Son jóvenes, los mayores tienen 20 años, otros apenas días de existir. Se identifican como payasos, y esta semana se reunieron más de 300 en la cuarta edición de su Congreso Latinoamericano. Ahí los participantes se capacitaron, convivieron y compartieron experiencias.
En cada uno existen dos fenómenos distintos. Son payasos de profesión. Casi todos amenizan fiestas y demás eventos sociales, de ahí obtienen los medios para su subsistencia y la de sus familias. En esos espacios deben des...
Son jóvenes, los mayores tienen 20 años, otros apenas días de existir. Se identifican como payasos, y esta semana se reunieron más de 300 en la cuarta edición de su Congreso Latinoamericano. Ahí los participantes se capacitaron, convivieron y compartieron experiencias.
En cada uno existen dos fenómenos distintos. Son payasos de profesión. Casi todos amenizan fiestas y demás eventos sociales, de ahí obtienen los medios para su subsistencia y la de sus familias. En esos espacios deben desbordar alegría, bromas e inocencia. Y, por otro lado, realizan funciones más serias: responsabilidades personales o familiares.
La mayoría no dejaba de reír durante la inauguración del evento cuando sus compañeros realizaban sus respectivos espectáculos. A excepción de Molinillo. Sus labios caídos contrastaban con las encorvadas sonrisas de sus compañeros. Ser payaso es algo serio, dijo. Y explicó que su personaje, el payaso “Trampa”, se encarga de recordar que atrás del maquillaje del payaso hay otro protagonista. Ese que interpreta el mayor acto: el de la vida.
Pero, con un dejo de jocosidad, Molinillo advirtió: "Recuerden, mientras haya niños habrán payasos. Y por eso, por favor, sigan haciendo niños".