Esta angustia se agudiza cuando escucho las canciones del género que en general se denominó “música de protesta”. Compuestas en el fervor político de décadas pasadas, esas canciones audaces que hicieron y encendieron los corazones jóvenes de quienes hoy tienen 50 años o más.
Niego la visión simplista que antes todo era mejor, y que ahora el mundo, en especial la juventud, está echado a perder. El anhelo se despierta en mí cuando le doy vueltas a la idea que, como en todo momento de la historia, los jóvenes de hoy no están vacíos y que igual que hace 30 años, o igual que siempre, con sus formas y medios particulares, bulle en sus corazones el fervor por un futuro mejor. Esa misma efervescencia que una “canción de protesta” impulsó a los jóvenes de décadas pasadas a salir a las calles a protestar por causas justas y a “tomar la vida en serio”, sigue siendo posible hoy en formas y expresiones distintas.
Pero si es así, ¿dónde están nuestros jóvenes de hoy con valioso y aguerrido corazón, sensibles ante la injusticia y deseosos por mejorar el mundo de hoy y de su futuro, como los de décadas atrás? Por desgracia, las noticias recientes nos muestran represión policial violenta y brutal a una manifestación estudiantil, algo que debería ser ya una aberración del pasado, de los peores y más sangrientos años de la guerra, ha vuelto a surgir trágica y dolorosamente.
Reconozco y advierto con alarma la polémica en torno a la posibilidad que algunos de los jóvenes manifestantes hayan sido manipulados, o la infiltración de personas violentas y armadas. Una situación que requiere analizarse cuidadosamente, de manera independiente y no solo por las autoridades de gobierno. Principalmente porque el gobierno ha demostrado una torpeza descomunal al no poder reconocer que su propuesta de reforma educativa es técnicamente cuestionable, incompleta, pero sobre todo, insuficientemente discutida, excluyente e impuesta. Pero lo peor e inaceptable es que al sentirse cuestionado, suelta su jauría de chacales desalmados para reprimir las manifestaciones estudiantiles.
No se discute la necesidad de una reforma educativa que logre la urgente mejora en la calidad de la educación. Pero la propuesta gubernamental parece más enfocada a resolver problemas laborales de varios sectores, y no incluye soluciones a la exclusión de quienes no tienen capacidad económica para pagar más años de estudio. Así que el estudiantado sí tienen razones legítimas para protestar por una propuesta que no está suficientemente discutida, que puede mejorarse (como cualquier propuesta), pero sobre todo, que puede resultar muy perjudicial para una gran mayoría de jóvenes cuya única oportunidad es el magisterio.
Posiblemente a los jóvenes de hoy les haga falta algo que sí tenían los que se encendían con canciones de protesta y poesía: la capacidad de propuesta y organización. Si la propuesta del gobierno es cuestionable y responde con represión policial violenta y estúpida, entonces toca organizarse y “ponerse serios” con una propuesta que logre contraargumentar la posición gubernamental. Hoy tanto como ayer.
Las muchachas y muchachos de las escuelas normales tienen su prueba de fuego. Tan literal y cruda como la de décadas atrás. Su futuro es el que está en juego, versus los intereses y beneficios de los mal llamados “empresarios de la educación” (como si esta fuera un negocio). Mis anhelados jóvenes, hagan canción y poesía de su protesta, a su modo y formas, pero con propuesta. Y entonces no hay represión que les venza.
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