En concreto, aunque existen mucha similitudes entre estos grupos criminales, que comparten un contexto cultural similar (radiografía posfeudal), se debe reconocer que mientras el control territorial de la mafia está orientado generalmente a apropiarse de todos los recursos posibles que circulan en su área de influencia, los Carteles fundamentalmente intentan asegurar los flujos económicos y de poder que aparecen en nuevas coyunturas. Como lo expresa Krauthausen,[1] dado que los Carteles se mueven en la ilegalidad,[2] “deben de asegurarse de modificar constantemente los canales institucionales para respaldar el cumplimiento de los pactos necesarios”.
El cumplimiento de dichos pactos necesarios, requiere la utilización de violencia simbólica. Bourdieu claramente reconoce la importancia del peso del poder invisible cuando afirmar que: “el poder simbólico es producto de relaciones de poder anteriores, éste solo causa un efecto directo o indirecto sin gasto de energía, ya que el símbolo es legítimo y aceptado sobre una base de creencias y ordenamientos naturales y, podríamos decir, normales”.[3]
Hay símbolos entonces, importantes de leer.
Recordemos entonces que, desde el 2001, la estructura criminal de Los Zetas comenzó a construir, en el estado mexicano de Hidalgo, uno de sus más importantes bastiones. Hoy, incluso mantienen fuerte presencia de La Compañía en cada uno de los 84 municipios del Estado.
Hidalgo era una base clave, permitía acceso a otros Estados en proceso de expansión; pero además, al ser el Estado original de Heriberto Lazcano, las redes de complicidad podrían tejerse rápidamente. Esa complicidad entre Los Zetas y el estado de Hidalgo no pudo haberse construido sin la colaboración del entonces gobernador hidalguense, Miguel Ángel Osorio Chong. Hoy, nuevo ministro de Gobernación de Enrique Peña Nieto.[4]
Entonces, símbolos de un nuevo poder invisible. ¿Cómo explicar que durante los actos protocolarios, la ceremonia de pasar revista a los mandos militares de cada base militar (acto que antes se hacía en privado) se hiciera en público y transmitido por televisión? Esto dice mucho: mostrar todas las nuevas caras a quien sea, es el grupo que manda más ahora.
No parece entonces que este nuevo PRI tenga la intención de implementar un control corporativo sobre el narco, sino generar una nueva alianza que necesariamente tendrá repercusiones en la calle. Si a eso se suma la cercanía de Oscar Naranjo a Peña Nieto, sería interesante suponer la siguiente evolución de hechos: un retiro gradual del ejército mexicano (meramente formal, de las plazas que operan la nueva alianza) acompañado de replicar la táctica de asesinatos selectivos –usada contra las FARC– aplicada en el combate antinarco, pero esta vez dirigida a un grupo en particular.
Es la inversión del calderonismo. La estrategia de Calderón fue militarizar las zonas bajo influencia de grupos rivales del Cartel de Sinaloa. Utilizó el poder de un ejército de 200,000 efectivos contra Los Zetas y los Beltrán-Leyva, el Cartel del Golfo y los grupos de la familia michoacana que se separaron de la relación con los sinaloenses. Peña Nieto tiene vínculos históricos con los Beltrán-Leyva, quienes operaban libremente en el estado de México. Su secretario de Gobernación, en teoría el hombre más importante luego del Presidente en la administración pública mexicana, lo tendría con Los Zetas.
Ahora, el poder del Estado se enviaría hacia los sinaloenses. Se cobrarían viejas facturas y la sangre seguirá en la calle.
[1] Para una ampliación de este argumento –dado el reducido espacio de esta columna–, recomiendo la lectura del libro de Ciro Krauthausen “Padrinos y Mercaderes. Crimen organizado en Italia y Colombia”, publicado por Editorial Norma.
[2] No así por ejemplo, el caso de la Camorra en Nápoles, que a diferencia de la Cosa Nostra, se entiende no como un antigobierno sino fundamentalmente como un rubro empresarial que busca operar en la legitimidad de la mano del Estado.
[3] Tomado del capítulo II del texto “Sobre el Poder Simbólico” de J. P. Bourdieu.
[4] Tres de los nuevos secretarios de Peña Nieto son gobernadores que no han tenido proceso de transición en sus propios Estados. Son reflejo de los 71 años de control priista. Otro dato interesante. El nuevo secretario de Relaciones Exteriores (secretaría ícono y bastión tradicional del PRI) es el extitular de Hacienda durante el gobierno de Felipe Calderón, lo cual quiere decir que la información financiera del país (flujos de capital) la tienen muy cerca en el nuevo gobierno. No hay ninguna razón para ser optimistas, es el viejo PRI en el Gobierno, ningún criterio tecnócrata en la selección del gabinete y un lazo directo a Los Zetas, quienes además son enemigos del Cartel de Sinaloa, recordemos la alianza entre los Zetas y el Clan de los Beltrán Leyva. Estos últimos hicieron cerrar el sexenio de Fox con 9,000 muertos en la primera guerra Sinaloa-Beltrán-Leyva.
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