Dos engendros del mal ingresaron a la escuela San Juan de la Asunción y uno de ellos, machete en mano, violó y degolló a una niña de 8 años y decapitó parcialmente a un varoncito de 13 quien, haciendo honor a su condición de varón, murió defendiendo a una compañerita que logró escapar de los asesinos.
La venganza no se hizo esperar. En el patio mismo de la escuela, vecinos enfurecidos coparon a los asesinos y al supuesto violador lo quemaron vivo. El otro logró escapar.
¿Cómo pudo suceder semejante infamia si hubo más que anuncios premonitorios de los hechos consumados el 12 de septiembre? Días antes el principal ejecutor —un conocido alcohólico y drogadicto—, llegó a la escuela para insultar a maestras y alumnos. Antes de irse, defecó sobre una silla. Según la Directora del plantel, la Policía supo del hecho “y le llamaron la atención”. Indudablemente, la conducta de este individuo desnudaba a cabalidad los rasgos clínicos de un psicótico. Según la opinión del psiquiatra Ricardo Peláez, muy posiblemente se trataba de un esquizofrénico.
De acuerdo al reportaje de los periodistas Eduardo Sam y Angel M. Tax (Prensa Libre, 13 de septiembre 2012), “una vecina llamó a la Policía Nacional Civil pero respondieron que no tenían gasolina para viajar”. La misma vecina dijo a los reporteros: “Les ofrecimos taxi y tampoco llegaron”. Dicha crónica, excelentemente estructurada, establece que la carnificina sucedió entre las 07:20 y las 08:05 horas. Cuarenta y cinco minutos de terror durante los cuales las niñas y niños de la Escuela San Juan de la Asunción perdieron para siempre la inocencia. A más de la violación y los brutales asesinatos observaron la golpiza e inmediata quema del supuesto hechor.
No habrá psicólogo, no habrá psiquiatra que los haga retornar a la inocencia que tenían el día 11. Pero el Estado, ese Estado nuestro que celebra con bombos y chinchines la independencia (¿?) y gastará millones de quetzales para celebrar a lo kaxlan el Oxlajuj b’aqtun, harta obligación tiene de mitigar el impacto psicobiosocial sufrido por las niñas, los niños y las maestras de San Juan de la Asunción.
Santa María Tactic es un pueblo de personas honestas; un pueblo no merecedor de que su nombre le diera la vuelta al mundo en las redes sociales por un hecho tan execrable como el acontecido. Santa María Tactic está entonces en una encrucijada: O las familias de bien —que las hay, y muchas— se unen para recuperar espacios, o las lacras llegadas de otros lugares para contaminar a los jóvenes seguirán generando situaciones al estilo estreno de la película Batman: el caballero de la noche…
Plaza Pública se lee en todo el mundo. Conozco lectores de Polonia. Y quiero decirle al mundo que Tactic no es un lugar violento. Tactic, el único pueblo fundado por Fray Bartolomé De las Casas en los veintidós días que estuvo en Tezulutlán, es la tierra de la flor del durazno; del empresariado poqomchi, legítimo y honesto; de los cuentos de Carlos López Cantoral y los poemas de Carlos Santos; de la pluma de Waldemar Godoy Prado; de la bonhomía familiar como la respetable estirpe de los Tujab; de la cincuentenaria Revista Asunción y de su fundador Eduardo Lemus Dimas quien sembró toda una tradición literaria. Y también, la tierra que vio nacer a científicos como Oscar Morales Cahueque, uno de los pocos y mejores Patólogos Clínicos de Guatemala. Y en materia de filantropía, la cuna de Marta Inés Peláez, quien muchos años de su vida los ha dedicado a hacer el bien apoyando y gestionando a favor de los Bomberos Voluntarios.
Por todo ello, los verapacenses debemos ser fuertes, cerrar filas y evitar que se nos quiten los valores humanos y cristianos que aún tenemos. Nos queda ahora la lucha contra la desesperanza.
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