María Susana Flores Gámez fue electa Miss Sinaloa 2012 apenas el pasado mes de febrero. Y hace menos de una semana, falleció en un enfrentamiento entre sicarios del Cartel de Sinaloa y el ejército mexicano. Conforme el tiempo pasa, las averiguaciones oficiales van apuntando a que María Susana Flores estaba involucrada sentimentalmente con Orso Iván Gastelúm,[1] jefe de sicarios de una célula del Cartel de Sinaloa que operaba en la región de Évora Sinaloa.
Para la mayoría de chicas en Sinaloa, donde la mayoría de mujeres son llamativamente guapas, convertirse en Miss es casi una carrera de vida. Los cursos comunes intra-facultad, cuando he trabajado en la Autónoma de Mazatlán, son los que me han permitido observar una realidad muy puntual, en la cual las aspiraciones de esta Misses son ponerse de novias o de amantes con “jóvenes empresarios”, que en realidad no son más que aspirantes a miembros de algún Cartel o grupos fragmentados de los cárteles grandes.[2] En algunos casos, cuando no quieren ponerse de novias por las buenas, entonces simplemente las levantan, las obligan, las drogan y terminan siendo la pareja del “malandro”.
El caso de María Susana Flores no es el primero en Sinaloa, ha habido muchas “Misses en potencia” que simplemente andaban en la compañía equivocada. Hecho que le puede pasar a cualquiera, puesto que en la moderna y fragmentada “sociedad narca” (que bautiza todos los estamentos sociales) no sabes a ciencia cierta quién anda en qué cosa, no sabes si la guapa chica con la que hablas es la ex de un narco,[3] o de un fugitivo de la justicia; no sabes si quien te ofrece un proyecto es un lavador de dinero, o si el “exitoso y respetado empresario” con quien recién has compartido un café, tiene en su haber una estructura personal de sicarios para resolver sus problemas.
Por si esto no fuera mucho, los ya seis años de guerra en el sexenio calderonista terminaron por violentizar –más– organizaciones, que eran de por sí ya violentas, pero que sabían reconocer límites en el trato con la población local que roza sus hombros con la “sociedad narca”.
Todos nos hemos convertido en homines sacri.
Giorgio Agamben desentierra una figura jurídica de la antigua Roma, el homo sacer, figura que representa a aquel que habiendo sido juzgado por un crimen, se prohíbe que se le sacrifique de forma ritual,[4] pero al mismo tiempo puede ser muerto de forma impune. No cuenta, no vale, no es nada. La muerte del homo sacer no es sacrificio ritual ni pena capital, es la mera “materialización de quitar una vida” (Agamben, Homo Sacer, 114).
Este tipo de violencia puede aplicarse a la situación vivida por los migrantes centroamericanos, los cientos de jóvenes “levantados” en todo el país, y los casos llamativos como el de María Susana.
¿Qué somos en esta “guerra” contra el crimen organizado? Potenciales números de víctimas, víctimas que serán moralmente juzgadas: “en algo andaba metido”, “a alguien ofendió”, “quién sabe a quien se andaba cogiendo”… Como sea, muertes inútiles que no cuentan ni pesan ya para la opinión pública.
Cuerpos fríos y números fríos.
[1] Como en toda región, hay apellidos que están mayoritariamente ligados al fenómeno del narcotráfico. El apellido Gastelúm es uno de ellos, de apellido Gastelúm era el guardaespaldas personal de Ignacio Coronel (otrora Rey del Cristal y segundo en la estructura del Cartel del Pacífico). Otro apellido común en la sociedad “narca” sinaloense es el apellido Beltrán. Más que apellidos, son landmarks (que marcan terreno).
[2] En la obra Gomorrah de Roberto Saviano, se expone con mucha claridad como para la mayoría de las chicas en Casale de Príncipe, o Caserta, o Avellino (municipios en Nápoles de alta presencia criminal) el mejor seguro de vida resulta ser novia de algún camorrista iniciado. Las chicas recibirán para siempre –incluso cuando el novio está en prisión, una bolsa con dinero y bienes básicos. Una forma de transferencia condicionada de la Camorra.
[3] Esta parece ser la situación difícil sufrida por el embajador de Italia en Guatemala según revelaron los diarios locales.
[4] De acuerdo a la mitología romana, el futuro de Roma y las formas de asegurarla estaban escritas en los libros sibilinos (G. Dumezil, La Religione Romana Antica). Cuando Roma se encontraba en situaciones extremas, podía sacrificarse a los dioses un hombre (original el cristianismo dicho sea de paso…) que podría ser extranjero, griego, etrusco, pero nunca, nunca, ciudadano romano. El homo sacer entonces, pierde su categoría de ciudadano, pierde su derecho de defender su vida y apelar ante el potestas imperium del Emperador, es una cosa, “separada y al mismo tiempo, adentro del orden” pero no pesa, no vale. Quien le mate puede salir impune. (Agamben, Homo Sacer 89).
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