Puros noventeros difuntos

Fue en esa época y a principios de los noventa cuando se desarrollaron los instrumentos de esta nueva política en forma de incentivos fiscales, así como de acciones para promoción y desarrollo de oferta exportable especialmente en el área agrícola. Se minimizó el papel del mercado interno aduciendo un reducido tamaño y no se tuvo la claridad necesaria para privilegiar lo regional (sudeste de México y Centroamérica) respecto de lo multilateral sino hasta varios años después, ya entrado el siglo XXI, abandonado el proceso del área de libre comercio de las Américas y entrampada la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio.

De esa época para acá, los temas de negociación comercial han variado mientras el Gobierno no se apega a un norte claro a pesar de tener enunciada la política comercial. Y los sectores siguen preocupados por los aranceles y las cuotas con una visión proteccionista mientras los nuevos escenarios de negociación plantean temas como comercio y ambiente, propiedad intelectual, derechos laborales y otros que son nobles en apariencia pero perversos en esencia. Mientras esto pasa, es un cuarto de siglo lo que llevamos atrasados en materia de enfoque del comercio internacional. Y como si eso fuera poco, pretendemos que la promoción de las exportaciones y la atracción de inversiones serán la fórmula mágica para generar empleos y todas las externalidades positivas que nos permitan generar un desarrollo sostenible.

No se puede seguir dando tumbos de primerizos en una situación como la actual. Se debe ratificar o cambiar la política económica que pretende generar desarrollo. Si vamos a apostar por la promoción de exportaciones, debemos hacerlo en serio y empezar a remover los obstáculos macro, meso y micro que esta actividad encuentra ahora, presa de condiciones que limitan su competitividad y que afectan incluso más que la incertidumbre sobre la forma y el tiempo de renovación de los incentivos. Un buen ejemplo para empezar es la expoliación que sufren los exportadores a manos de las navieras. Y ya no digamos cómo mantener niveles de competitividad en cadenas productivas castigadas por vaivenes de precios internacionales y de tipos de cambio apreciados.

Mientras nos revolcamos en las dudas y las inacciones diseñando las estrategias y encontrando las soluciones que se necesitaban hace 25 años, vamos de retroceso y en picada, hablando pajas multilaterales y resignando los liderazgos regionales. No creo que el modelo esté agotado. Lo que pasa es que lo hemos ahogado. No hemos podido darle paso a una estrategia equilibrada que genere y reparta riqueza usando el plan que se había trazado.

Revisemos con una visión estratégica lo que se debe hacer y que se hagan los ajustes necesarios, ya que las situaciones de degradación económica, ambiental, humana y social no deben ni pueden proseguir, y menos mientras acá andamos adivinando el pasado y en el resto del mundo preparan el nudo de la horca que todavía piensan terminar de ponernos.