Casi ninguno de los periodistas online somos nativos digitales. Cuando hacíamos periodismo en las grandes redacciones impresas y nos frustrábamos o nos cansábamos de algunas lógicas y de algunos gastos de energía que creíamos innecesarios, planeábamos ascender en esos medios para reformarlos.
Cuando no pudimos, quisimos haber heredado un periódico o una fortuna para comprar una imprenta, pero como no teníamos ninguno de ambos, volteamos a ver a ese nuevo ecosistema, ese medio ambiente indómito que llamamos mundo digital.
Es que en parte nos diferenciamos de otros oficios porque nos apellidamos perseverantes.
Como no teníamos nada que perder, nos metimos con más decisión a hacer el periodismo que soñamos y a aprovechar las ventajas, lo desconocido y lo cool de internet.
Fuimos algo así, burlándonos de lo que nos acusan, como unos guerrilleros del periodismo. Pero no unos guerrilleros que quieren quedarse marginales en la selva, sino unos que queremos revolucionar, reinventar el periodismo.
Esta frase no la inventamos, sino la tomamos de la directora de 100 Reporters, ex periodista del New York Times, cuyo portal también tienen Creative Commons.
No somos tan especiales por trazarnos esta empresa de reinventar el oficio. Una tarea que es más sencilla cuando un medio como Plaza Pública nace en el seno de una universidad, como la Universidad Rafael Landívar. Y es que el periodismo, como la sociedad y la democracia, evolucionan y necesitan reinventarse. Como lo hicieron o siguen haciendo los abridores de brecha desde el centro, como The Guardian, El País, el NY Times o The Atlantic; o en la periferia como Semana, Piauí, SoHo o Proceso; o como intentamos hacer ahora, desde el centro y la periferia, esta camada de periodistas e instituciones que combinan experiencia con ganas de comerse el mundo, como ProPublica, MediaPart, CIPER, IDL-Reporteros o nuestra biañera Plaza Pública.
Todavía nos falta inventar un modelo financiero sostenible –no existirá para siempre en América Latina (la Open Society Foundation que financia parte de los medios online independientes latinoamericanos)– y todavía nos falta mucho trecho para satisfacer las exigentísimas demandas de lectores y lectoras con más acceso a información y criterio, con más demandas de horizontalidad.
A pesar de estos retos inmensos, nos parece, o más bien estamos seguros, que, de momento, nosotros los periodistas e instituciones que estamos haciendo periodismo desde medios online –en especial esta generación del boom– tenemos más futuro que otras plataformas. Tenemos más futuro, entre otras cuestiones, porque cada generación (de periodistas, pero en especial de lectores) tiene estándares más altos de ética.
Estos estándares más altos de ética nos hacen querer y ofrecer y exigirnos parámetros más altos (no absolutos) de independencia, parámetros más altos de rigor, más altos de calidad, más altos de transparencia, más altos de horizontalidad, más altos de innovación, más altos de vanguardia.
Que tengamos estándares más altos, naturalmente, es relativo y no lo es. Es relativo porque la generación de nuestros hijos y nuestras hijas tendrá estándares más altos que nuestra generación. Es relativo porque ha habido colegas con más vueltas al sol cuyos estándares de ética son como faros irreversibles, y porque hay colegas en los medios tradicionales, muchos de nuestros maestros, con estándares de ética elevadísimos. De hecho, sin el buen periodismo del siglo XX y de los últimos tres lustros, no sería posible este periodismo.
Y es que el oficio periodístico, sea en papel, en televisión, en internet o en una plaza, tiene en todo el planeta unas mismas reglas básicas, y por lo tanto difíciles de alcanzar y más difíciles de mantener: buscar la verdad y llamar a las cosas por su nombre.
Estos estándares de ética no son relativos porque hay factores afuera de nuestras cabezas, de nuestras reflexiones, que son tangibles y que nos obligan a elevar estos estándares. El primero son las exigencias de los lectores para sobrevivir en este ecosistema.
Un segundo es que nosotros en Plaza Pública no nos comparamos sólo con los estándares de otros buenos medios en Guatemala. Nos comparamos con El Faro, con ProPublica, con La Silla Vacía, con Anfibia, con El País, con JotDown, con el NewYorker, con Piauí. Porque nos inspiran y porque son mejores que nosotros, pero también porque queremos ganarles los premios, a algunos de sus periodistas y el tiempo de sus lectores.
Por estas razones y otras que somos incapaces de traducir de nuestro instinto y nuestro optimismo es que creemos que el periodismo online –ese que habita en internet al principio por necesidad y ahora por placer; y que habita sin los complejos y la obsolescencia de algunos medios tradicionales–, por estas razones es que estamos seguros que el periodismo online no es una alegría pasajera sino el mejor futuro para el periodismo, para nuestras democracias y para nuestras sociedades.
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