Sin embargo, en Guatemala su defensa genera un debate ideológico y acalorado, casi como si se tratara de un asunto de fe.
Uno de los casos más recientes fue la discusión de concederle o no exención del impuesto de salida del país a los visitantes que arriban al país en cruceros. Se plantearon los más trasnochados y dogmáticos argumentos a favor de los privilegios fiscales, amenazando con el escenario apocalíptico (¿?) del retiro de las compañías de cruceros.
Como si los turistas que pueden pagar un crucero no tienen la capacidad de pagar un impuesto de US$10. Y si el “trauma” de pagarlo en nuestro país era demasiado hiriente, pues la compañía crucerista bien podía cargarlo en los boletos, como las aerolíneas hacen hoy en día con todos los impuestos que pagan sus pasajeros. Igual, los turistas ni cuenta se darían.
Pero la batalla se planteó encarnizada. En febrero de 2009 el asunto llegó hasta el Gabinete Económico, el cual luego de una breve investigación y análisis de los antecedentes, aspectos legales y económicos, experiencia internacional y otros factores técnicos, llegó a la nada sorprendente conclusión que no era aceptable, menos recomendable, semejante exención para privilegiar a extranjeros que de sobra tienen capacidad económica para cubrir el impuesto que les cargábamos.
La decisión del Gabinete Económico se mantuvo, hasta que en 2010 luego de cambios en las autoridades, los lobistas lograron “quebrar” las voluntades en el Congreso de la República.Esteorganismo, yendo en contra de las recomendaciones técnicas del Gabinete Económico, y contrario a los intereses nacionales, dispuso aprobar un decreto concediendo el vergonzoso privilegio fiscal.
Ojalá el Gabinete Económico se hubiese equivocado, y que esta decisión hubiese constituido un triunfo para la actividad turística en nuestro país. Pero como suele suceder cuando queremos atraer inversión vía privilegios fiscales, los resultados son prácticamente desastrosos.
Según una nota publicada recientemente en Prensa Libre, ese sector se encuentra en problemas. Según las estimaciones del Instituto Guatemalteco de Turismo, este año atracarán 16% menos buques que el año anterior. Sobre esto abundan las quejas de los integrantes de la flamante “Mesa de Cruceros”, por supuesto echándole la culpa al Gobierno. No solo no se incrementó el arribo de los deseados cruceros, sino que perdimos valiosos recursos que bien pudimos haber invertido, precisamente, en infraestructura turística adecuada.
Perdemos de vista que los cruceros a Guatemala no vienen o dejan de venir por los privilegios fiscales. Prácticamente todos los índices de competitividad dicen que los impuestos tienen poca importancia en una decisión de inversión. Seguridad, calidad de servicios y otros factores son los que realmente importan.
La Mesade Cruceros se queja que Roatán recibe muchísimos más cruceros que nosotros. Seguro será porque las condiciones son mejores, y son más eficientes. ¿Cómo podemos lograr para mejorar esas condiciones?
Demostrado está que el sector privado, por sí solo, no lo logrará. Y tampoco tiene por qué lograrlo. Simplemente se requiere mucha más inversión pública, la cual no resulta rentable para un empresario privado (si no, ya lo hubiesen hecho). Pero, con la carga tributaria más baja de la región, el Estado guatemalteco no tiene los recursos para esas inversiones.
Pudimos, en vez de eliminar el impuesto, incrementarlo y destinarlo para invertir los recursos en mejores instalaciones en el marco de una alianza público-privada, financiar los salarios de policías de turismo, autoridades de migración y aduana, para asegurar un tránsito expedito, con criterios de eficiencia y eficacia. Es lo que los modelos exitosos hacen.
El de los cruceros es uno de los casos de privilegios fiscales perversos e inútiles más recientes y vergonzosos. Pero los hay más. Con esos privilegios, vamos a todo galope, pero en la dirección diametralmente opuesta a la competitividad y el desarrollo.
ricardobarrientos2006@yahoo.com
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