Si pienso en los medios para jóvenes, parto de mi experiencia. Recuerdo dos de mi adolescencia. Por un lado, una revista para señoritas con secciones de modas, de mascarillas y hasta de bochornos públicos que hacían literalmente que a una se la quisiera tragar la tierra. No era una publicación nacional, sino del país amigo del Norte, así que para ese tiempo, cuando no había centros comerciales como los de hoy o teléfonos que nos hablaran con tanta presión de la misma cultura de consumo, pues lo más interesante era saber cómo alguien en la primera cita había vomitado. Luego, recuerdo una revista que se imprimía semanalmente en uno de los periódicos más importantes del país. Había una red de corresponsales en varios colegios y escuelas. Teníamos un par de actividades para conocernos y luego teníamos el chance de escribir o tener un espacio para las kermeses o actividades culturales en dónde estudiábamos.
Luego, al llegar a la universidad y al cumplir 18 años, descubríamos los periódicos. Era responsabilidad como estudiante (¿y cómo ciudadano?) estar enterado de algo más que los colores para la temporada de primavera-verano. Pero no había espacios para expresarnos y escribir. Hasta ese momento, al menos en la Landívar, los estudiantes tenían pocas oportunidades de expresarse desde sus propias realidades y experiencias, y sobre todo de escribir como ejercicio necesario para desarrollar el pensamiento crítico y la argumentación fundamentada, para encontrarnos en la literatura y en la política, para escucharnos. Pocos eran, fuera de la universidad, los medios que asumían a los jóvenes como lectores y que aún menos los consideraban para escribir.
Allí abrió brecha Brújula. Este periódico, que nació como una idea de Carlos Cabarrús, se la agradecimos tantos porque creyeron en nosotros, y nosotros espontáneamente fuimos asumiendo la revista como nuestro espacio. Allí comenzamos a escribir muchos landivarianos. Nos hablábamos desde los contextos tan diferentes en los que se encuentra la URL, como la capital, Quiché, Xela o Zacapa. En Brújula leí la primera noticia de las reivindicaciones normalistas y por su trabajo hablé con migrantes retornados. Un estudiante de medicina de la San Carlos escribió sobre los hospitales, y este ha sido de los textos más genuinos y comprometidos. Alguien cuestionó a los dipukids de tal manera que se convirtió en una conversación cara a cara.
Agradezco a Brújula haber confiado en mí y permitirme escribir mis primeras columnas de opinión. Ahora que han pasado ya muchas reuniones de corresponsales, proyectos en conjunto, programas de radio, videos y sobre todo mucho pensamiento crítico; ahora que han pasado ya cinco años y que, aunque ya no escribo allí, veo que todo el trabajo del equipo y de los que han sido y son corresponsales nos ha hecho crecer a muchos, a soplar las velas, que hay mucho mar por recorrer.
Más de este autor