Hoy en día es frecuente percibir a los economistas como profesionales incapaces de entender que su ciencia es de carácter social, y que detrás de cifras, modelos y otras herramientas matemáticas, hay gente que goza, sufre y muere por razones económicas. Se les percibe como profesionales o académicos usualmente al servicio de gobiernos y empresas, siempre buscando incrementar las ganancias de los que ya tienen mucho, a quienes poco les importa cuidar el medio ambiente u otras limitaciones a la obtención de ganancias.
Claro, esa percepción es una generalización equivocada. Rafael Piedrasanta Arandi fue siempre ejemplo digno de cómo un economista no sólo tiene, sino además debe tener una profunda sensibilidad y conciencia social. A lo largo de toda su vida, “Piedrita” como cariñosamente le apodaban sus estudiantes y amigos, se dedicó a denunciar la explotación irracional de nuestros recursos naturales, y el descaro con que mineras y petroleras extranjeras continúan pagando menos que migajas en concepto de regalías.
Juntamente con Alfonso Bauer Paiz, Piedrasanta Arandi constituía una reserva moral y política, actores protagonistas de la primavera revolucionaria de 1944. Una generación que se nos va, pero que no debiese extinguirse. Su legado debe trascender sus libros y estudios, las denuncias y luchas que realizaron, y las amenazas y ataques que sufrieron como costo directo de la decencia y honradez que les caracterizó.
Quisiera que su legado principal fuese cientos o miles de jóvenes que toman la estafeta. Economistas, abogados y en general personas que reconocen el privilegio de haberse formado universitariamente, que ejercen su profesión no con el solo afán de lucro y de la maximización de ganancias, sino que se comprometen seriamente a una forma de vida que privilegie la solidaridad y la búsqueda del bien común.
En el caso particular de Rafael Piedrasanta, su partida me hace sentir un doloroso vacío de seguidores. No conozco muchos economistas que entiendan la cuestión de los recursos naturales como un fenómeno económico que requiere responsabilidad y un Estado fuerte, y no la continuidad del despojo por parte de empresas transnacionales.
Nos hace tanta falta una nueva generación de economistas comprometidos con la defensa de los intereses nacionales. Más voces y conciencias que exijan que las industrias extractivas no gocen privilegios injustificados, y que por el contrario, sean empresas sometidas a controles estrictos, ciudadanos o gubernamentales. Que, conscientes que estas empresas lucran con el patrimonio nacional, deben compensar al Estado con regalías justas, además de pagar todos los impuestos que pagan el resto de contribuyentes.
Cual David ante Goliat, Piedrasanta Arandi junto a otros guatemaltecos honestos se enfrentó a la entonces todopoderosa Exploraciones y Explotaciones Mineras Izabal, S.A. (Exmibal). Fue una lucha desigual, en la que unos perdieron la vida, y lo que sobrevivieron sufrieron exilio y amenazas. Hoy es aún peor, ya que no sólo es Exmibal. Las mineras se están propagando, cada una con un esquema más abusivo, agresivo y depredador.
Me angustia pensar que se nos fue Piedrasanta Arandi, y la hidra depredadora de las mineras y petroleras avanza en su orgía destructora. Me ilusiona pensar que la mejor honra póstuma que le podamos rendir a “Piedrita” son mentes, corazones y conciencias jóvenes que, así como lo hizo él, recurren al conocimiento y la integridad para defender los intereses de Guatemala ante el gigante depredador.
Hasta que esa fuerza juvenil por la dignidad y la justicia no sea una realidad, la memoria viva de Rafael Piedrasanta Arandi no habrá sido debida y justamente honrada.
Más de este autor