Las protestas en Libia se suman a la ola de manifestaciones sociales en contra de los diversos regímenes autocráticos en Medio Oriente y el norte de África. Como lo escribí en este mismo espacio (21/02/2011), estas derrocaron a los gobiernos de Túnez, primero, y Egipto, después. En el caso de Libia, el gobierno de Gaddafi ha decidido dar la pelea declarando que sólo muerto dejará el poder.
Gaddafi fue primero el liberador y fundador de la República Árabe de Libia cuando derrocó al rey ...
Las protestas en Libia se suman a la ola de manifestaciones sociales en contra de los diversos regímenes autocráticos en Medio Oriente y el norte de África. Como lo escribí en este mismo espacio (21/02/2011), estas derrocaron a los gobiernos de Túnez, primero, y Egipto, después. En el caso de Libia, el gobierno de Gaddafi ha decidido dar la pelea declarando que sólo muerto dejará el poder.
Gaddafi fue primero el liberador y fundador de la República Árabe de Libia cuando derrocó al rey Idris, que como tantos otros monarcas de la época eran peones de las potencias occidentales. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que Gaddafi se convirtiera en un sátrapa caracterizado por reprimir sistemática y violentamente a la oposición política, impulsar una red de nepotismo que llegó a controlar todo el poder político, militar y económico del país y por último por ser un promotor de grupos terroristas internacionales. Sus políticas de terrorismo de Estado tuvieron consecuencias directas cuando Estados Unidos bombardeó Libia en 1986 y luego en 1993 Libia recibió fuertes sanciones económicas por parte de las Naciones Unidas.
Para inicios del siglo XXI, las relaciones entre Libia con Occidente empezaron a cambiar para bien. Esto en gran parte debido a una “petrodiplomacia” en la que Libia comenzó a ser bien recibida por las potencias occidentales, especialmente las europeas. Así, para 2003, las Naciones Unidas levantaron las sanciones y las nuevas alianzas comerciales constituyeron una gran bonanza económica para Gaddafi y su familia.
El dinero proveniente del petróleo libio hizo que muchos olvidaran rápidamente la amenaza que Libia una vez fue. En Italia, Berlusconi y compañía abrieron las puertas del bell paese dejando a un lado los ataques terroristas en el aeropuerto romano de Fumicino en 1985. Pero aún más polémica fue la decisión del Reino Unido de liberar a Abdelbaset al Megrahi, autor intelectual del ataque al vuelo 103 de Pan Am que se desplomó sobre la localidad de Lockerbie, Escocia. Luego de ser sentenciado a cadena perpetua por asesinato y conspiración para asesinar, al Megrahi fue liberado por razones humanitarias, coincidentemente en medio de las negociaciones entre el consorcio petrolero británico British Petroleum y el Gobierno de Libia.
Los negocios todo lo perdonan. Y justo cuando las relaciones entre Libia y Occidente no podían ser mejores, se inician las protestas ciudadanas que claman por un cambio de régimen. Comienza así el dilema para Occidente: apoyar o no al tirano que a la vez es socio comercial. El sábado todo quedó claro: la decisión del Consejo de Seguridad refleja que los intereses de sus “amigos” en Occidente pesan más que la amistad. Encabezan la coalición militar Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Italia, aquellos países cuyos líderes tan sólo hace dos años, durante la reunión del G-8, lo tuvieron como invitado de honor y se peleaban por unos minutos de su tiempo, pero ahora le dan la espalda. Unos días bastaron para que el amigo pasara al olvido, y los ataques en Libia no cesarán hasta que éste se rinda o muera.
En medio de todo, Siria y Yemen empiezan a sangrar, Ban Ki-Moon viene a pasear a Guatemala y nuestro presidente pide ingresar a ese club social de amistades peligrosas que conocemos como el Consejo de Seguridad, pero sobre esto para la próxima.
Más de este autor