El Congreso fue un esfuerzo llevado adelante por alumnos y por algunos pocos docentes a título personal. Las autoridades institucionales, si bien apoyaron con los permisos del caso cediendo los espacios, no se involucraron mayormente en la organización. Para participar en el evento se pidió la donación de un libro por persona, los cuales se entregarán posteriormente a distintas bibliotecas. Hubo cerca de 500 participantes y se recibieron 460 libros.
La realización de este evento, que en realidad es una pregunta abierta en relación a la situación [ver página 149] de los psicólogos y la Psicología en Guatemala al día de hoy, puede marcar un momento interesante con relación a estas demandas que están flotando en el aire.
El Congreso es parte de un proceso que tiene que ver con la situación interna de la Escuela de Psicología de la USAC. Nace desde el área social, la cual está muy quebrantada y a la que se le ha ido quitando lugar poco a poco dentro de la institución. Surge a partir de la preocupación por ese estado de cosas por parte de algunos estudiantes y de algunos docentes, en el sentido de plantearse alternativas frente a esa situación. Pero además el Congreso recoge y se relaciona con otras experiencias que vienen de fuera de la Escuela, de más larga data. Confluyen ahí, por ejemplo, toda la experiencia del Centro de Salud de El Incienso, de la Liga Guatemalteca de Higiene Mental, del Centro Qanil, y otras historias, como la de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial, o el Centro de Estudios sobre Conflictividad, el cual rescata el proceso de la Maestría en Psicología Social y Violencia Política, que en su momento marcara un rumbo importante.
Las autoridades de la Escuela permitieron una actividad académica como ésta, pero orgánicamente no están impulsado este tipo de acciones, lo cual puede entenderse como un déficit. En realidad lo organizaron un grupo de alumnos y algunos docentes, 16 en total, colaborando cada quien con el tiempo que disponía, en forma totalmente voluntaria. Además hubo un grupo de 80 voluntarios que aportó durante el Congreso de manera desinteresada, todos alumnos de Psicología de la San Carlos.
Por lo pronto quedó un sentimiento bastante generalizado, al menos en buena parte de los participantes, de querer estudiar más Psicología Social, de involucrarse más en procesos que implican problemas sociales, temas en relación a la comunidad. En ese sentido, abrió preocupaciones tanto académicas como políticas. Mucha gente salió con mayor conciencia de problemas de los que se sabe poco, se habla poco, viendo todo eso de una manera nueva, más abarcativa, desde un taller de malabares hasta un sopesado análisis de las mineras o las hidroeléctricas en Guatemala.
[frasepzp1]
Puede decirse que el Congreso “sacudió”. Lo importante a rescatar es que un grupo se animó a hacerlo. Ahora habrá que ver qué dejó realmente cuando haya pasado el primer sacudón, cómo se capitaliza a futuro esta sacudida.
“Sacudones” ¿en lo académico o el ámbito político-gremial?
En lo académico, en lo inmediato no se pueden visibilizar consecuencias directas. Lo académico siempre implica tiempos largos. Quizá habría que pensar formas alternativas planteadas en el Congreso para articular con la docencia tradicional, por ejemplo aprovechando más nuevas expresiones como el arte, que pueden tener un gran potencial pedagógico. De hecho ya se está pensando en un encuentro de Artes Escénicas y Psicología para mayo de 2015. Pero en lo político sí pareciera que movilizó a bastantes grupos de estudiantes, fundamentalmente ligados a los espacios de la práctica de la carrera de Psicología, que es en realidad desde donde se gestó el Congreso.
También es importante señalar que se logró un objetivo planteado tal como enseñar y aprender con nuevas formas, más allá de lo tradicional de la academia. Los temas que se trataron y la modalidad en que se hizo fueron innovadoras en muchos casos, no sólo estar sentados en un aula de clase. Eso fue novedoso, sin dudas, y plantea preguntas, cuestiona.
Las autoridades de la Escuela de Psicología de la USAC abrieron el espacio y permitieron la realización del Congreso porque, seguramente, no sabían todos los temas que se podían disparar. De hecho los participantes mostraron su inconformidad con la calidad académica existente hoy en esa casa de estudios, criticándola muy fuerte en algunos casos. Críticas, por cierto, que pueden ser el punto de partida de una revisión profunda de cómo está funcionando la comunidad científica y el gremio profesional de la Psicología en el país. Se habló y abrió la crítica de la formación de psicólogos no sólo en la Universidad de San Carlos sino también en las otras casas de estudios superiores privadas. Hubo una crítica muy fuerte a toda la academia.
Queda claro que hay una falacia en juego que, quizá, se pudo empezar a despejar: no existe una Psicología Social enfrentada a una supuesta ¿Psicología individual? No hay Psicología que no sea social; eso es imposible. Ahora bien: lo que está en entredicho es el papel social (político, ideológico) del psicólogo, de ese trabajador que sale de una universidad con un título que lo certifica como tal. ¿Cuál es el papel social de estos profesionales? ¿Qué significa preocuparse por los problemas político-sociales de la comunidad? Según el Artículo 82 de la Constitución de Guatemala, la Universidad “Promoverá por todos los medios a su alcance la investigación en todas las esferas del saber humano y cooperará al estudio y solución de los problemas nacionales”. ¿Realmente está el gremio de psicólogos en sintonía con eso?
En concreto, en este momento, y a partir del Congreso, en realidad no se articuló ninguna propuesta alternativa. Pero permite organizar a futuro algunas líneas críticas en la medida que continúe el esfuerzo sostenido. Estas cosas permiten ver que existe una comunidad científica; habrá que ver hasta qué punto es realmente una comunidad, pero sí al menos hay un grupo académico con ganas de relacionarse, de articularse, de proponer alternativas.
¿Qué sigue ahora?
Se dio un salto y se pasó del prejuicio de que la Psicología Social es sinónimo de caites y morral, arete en la nariz y camiseta del Che Guevara, para empezar a plantearse otras cosas, a estudiar más en profundidad, a ser más críticos. No se tiene “compromiso” por vestirse con ese “disfraz”. Lo que puede estar en juego a partir del Congreso es una crítica a la ideología dominante entre los psicólogos.
Se abrió una plataforma; no muy grande por ahora, pero muy importante a mediano y largo plazo. En ese sentido, definitivamente fue exitoso. Quizá lo más importante a rescatar fue el interés de los participantes, su grado de compenetración con los temas, ya sea en las presentaciones más académicas, en los talleres más lúdicos, en las discusiones. La gente se apropió del Congreso, que era lo que se buscaba. Eso, definitivamente, se logró.
También fue importante el esfuerzo de documentación que se hizo de todo el evento. Casi la totalidad de las actividades fueron registradas en video; eso permitirá una amplia difusión gratuita en versión digital. Esta iniciativa puede considerarse una plataforma, un punto de partida, porque desde allí surgieron ideas y recomendaciones que sería bueno empezar a tomar en cuenta, incorporar en el día a día de la academia. Las críticas fecundas, tal como surgieron aquí, si se tiene un real espíritu científico abierto, deben tenerse en cuenta.
Quizá los organizadores del evento fueron un tanto utópicos en lo que se planteaban, pero la idea fue siempre no quedarse sólo en la Universidad de San Carlos sino abrirse a toda la comunidad, a otras universidades, a organizaciones de la sociedad civil, a movimientos populares, a todo el gremio de psicólogos. La idea es levantar una crítica a la Psicología, a la forma en que se la enseña, al papel social del psicólogo. Quizá todo eso es un sueño todavía, no se logró a cabalidad; pero el Congreso puede ser un aporte en esa dirección. Como dijo una pensadora centroamericana que participó en la actividad: “Soñar nos mantiene despiertos”.