En la letra de la canción resaltaba el siguiente mensaje: “estudia, trabaja y sé gente primero; allí está la salvación” y me consta que a la mayoría de mis conocidos de esa época el mensaje les caló, y haciendo acopio de lo que el sistema ofrecía y permitía, estudiaron, trabajaron y creo que fueron gente antes de ser otra cosa. Para mí esta fue una generación ubicada en el límite previo al desboque del consumismo, de la acelerada pérdida de valores y a la deificación del dinero fácil, así como del egoísmo a ultranza.
Ahora bien, este lunes 23 se ha presentado el Informe Nacional de Desarrollo Humano, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y una vez más el aprendizaje llega aunque sea tarde y duro: estudiar y trabajar no es fácil ni está al alcance de la mayoría de la población joven en Guatemala. El 70 por ciento de la población guatemalteca tiene menos de 30 años, casi cinco millones; en promedio tienen 19 años y para llegar a esa edad han tenido que sobrevivir a la infancia, en donde 30 de cada mil nacidos vivos murieron antes de cumplir un año.
De estos jóvenes, es probable que nueve de cada cien no sobreviva después de los 30 años por causa de la violencia, número que sube a doce de cada cien si son varones. Alrededor del promedio de los 19 años, se construye el grupo de los 15 a los 24 años, donde 53 de cada cien tienen trabajo, pero solo catorce de cada cien tienen empleo formal, los otros 39 no tienen contrato ni derechos laborales.
En este mismo grupo, doce de cada cien trabajan y estudian; 23 de cada cien solo estudian y 40 de cada cien solo trabajan. Ahondando el tema del trabajo, es entre los jóvenes donde más se da el fenómeno de la migración, del millón y medio de migrantes guatemaltecos que envían remesas, 47 por ciento tiene entre 20 y 29 años.
El estudio tampoco se da fácil, para la edad que el joven debiera estar en secundaria, entre los 13 y los 18 años; se dice que 800 mil jóvenes están fuera del sistema educativo, de los jóvenes que deberían estar en básicos solo están inscritos 43 de cada cien; de los que deberían estar en diversificado están inscritos 22 de cada cien, y solo ocho de cada cien ingresan a la Universidad.
Para no variar respecto a otros indicadores, la exclusión se manifiesta más en los indígenas, las comunidades rurales y las mujeres; en el estudio se identifica a los “ni nis”, que son aquellos que ni estudian ni trabajan, no estudian por falta de dinero y no trabajan por falta de preparación; los cuantifican como el 25 por ciento de los jóvenes, o sea que volviendo a la canción de Blades que tanto inspiró y marcó a mi generación, la cuarta parte de esta generación no podrá ser “gente” nunca, porque no puede estudiar, ni puede trabajar. Como dice el coro estribillo de la canción: “¡qué fallo!, ¡qué fallo!”
Más de este autor