De la misma manera como se controlan la venta y el consumo del tabaco y el alcohol (Otto Pérez Molina, Plaza Pública, 9 abril de 2012). Sin embargo, algunos oponentes a la despenalización de las drogas argumentan que se incrementará otro tipo de violencia, la relacionada con su consumo. Al respecto, Levi, Maguire y Brookman (2007) escribieron un comprensivo ensayo para el Oxford Handbook of Criminology, titulado: “Crimen violento”. En el mismo abordan los predictores más conocidos del comportamiento violento, como el alcohol y las drogas. Resumo algunos de sus argumentos a continuación, como insumos para el animado debate regional, en el cual el Gobierno de Guatemala está teniendo una destacada participación.
Estos autores indican que además de los factores sociales e individuales relacionados con el crimen y la violencia, los investigadores estudian con atención las altas correlaciones que aparecen entre crímenes violentos y el abuso de sustancias, especialmente el alcohol. Las encuestas de victimización realizadas en el Reino Unido (2005-6) revelan que un 44 por ciento de los victimarios se encontraban bajo efectos del alcohol. Dicho porcentaje es similar al encontrado en los Estados Unidos, tanto en los casos de victimarios conocidos o extraños para la víctima. Por otro lado, según la data de ambos países, los jóvenes adolescentes son más proclives a cometer actos violentos si están bajo la influencia del alcohol. La pregunta aquí obligada es si estas cifras deberían llevarnos a la criminalización de las bebidas alcohólicas, como en la era de la prohibición en los EE.UU. (1919-33).
Un punto fundamental de este debate es que el consumo abusivo del alcohol y las drogas no es una causa directa de la violencia. El mismo no es condición necesaria, ni suficiente, para generar violencia. De nuevo, en el caso de los jóvenes adolescentes, el alto consumo de alcohol estaría reflejando un problema más general de las personas en dicha etapa de la vida: están dispuestos a asumir altos riesgos sin medir sus consecuencias. De tal manera que el abuso en el consumo de las bebidas alcohólica interactúa con otros factores del entorno, como los bares superpoblados en las noches de fin de semana, donde llegan muchos hombres dispuestos a demostrar su hombría ante potenciales parejas.
También es relevante el hecho de que las drogas ilícitas son menos prominentes que el alcohol como factor de riesgo de la violencia, según las encuestas de victimización antes mencionadas (solo un 25 por ciento de los victimarios fueron percibidos como drogados al momento de cometer el crimen). Sin embargo, entre los presuntos criminales arrestados sí resulta ser más similar el porcentaje de abuso de drogas y alcohol. Seguramente, el mismo estado de intoxicación facilitó su detención.
Respecto a los efectos puramente farmacológicos, los autores indican que el cannabis, los alucinógenos y los derivados del opio no aparecen directamente vinculados con el comportamiento violento. Algún vínculo sí se ha encontrado con el consumo de anfetaminas y solventes, pero es difícil desvincularlo de las características individuales con las que interactúa. Por ejemplo, el consumo de cocaína está correlacionado con ciertas enfermedades mentales, y ambas variables con la necesidad de obtener fondos para dicha automedicación, lo cual puede impulsar a la comisión de un crimen. En Guatemala se rumora que los cocainómanos son reclutados como sicarios, aprovechándose de su adicción.
Los autores mencionados concluyen, citando a Fagan (1990): la propensión a la agresión refleja la forma en que los individuos usan su poder para resolver conflictos percibidos. La intoxicación por alcohol u otro tipo de drogas afecta los procesos cognitivos de los individuos, lo cual distorsiona sus percepciones sobre la realidad, incluyendo las respuestas conductuales. Dichos procesos cognitivos también son influenciados por factores culturales y situacionales que determinan las normas, creencias y sanciones sociales respecto a los comportamientos que siguen a la intoxicación.
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Maguire, M.; R. Morgan and R. Reiner (eds.). 2007. The Oxford Handbook of Criminology. Fourth Edition.
Fagan, J. (1990). “Intoxication and aggression” en M. Tonry y J. Wilson (eds.), Drugs and Crime. University of Chicago Press.
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