En el ya sobrediscutido asunto de los Bonos del Tesoro para pagar una supuesta “deuda flotante” ha caído el telón del primer acto y se comienza a mostrar de nuevo la vocación antidemocrática de quienes nos gobiernan. La comedia presidencial se inició anunciando la inminente necesidad de pagar una deuda nada clara, para luego decir que no era tan así, y que parte de ese dinero sería usado para pagar obras actuales, concluyendo con la amenaza de que si el Congreso no aprueba la deuda se denunciaría a los funcionarios de los gobiernos anteriores que la habían contraído.
Como siempre, la carreta está puesta adelante de los bueyes. Si el gobernante tiene pruebas de delitos en la contratación de esa deuda, su única y exclusiva acción es presentar cuanto antes la denuncia para que se proceda a la persecución penal. Además, si la deuda es ilegal, ¿por qué la necedad y premura para hacerla efectiva? Eso, evidentemente, huele a deuda con financistas de la campaña.
El Ministerio Público tiene ya un hecho y debe ir al fondo del asunto, quien quita y aquí se aparece el hilo que deshaga la madeja del financiamiento ilegal de las campañas electorales.
Pero el segundo acto ya ha dado inicio, y bien puede ser éste el Plan B al que el responsable de la Secretaría de comunicación social de la Presidencia -SCSPR- se refirió hace algunos días pues, según él, el sultanato Pérez-Baldetti siempre tiene un as bajo la manga, un incomunicable plan alternativo. Este acto se inició con la entrega subrepticia de la Inciativa de Ley al Congreso; nadie vio a quien lo llevó y, con el desprecio que ellos tienen por las instituciones democráticas, les enviaron una orden, no una simple propuesta.
En esa iniciativa se mezclaron ya las cosas. Junto a la aprobación de los Bonos, también se pide la aprobación de préstamos que, estando ya contenidos en el Presupuestos de Ingresos y Gastos de la Nación, obviamente deben ser aprobados -aunque ahora se modificado la unidad ejecutora. Y aquí resulta entonces la trampa: si el nuevo operador político (el eferregista/patriota Arístides Crespo) obtiene la mayoría calificada -105 votos- para aprobar los préstamos, se va junto a ello la autorización para los bonos, pero si no la logra y se vota en mayoría simple (80 votos) se podrían acelerar las tres lecturas y ¡zaz! También aprobar los mentados bonos, para que luego algunos de los que votaron a favor digan que no vieron la trampa, que fueron engañados, que su voto fue falseado y que pedirán aclaración, etc., etc. Pero los bonos ya estarían aprobados y todos: Sultanes, diputados, empresarios, y demás interesados, felices y contentos.
Pero también puede suceder que no sea ese el Plan B al que el encargado de la SCSPR se haya referido, pues si el Congreso no vota ese “pequeño endeudamiento” y en consecuencia no se paga a los abnegados y piadosos empresarios de la construcción, el Presidente con ínfulas de Sultán saldrá diciendo que el país está a punto del colapso y que el Congreso está lleno de irresponsables y ladrones, aunque ¡de nuevo! No presentará ninguna denuncia para que se realice alguna persecución legal, pero, como lo ha venido haciendo, paulatinamente y con el apoyo decidido de “sus” diputados -propios y prestados- la descalificación al Congreso se hará cada vez más permanente, en un proceso continuado que tiene todas las características de que, en el momento oportuno (el no crecimiento de Sinibaldi en las encuestas electorales, por ejemplo), se de el zarpazo al estilo hondureño y, para supuestamente salvar al país se cierre el Congreso, la Corte Suprema de Justicia y otras instancias públicas, con la evidente bendición de los tres magistrados de la Corte de Constitucional que ya han demostrado su incondicional apoyo al sultanato.
De cómo la sociedad se movilice y de cómo las coyunturas se resuelvan dependerá que este escenario quede en simple suposición. No obstante, la manera como evolucione el asunto del subsidio al transporte urbano puede ser la pieza que dificulte o acelere la retirada de las máscaras seudodemocráticas que aún cubren los rostros del autoritarismo de quienes nos gobiernan.
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