Ayer, Prensa Libre tituló en primera plana con la nota que reporta la intención de Cervecería Centroamericana S.A. de invertir entre Q20 millones y Q30 millones en sacar de la pobreza a los habitantes de la aldea Tzununá, en el municipio de Santa Cruz La Laguna, Sololá. A primera vista esto no debería causar polémica, ya que será un beneficio a personas que de verdad lo solicitan. Creo que pocas cosas son tan complicadas como ver algo malo en una medida de estas.
La RSE es una contribución activa y voluntaria de las empresas para el mejoramiento social, económico y ambiental (el llamado “triple resultado”), generalmente con el objetivo de mejorar su situación competitiva y valorativa y su valor agregado. La RSE entonces va más allá del cumplimiento de las leyes y las normas, dando por premisa su respeto y su cumplimiento estricto.
En este sentido, el cumplimiento estricto de la legislación tributaria, laboral y ambiental es el punto de partida de la RSE, como obligaciones de cualquier empresa, haga o no acciones de RSE. Así, a una empresa que evade el pago de impuestos, no paga salarios conforme a la ley o daña el medio ambiente no debería reconocérsele mérito alguno por acciones “tipo RSE”.
El irrespeto a este punto de partida quizá es el centro de la controversia. La ofensiva posibilidad que una empresa evada sus obligaciones principales, y que luego quiera “lavarse la cara” publicitando y haciendo un show de dádivas a unos pocos, aprovechándose de su desesperación. Usar a gente que, bien se sabe, es tan grande su necesidad que poco le importa ser usada como publicidad, a cambio de tener qué comer y cómo subsistir. Pero como lo indica la definición, esto es un fraude inaceptable, no RSE.
Así, la evaluación objetiva de acciones como la que promociona Cervecería Centroamericana S.A. es un asunto muy serio, y que no se resuelve a la ligera. Ganarse el visto bueno de la opinión pública con el show de las dádivas es algo que todos sabemos que, hasta el narcopolitiquero más vil hace con gran facilidad. Y es que las láminas y pollos que el narcopolitiquero regala son censurables, no porque la gente que las reciba no los necesite con apremio, sino porque se sabe que el origen de los recursos que pagan esos regalos es ilegítimo, sino ilícito.
Ese mismo tipo de criterio debe aplicársele a una empresa que salta al escenario con dádivas. Si lo que va a regalar es producto de evasión de impuestos, salarios injustos o evasión de los controles ambientales, no veo diferencia alguna entre el narcopolitiquero y una empresa evasora de sus responsabilidades. Si demuestra que cumple a cabalidad con lo que la ley manda, entonces sí es RSE y se aplaude con todo el reconocimiento del caso.
Entonces se requiere controlar y verificar el origen de los recursos con los que se reparten dádivas o ayudas legítimas. Una empresa debería asumir el compromiso de demostrar que cumple a cabalidad sus obligaciones como una acción necesariamente complementaria a la RSE.
No es un problema de ayudar o no a quien lo necesita, sino del origen de los recursos que financian la ayuda. Antes de felicitar a la cervecera, todos debiésemos exigir que demuestre que la ayuda proviene del sacrificio de ganancias legítima y legalmente obtenidas. Solo entonces el aplauso por la RSE, la de verdad.
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