plan es no tener plan porque al final, pase lo que pase, a nadie le importa.
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Algo hay de cierto. Sin embargo, las acciones de esta administración van en la línea de las promesas trazadas desde su asunción hace casi tres años y que, en medio de todo, se han ido cumpliendo, ya sea gracias al legado de su predecesor o porque ha ido construyendo sobre lo antes edificado: una economía fuerte, bajo desempleo, políticas antiinmigratorias disuasivas y su campaña de reducción de tarifas arancelarias que benefician al comercio estadounidense, particularmente con China. Y si a esto añadimos la creación de una crisis regional para lucir ante la opinión pública como un líder asertivo contra el llamado terrorismo internacional, la doctrina trumpiana parece estar funcionando.
Como explican algunos reporteros en el podcast Trump, Inc., sobre la familia Trump, buena parte del éxito de la familia ha consistido en servirse de los demás y en conocer el sistema legal de tal forma que no rinden cuentas por procedimientos cuestionables. Por un lado, han hecho fortuna a costa de los contribuyentes y los programas de gobierno o evadiendo impuestos. Por el otro, Trump ha sabido manejar el sistema de justicia por medio de dinero y de relacionamientos para mantenerse alejado de responder por sus actos, lo cual lo ha empoderado para romper reglas y normas para su beneficio.
Pero si algo nos recuerda la novela de Vargas Llosa es cómo los entramados del poder real y una lectura intencionalmente equivocada del entorno sofocan cualquier intento de construir democracias fuertes y legítimas. En el caso de la Guatemala de mediados del siglo XX, los intereses comerciales de la United Fruit Company asociados con los intereses estratégicos estadounidenses en plena Guerra Fría interrumpieron un proyecto de nación moderno y prometedor. En el caso de los Estados Unidos de inicios de este siglo, los intereses puramente empresariales de Trump y allegados y su afán por una disminución del Gobierno en esferas que no sean meramente de seguridad, justicia y defensa nacional amenazan con erosionar las instituciones democráticas de este país.
Con tantas brasas en el fuego, en medio de un proceso electoral y de la incertidumbre sobre la crisis desatada en Medio Oriente, se avecinan tiempos recios en este aparentemente sosegado país.
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