Casi 500 años antes que Freud, Ignacio comprendió el poder de la psique y la profundidad de la naturaleza humana. Sus Ejercicios Espirituales son el manual para adentrarse en lo oscuro del corazón del hombre. Comprendió el caballero elegante la imperiosa necesidad de aprender a discernir la naturaleza. Si algo caracteriza a la Compañía es la fortaleza con la cual enseña la utilización de los diversos métodos para clarificar el estudio de la realidad, sea esta sociológica, filosófica o teológica.
Discernir la realidad, cualquiera que ésta sea, no es tarea fácil. Intentaré ejemplificarlo con algunas líneas discursivas.
La siguiente frase que reproduzco no es mía, pero nos será útil. “Lo cierto es que determinadas entidades buscan la sangre tanto de los animales como del hombre y en ocasiones algunas de sus vísceras. A veces lo hacen de una manera indirecta, encubriendo su búsqueda con otros hechos concomitantes y sin hacerse visibles de una manera notoria. Pero en otras ocasiones, la procuran de una manera descarada que no deja lugar a dudas”. Dado el tono de mis columnas anteriores, alguien podría pensar que me estoy refiriendo a la sed de sangre que caracteriza a los miembros de la mafia moderna (genérica, en cualquiera de sus expresiones étnicas). Sin embargo, y por tentador que parezca, no lo es. La frase reproducida pertenece al ex sacerdote jesuita Salvador Freixedo, quien se ha convertido en una de las voces más respetadas en el campo de la ovniología.
Derramar sangre, para algunos es una forma de performance. Para otros como Freixedo, hay una complicación histórica. El Yahvé judío exigía el derramamiento de sangre de animales. El dios azteca Huitzilopochtli fue quien demandó a los antiguos mexicas el derramamiento de sangre. Huitzilopochtli pedía corazones para renovar sus fuerzas. El Yahvé judío guió al Antiguo Israel en una peregrinación de 40 años (según el relato) utilizando una columna de humo y una nube de fuego al caer la noche mientras que Huitzilopochtli guió a los suyos utilizando un colibrí de plumas metálicas. Ambos pueblos, según sus propios relatos, cargaban un arca de la alianza con la cual se comunicaban con su dios. Quetzalcoatl, el mensajero de los dioses aztecas, visitó a los suyos para luego partir de forma súbita. Pero prometió volver. (Ce Acatl Quetzalcoatl o Kukulkan entre los mayas se fue al oriente avergonzado, porque se emborrachó con el pulque que él inventó, pero prometió regresar). El Cristo judío, además de ser la contraparte de un violento Yahvé, partió de forma súbita prometiendo volver.
Por favor, que no se me tilde de irreverente. Hemos de recordar que, de hecho, los jesuitas mexicanos creían que Quetzalcoatl era Santo Tomás quien había llegado al Nuevo Mundo a predicar el Evangelio, y eso podía explicar muchas semejanzas de las tradiciones nativas y el cristianismo. Compliquemos, entonces, las comparaciones. Sócrates recibió del Oráculo sentencia de muerte al escuchar que solamente la muerte del Justo podría salvar a la ciudad. El siervo sufriente del segundo Isaías se presenta como el Justo a ser quebrantado por los muchos. El profeta Elías es llevado a los cielos en un carroza de fuego, nada diferente de la carroza de Vulcano, el dios romano del Fuego. Maquinarias que vuelan, lo cual nos hace pensar en el sentido de la aparición Mariana a las niñas de Garabandal, cuando ellas le preguntan: “Señora, ¿qué son esos globos que todas las noches vemos moverse en el cielo?”. Y la Virgen responde: “En esos globos he venido a encontraros”.
Antoine Agustín Calmet, religioso francés del siglo XVIII, además de ser un hermeneuta respetado, escribió en su tratado sobre vampirismo la existencia de seres inmortales, no haciendo tanto el énfasis en la sangre sino en su capacidad de ser inmortales. Dragones para los griegos, seraphim para los antiguos semitas y serpientes de fuego para los aztecas, todos ellos, inmortales. Sin embargo, también es interesante mencionar que la figura del vampiro existe en todas las civilizaciones antiguas y su inmortalidad, al igual que el cristianismo moderno, es producto de beber “La Sangre y comer —morder— La Carne de un inmortal”. Superiores a nosotros, dragones, serpientes, vampiros, seres de luz y de fuerza, superiores no solamente porque puedan habitar en las alturas (defecto del lenguaje que fue explicado por el devastador método de crítica de Bultmann), sino superiores en cuanto a que estos seres son más poderosos que nosotros y ejercen su voluntad de manera discrecional. De ellos hemos aprendido los mortales. En el mundo de la mafia, los mortales resultan más violentos que los dioses, pues los dioses pueden tener clemencia mientras que la Mafia, llámese la Maña, la Cosa Nostra, la Camorra, por su propia esencia, no puede sino ser totalmente sanguinaria. Hemos aprendido muy bien de los dioses.
Salvador Freixedo decía que la única religión que estará siempre vigente será la del amor y la justicia, dándole a cada uno lo que le corresponde, respetando el derecho de los demás y teniendo el corazón abierto y generoso para todo y para todos. Conociendo a los dioses y los mortales, tengo que decir que estoy de acuerdo.
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