Éste es el reto de la publicación conjunta entre AVANCSO y el Instituto de Estudios Humanísticos de la URL, “Jóvenes en Guatemala. Imágenes, discursos y contextos”, en donde se publica cuatro ensayos, uno de ellos de Leslie Lemus Barahona que me ha cuestionado mucho.
Más allá de la discusión de si es pertinente hablar de juventud o de juventudes, me parece un aporte importante entrar el “campo de la cuestión juvenil” en el país, es decir ese espacio en dónde se producen y reproducen los imaginarios sobre y del joven. Un campo que no es ajeno a relaciones de poder y creación de políticas, a la política, a la cooperación internacional, a los discursos, aun al mercado y a la nueva escala de valores que el consumismo nos incita a comprar diariamente, a la generación de conocimiento desde diversas disciplinas.
La identidad juvenil, como dice Leslie, no es una identidad que motive a la organización como tal, ni es una identidad perdurable en el tiempo para quien hace parte. Los datos han reflejado que la organización social en Guatemala para los jóvenes gira alrededor de la iglesia, el deporte y las asociaciones estudiantiles. Hoy Guatemala es un país en dónde la organización y la articulación social está redefiniéndose.
Frente a esta situación, el Estado guatemalteco provee algunos espacios propios para la juventud que serían focos privilegiados de demanda –CONJUVE y el INAJU que se encuentra en el Ministerio de Educación y algunas políticas públicas que conciernen a la juventud–, pero después es un Estado que criminaliza la juventud que no busca ni le interesa proteger y que lejos está de proveerle de las condiciones básicas para vivir dignamente. Un Estado que olvida la juventud cuando se habla de violencia y pobreza.
Ha sido la cooperación internacional con sus recursos quien ha “dirigido” el camino de los discursos de juventud en el país. Más allá de un análisis que juzgue si ha sido correcto o no, los guatemaltecos jóvenes tienen la posibilidad de reconocerse como tales mientras uno u otro proyecto financiado dure; y los ha enfrentado a uno de los retos más importantes, el mantener una organización en el tiempo cuando ya no exista un programa que les permita la continuidad y les provea de elementos que los mantengan unidos.
Frente a esta realidad, los temas cruciales siguen entrampados y pocas veces se relacionan con la juventud. A la pregunta de por qué surge el campo de la cuestión juvenil en Guatemala, Leslie responde: “Para gobernar en las formas contemporáneas del capitalismo, garantizando una fuerza de trabajo flexibilizada, unos agentes de consumo rápido y masivo, así como el control de las amenazas”. El trabajo, el mercado, la esterilización de cualquier movimiento contestatario se diluye en identidades que se aferran a discursos efímeros. Podríamos ser la eterna juventud del call center, de los trabajos de vacacionistas, comprando según las modas adolescentes y las promesas de nunca envejecer, y sabiendo cómo se comporta un ‘joven bien’.
¿Quién construye al joven y a la joven? ¿Quién dice ser la juventud y cómo se debe ser un joven? ¿Cómo se entiende el deber ser del joven, los riesgos a los que se enfrenta, sus problemáticas? ¿Por qué es un discurso que encanta y difícilmente cuaja? Recomiendo la lectura de este libro, para debatir, para dar respuestas, mientras seamos jóvenes. Tal vez encontremos ahí luces de nuevos discursos e imágenes.
PD. La presentación pública de este libro será el 8 de mayo a las 17 horas en el Centro Cultural "Luis Cardoza y Aragón" de la Embajada de México en Ciudad de Guatemala.
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