La imagen del ´Ellacu´ allí tendido en la grama, su cuerpo asemejando la postración previa al ordenamiento sacerdotal es desgarradora. Una mente brillante silenciada por la arrogancia de las armas.
¿Por qué digo arrogancia?
François Hartog, autor del libro El Espejo de Heródoto analiza el uso del término bárbaro en la literatura de Heródoto y explica lo siguiente: ´Si recordamos las palabras de Heródoto, que Paris haya raptado a Helena obligó a la imposición de grandes castigos para restaurar el orden´. Explica Hartog además que, en el pensamiento de Heródoto, la guerra, el desorden, la violencia son también mecanismos de recuperación del orden alterado. En la estructura de pensamiento de Heródoto: ...´ toda catástrofe es un castigo divino contra un acto de Hýbris, o sea, un acto que ha alterado las normas ético-sociales. ´
En suma, el bárbaro, el déspota, es aquel asemejado a la bestia animal en tanto que altera el orden por mecanismos de violencia.
Pero más arrogancia y bestialidad hay implícita cuando el germen autoritario decide acallar las voces críticas, las voces del disenso, las voces que plantean la simple posibilidad del debate.
¿Qué razón había para ejecutar a sangre fría a Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Amando López y a Joaquín López y López? Cómo lo ha expuesto el rector de la Universidad de Loyola Andalucía en el acto de recordación de este año: ´Liderados por Ignacio Ellacuría, los Mártires de la UCA entendieron la universidad de un modo nuevo poniendo el complejo aparato científico al servicio de verdaderos procesos de transformación histórica´. Lo que no gusta precisamente a los déspotas.
¿Qué razón había para ejecutar también a Elba Ramos y a Celina Ramos (ambas salvadoreñas y empleadas domésticas del recinto habitado por los Ellacuría y compañía)? ¿La cercanía personal con aquellos que disienten?
Siempre he creído que no es coincidencia que ´el Ellacu´ quedase en el césped asemejando la postura de la postración. Esta postura corporal es un signo claro de humildad, penitencia y súplica ante Dios. Abraham “cayó rostro en tierra y Dios le habló” (Gn 17,3), los hermanos de José “se inclinaron rostro en tierra” para mostrarle respeto y pedirle perdón. (Gn 42,6; 43,26-28; 44, 14); Moisés “cayó en tierra de rodillas y se postró” ante el Dios de la Alianza.
Aquel que se postra, se abandona y suplica. En efecto, porque la muerte de los inocentes suplicamos, no quede impune.
¿Y qué decir de los 43 muchachos normalistas desaparecidos en Guerrero? Además de tres normalistas muertos, uno de ellos desollado. Su nombre era Julio César Mondragón, tenía apenas 22 años y una hija de 1 año. Qué no se olvide. Su ´pecado,´ ser uno de tantos estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos que desde 1920 tiene la consigna de transformar la realidad social. Que las escuelas normales en Guerrero sean vistas como reducto de guerrilleros es una cosa, pero que la salida sea detener de forma ilegal, matar, desollar y desparecer es una bestialidad. Y lo que es peor, que dicho acto de violencia animal se justifique. La exdiputada suplente, local y federal del PRI por el distrito Ixmiquilpan se burló irónicamente del caso de los normalistas desaparecidos tras un mensaje que publicó luego del partido México-Holanda. Lo reproduzco literal: “A veces creo que yo soy Ayotzinapa, pero mete gol el Chicharito y se me pasa!!! No se si reír o llorar… mátenlos para que no se reproduzcan¨.
¿Qué razón había para matarles? Eran incómodos a una estructura de poder local caracterizada por abusos y desmanes. Paradójicamente, el alcalde municipal de Iguala pertenecía a un partido de izquierda y a un Estado (Guerrero) gobernado por la izquierda política mexicana.
¿Y cuál es la excusa para justificar la muerte de los muchachos en Tlatlaya, Estado de México el pasado 30 de junio? De acuerdo a las averiguaciones ya formales, militares mexicanos ejecutaron a 22 presuntos delincuentes, quienes ya se habían rendido. De acuerdo al testimonio de una sobreviviente..: ”Ellos (los soldados) decían que se rindieran y los muchachos decían que les perdonaran la vida. Entonces (los soldados) dijeron ‘¿no que muy machitos, hijos de su puta madre? ¿No que muy machitos?’. Así les decían los militares cuando ellos salieron (de la bodega). Todos salieron. Se rindieron, definitivamente se rindieron. (…) Entonces les preguntaban cómo se llamaban y los herían, no los mataban. Yo decía que no lo hicieran, que no lo hicieran, y ellos decían que ‘esos perros no merecen vivir’. (…) Luego los paraban así en hilera y los mataban. (…) Estaba un lamento muy grande en la bodega, se escuchaban los quejidos”.
Y no se trata solo de la política contra-insurgente del actual PRI o de los militares salvadoreños de hace 25 años. En México, del 2006 a marzo de 2012 se registraron 1,300 menores de edad muertos en la inútil guerra contra el narco. ¿Alguien se acuerda de los 17 jóvenes muertos a sangre fría en una fiesta de graduación en Torreón? No, nadie. Eran muchachos de extracción humilde, perfectos para justificar la guerra. En primera instancia fueron presentados como narco-menudistas. Meses después, la PGR local tuvo que confesar: no eran narco-menudistas, fueron víctimas de uno de los tantos comandos armados que en México pueden pertenecer al narco, a los militares, o a mercenarios extranjeros contratados para hacer limpieza social.
La violencia desde el poder, ejecutada ya sea por policías municipales, o por militares, o por gobernadores de izquierda o por un presidente de derecha, o por intelectuales conservadores que al calor de las copas confiesan que ´la única salida es la limpieza social´ no es sino la faccia brutte del poder. Violencia que busca acallar al otro diferente simplemente porque lo puede hacer. Violencia que busca acallar la opinión diferente e incómoda, porque… lo puede hacer.
En la antigüedad, se recogía la sangre de los animales inocentes inmolados bajo el altar de los sacrificios para que la sangre no tocara la tierra. Pero la nuestra está empapada con la sangre de inocentes. Y buena parte de ellos eran personas de escasos recursos criminalizadas por las estúpidas políticas actuales de seguridad.
Más de este autor