A juzgar por una encuesta de Prensa Libre, su nivel de popularidad, pese a los sonados casos de corrupción en su administración y a que purgó una sentencia por soborno y lavado de dinero, es sorprendentemente alto: 75% de aprobación. Ya quisieran algunos gobernantes, como la presidenta Bachelet, tener ese nivel de aceptación. En cuanto a nivel de reconocimiento, todos los encuestados en el área urbana dicen saber quién es, mientras en lo rural, casi 9 de cada 10 entrevistados.
En medio de la peor crisis institucional de la era democrática, cuyo detonante fue precisamente la corrupción, que logró aglutinar a expresiones ciudadanas diversas que presionaron para que finalmente renunciara la hoy exvicepresidenta Roxana Baldetti, Portillo fue invitado a un par de entrevistas en telenoticieros de alta audiencia. Estos le brindaron la plataforma para defender su actuación durante su gobierno, para advertir sobre los riesgos de una eventual victoria del candidato a la presidencia del partido Líder, Manuel Baldizón, y para plantear su posibilidad de participar como candidato a diputado con el partido Todos.
Hablar de corrupción se ha vuelto su especialidad. Como quienes se recuperan de alguna adicción o de algún vicio, comparten experiencias, recuperan todas sus facultades y talentos y los emplean para un propósito mayor. Guardando las distancias, me recuerda a Jordan Belfort. Quien haya visto Un lobo en Wall Street recordará al personaje interpretado por Leonardo DiCaprio, quien luego de terminar su fraudulenta carrera como especulador financiero se convierte en un motivador y escribe sus memorias en las que se basa la cinta de Martin Scorsese. Según Belfort, las regalías de la película han sido donadas a la caridad.
Un análisis elaborado en este medio sobre las medidas adoptadas por Portillo durante su gobierno arrojan más oscuros que claros sobre los mitos de su gestión en cuanto a que el país mejoró en áreas de empleo, salario, seguridad y reducción de la pobreza. El veredicto en realidad no es tan positivo, sobre todo en seguridad ciudadana.
Yo me preguntaba si, dada la convulsión y efervescencia que ha suscitado el escándalo que casi tumba al gobierno patriota, las élites y los estratos urbanos medios se hallan en algún estado de esquizofrenia política en que la gente está interpretando la realidad de manera anormal, buscando diagnóstico de quien sufrió las consecuencias de la enfermedad. Luego pensé que el síndrome de Estocolmo podría explicar mejor esa codependencia y empatía que experimentan los guatemaltecos con políticos harto cuestionados por su integridad. Estos han secuestrado de tal forma las instituciones y a la ciudadanía que seguir siendo encantados por una lengua ágil y una mente aguda podría ser un aliciente ante la incertidumbre.
Pero quizá la respuesta es utilitarista: es el miedo y la repulsa que suscita el solo hecho de pensar que Baldizón podría convertirse en el próximo presidente. ¿Y quién en estos momentos es la única persona que puede influir con un mensaje que resuene más allá de las áreas urbanas? Aunque sea menos conocido que Baldizón por 10 puntos, según otra encuesta de Prensa Libre en el ámbito rural, Portillo bien podría llegar con un mensaje contra la maquinaria roja que mermara parte de la atracción hacia el líder albirrojo. Con su elocuente y carismático mensaje que insista en el fantasma del autoritarismo y en la perpetuación de este en el poder, el expresidente podría ser una pieza clave que, al mismo tiempo que gana simpatías para una diputación suya y de su exesposa, ahorra un gran dolor de cabeza a distintos sectores restando electorado a Baldizón para que las candidaturas de Sandra Torres u otros contrincantes salgan fortalecidas.
Dicen que la política es un juego de suma cero. Pero tal vez este escenario menos enfermizo y más racional represente una oportunidad gana-gana para muchos. En cuanto al show mediático, a menos que la actual crisis componga todo el sistema del cual los medios comerciales son parte, no nos extrañe que en algunos años tengamos en las pantallas a Baldetti o a Pérez en entrevista vendiéndonos la pócima mágica del cambio.
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