América Latina tiene un interés natural, junto con el resto del mundo, en el muy esperado informe sobre la CIA y la tortura, elaborado por el Comité de Inteligencia del Senado de los Estados Unidos. La edición desclasificada de 525 páginas, extraída de un estudio que según se dice llegaría a las 6,000, rebosa de detalles espantosos sobre los métodos que la CIA usó después del ataque a las Torres Gemelas para forzar a los prisioneros a que develaran información sobre planes terroristas. Privación del sueño, posiciones estresantes, condiciones de vida inhumanas, alimentación forzada, música a todo volumen, y amenazas de muerte son solo algunas de las técnicas vergonzosas descritas en lo que el New York Times llama un compendio de “brutalidad y engaño”.
Pero a los latinoamericanos podría perdonárseles que pongan los ojos en blanco al contemplar el shock que los ciudadanos estadounidenses declaran tras leer el informe. Después de todo, el hemisferio occidental fue uno de los primeros campos de pruebas de las llamadas "técnicas de interrogatorio mejoradas" de la CIA, métodos diseñados en el apogeo de la Guerra Fría para descomponer a los detenidos y obligarlos a revelar información sobre sus vínculos con los movimientos revolucionarios. Oficiales del Ejército y agentes de policía eran los destinatarios de México a Argentina del adoctrinamiento contrainsurgente estadounidense en la Escuela de las Américas y otras instalaciones de entrenamiento de Estados Unidos. El adoctrinamiento incluía instrucciones sobre cómo interrogar a los prisioneros "enemigos".
Se sabe que dos documentos de entrenamiento de la CIA sirvieron para enseñar a los latinoamericanos cómo torturar. El primero fue el infame manual de interrogatorios para la contrainteligencia KUBARK, escrito en 1963. Ofrecía instrucciones sobre "las principales técnicas coercitivas de interrogatorio: arresto, la detención, la privación de estímulos sensoriales a través de la incomunicación o métodos similares, las amenazas y el miedo, la debilidad, el dolor, mayor sugestionabilidad y la hipnosis, narcosis y regresión inducida" (p. 85).
El manual era implacable en sus recomendaciones sobre la forma de obtener información de los prisioneros. Una sección sobre la privación sensorial sugirió encarcelar a los detenidos en las habitaciones sin estímulos de ningún tipo "en una celda sin luz", por ejemplo. "Un entorno aún más sujeto a control, como un tanque de agua o un pulmón de acero, es aún más eficaz", concluía el manual (p. 90). Los supervivientes latinoamericanos –y sus torturadores– reconocen sin duda la referencia de KUBARK a un aspecto de cómo planificar una sala de interrogatorios: "la corriente eléctrica debe ser conocida de antemano, de modo que los transformadores u otros dispositivos estarán a la mano cuando sean necesarios" (p. 46).
El segundo documento principal utilizado por la CIA y los instructores militares en América Latina fue el Manual de Capacitación de 1983 para Explotar Recursos Humanos, una recopilación de instrucciones extraídas de KUBARK y manuales de campo de inteligencia militar provenientes de la guerra de Vietnam. Aunque el manual se produjo en una época en que los derechos humanos eran oficialmente parte de la política exterior estadounidense, contenía el mismo menú básico de técnicas para infundir temor, ansiedad y miedo en los detenidos. "Al [prisionero] no se le puede dar ninguna rutina a la que se pueda adaptar", decía el manual de 1983. "Desmantelar cualquier patrón posible lo desorientará y hará que experimente sentimientos de miedo e impotencia" (L-9, p. 47).
Lo que podría sorprender a los latinoamericanos sobre el informe del Senado es que contiene una referencia a su propia historia de la tortura. Según el documento, un agente de la CIA sin nombre elaboró el Manual de Capacitación para Explotar Recursos Humanos y, a continuación, lo usó él mismo para dar entrenamiento o realizar personalmente los interrogatorios en América Latina en la década de 1980. "El inspector general de la CIA después recomendó que se le amonestara verbalmente por el uso inapropiado de las técnicas de interrogatorio", señala el informe del Senado. Sin embargo, en el otoño de 2002, ese mismo funcionario no identificado "se convirtió en jefe de interrogatorios en el Grupo de Rendición de la CIA", según el informe.
Así que las técnicas de tortura de la CIA desarrollados en América Latina durante la Guerra Fría no solo se convirtieron en la base histórica de los interrogatorios coercitivos que ocurrieron años más tarde, durante la "guerra contra el terror", sino que uno de los desacreditados practicantes de esas técnicas volvió a encabezar las operaciones de interrogatorio de la agencia en la década de 2000.
La revelación ofrece una lección relacionada con la memoria histórica y rendición de cuentas: no es suficiente saber que en el pasado, los estados violaron las leyes internacionales y los actores estatales cometieron crímenes contra los derechos humanos. Las sociedades –incluida la de los Estados Unidos– tienen que estar dispuestas a desterrar las prácticas criminales en conjunto y castigar a los autores. De lo contrario, volverán para perseguirnos a todos nosotros.
Más de este autor