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Pequeñas cosas que no cuadran

Él solo confirma que en su existencia nunca su propósito fue ser presidente, mucho menos atender asuntos gubernamentales, o involucrarse en las carencias del Estado. “La situación del país me llevó a dónde estoy”, resulta su tara más conocida.
En anteriores campañas, la premisa de Suger, antes de aceptar ser el candidato de un partido político al que pudiera considerar de “intachable”, era: “mi nombre es mi bandera y no un partido político”.
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Pequeñas cosas que no cuadran

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Una nublada noche de junio de 2011, en medio de una campaña en la que el candidato Eduardo Suger mencionó que le gustaría ver al ejército tomar el liderazgo en el tema de seguridad, dos ex guerrilleros –nostálgicos, barrigones, empedernidos bebedores- de apellidos Sánchez y Gramajo acordaron platicar en el bar El Europa de la zona 1.

La charla, acompañada de whisky, tocó el tema del exilio, la guerra, los años ochenta, las montañas. De cómo por las noches, subiendo cerros tupidos de vegetación, lo único que veían en la oscuridad era “el trasero de Gaspar Ilom guiando a un pequeño regimiento”.

Conversaron además de una reciente entrevista que había realizado un diario local al ex guerrillero y crítico de la izquierda Mario Roberto Morales, donde afirmaba que la guerra, mucho antes de la firma de la paz en 1996, ya se había perdido desde 1982.

–El ejército nos jodió –dijo Sánchez al recordar aquella nota. Mencionó luego algo sobre espionaje, y que en el fondo él sentía que las líneas de comunicación de la insurgencia habían estado intervenidas; los escuchaban; los “jodieron”.

Aquellos años, los primeros de la década del ochenta, se recuerdan claves en la tecnificación, todavía un poco primitiva, del ejército de Guatemala. Un físico-matemático egresado del Swiss Federal Institute of Technology, con un master en Física Teórica y un doctorado en Física Molecular de Grupos, de nombre Eduardo Suger Cofiño –bien parecido, rebasando un poco los 40 años de edad–, había empezado a asesorar y formar académicamente, mediante programas educativos de matemática, a las fuerzas armadas de Guatemala.

La motivación e interés por el tema militar fue explicada por el doctor Suger en una entrevista de 2007, meses antes de las elecciones a la presidencia en las que él mismo competía de la mano del partido Centro de Acción Social (CASA). El candidato narraba la manera en que las universidades, en los años ochenta, rechazaban y apartaban de la educación a un sector importante como el ejército.

Un compañero de trabajo (un profesor de la Universidad Francisco Marroquín) le comentaba, en este sentido, que si en el aula se sentaba “un chafarote” se negaría a dar clases. Suger contraargumentó: “Si los chafarotes no reciben clases, ¿cómo van a ser menos combativos?”. Y con esa respuesta, su vida daría un vuelco y empezaría a estar relacionada con militares de la época, obtendría incluso el grado de teniente-coronel asimilado (no el de coronel, como dice su hoja de vida y les gusta divulgar a sus hinchas, pues este está vetado a los civiles), su nombre figuraría en la política de décadas recientes y en la enseñanza universitaria de alto nivel a través de programas educativos en el ejército, y todo ello, haría eclosionar un empeño en el que no ha cejado desde 2003: el de convertirse en presidente de Guatemala…

La técnica y el servicio

Físico-matemático, inevitablemente algunos especularían sobre la participación e influencia que alguien tan capacitado como Eduardo Suger tendría en la inteligencia militar. O lo catalogarían como uno de los actores del conflicto armado interno que gestaría una estrategia favorable para el ejército una década y media antes de la firma de la paz. El 30 de mayo de 1997, por ejemplo, la revista Crónica publicó en primera plana un reportaje titulado La verdad sobre el General Espinoza, un artículo que por su credibilidad sería usado más adelante por la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala en documentos y proyectos para la recuperación de la memoria histórica. En el texto, Suger, el “destacado científico”, era vinculado a una red de espionaje bajo encargo del ex jefe del Estado Mayor Presidencial, Marco Tulio Espinoza, y era situado como “el asesor de un control computarizado de la población”.

“Entre sus recursos técnicos se cuenta un centro de cómputo instalado con la asesoría del ejército de los Estados Unidos durante el gobierno del coronel Enrique Peralta Azurdia, el cual se ha venido actualizando de acuerdo con cada generación tecnológica. En los años ochenta, este centro de cómputo operó desde la antigua Escuela Politécnica”.

De esta forma, la Sección Técnica del ejército aparece mencionada en el informe Guatemala, nunca más, del Proyecto Interdiocesano para la Recuperación de la Memoria Histórica (Remhi), presentado el 24 de abril de 1998. El nombre de Eduardo Suger aparece también. “La técnica al servicio de la violencia”, es el subtitular donde se describe la participación del “destacado físico-matemático”.

“Sí, es cierto que yo llegaba al centro de cómputo del Ministerio de la Defensa, pero era para dar clases de matemática”, justificó el candidato hace cuatro años.

Hoy, en su tercer intento por ocupar la presidencia, esta vez de la mano del recién formado partido Compromiso, Renovación y Orden (CREO), el incremento de elementos militares, preparar mandos y cuadros operativos de la PNC con el apoyo del Comando Superior de Educación del Ejército, como fortalecer la inteligencia del Estado, continúan siendo un tema central en la campaña electoral de Eduardo Suger. Justamente cuando nostálgicos ex guerrilleros como Sánchez y Gramajo dicen “ahora entiendo muchas cosas”.

Sin querer a la política

Hasta hace ocho años, el nombre de Eduardo Suger sonaba bastante remoto, desconocido para la gran mayoría de guatemaltecos. En las cúpulas de poder, no obstante, lo ubicaban por sus aportes académicos y tecnológicos en las fuerzas armadas. Su amistad con varios jefes militares también lo hacían notable.

Durante el gobierno de Álvaro Arzú (1996-1999), Suger fue conocido como una de las figuras que recomendó al Coronel Marco Tulio Espinoza para ocupar el cargo de Jefe del Estado Mayor Presidencial. Un personaje que en el informe preliminar de MINUGUA del 20/5/97 fue señalado indirectamente de ser el responsable de la desaparición de Juan José Rodas, alias Mincho, militante de la ORPA, involucrado en el secuestro de la señora Olga de Novella, en agosto de 1996.

En el ámbito académico, por otro lado, el nombre de Eduardo Suger es algo que siempre ha infundido respeto. No en balde el currículo que proporcionan los encargados de comunicaciones de su campaña es un mamotreto de casi 10 páginas que intenta narrar (casi explicar) una vida dedicada a la enseñanza, a la implementación de proyectos en el área rural, donde solo falta añadir la “Presidencia de Guatemala” a una lista llena de logros y reconocimientos; tan loables como el haber dirigido y fundado facultades y universidades dedicadas a la ciencia en el país; o tan mínimos como cuando indica: “La Alcaldía Municipal de Sanarate, El Progreso, lo declaró Visitante Distinguido”.

Lo cierto es que Eduardo Suger ha ido labrando y agenciando una presencia política cada vez más reconocible. Aun si no deja de ser complicado entenderlo como político.

Él solo confirma que en su existencia nunca su propósito fue querer ser presidente, mucho menos atender asuntos gubernamentales, o involucrarse en las carencias del Estado. “La situación del país me llevó a donde estoy”, resulta su mantra más conocido.

Y es difícil imaginar que un candidato use este tipo de declaraciones como estrategia de debate, postura ideológica y presentación de sí mismo.

El éxito lo ha definido muchas veces en una sola frase: “estar en paz uno mismo con sus anhelos”. Aunque a medida que su carrera política ha ido avanzando con los años, tribulación y ciertos gestos de impaciencia –en foros televisados y en varias entrevistas– han podido evidenciar una insatisfacción grande en lo recóndito de su persona, de sus anhelos, de lo que quiere y busca en lo político sin nunca haberlo querido.

Pequeñas cosas que no cuadran. A ratos, Suger se contradice.

Como lo esbozó en una línea el periodista Juan Carlos Llorca, “su tren de pensamiento es similar al de mi tía Eduviges y divaga más que el abuelo de los Simpson”.

Político-matemático

A sus 73 años, Suger ya no es el de antes. Y si gana las elecciones se convertiría en el presidente más viejo de la época democrática de Guatemala.

Un amigo periodista lo conoció –“casi intacto, lúcido y definitivamente un bromista poco eficaz”–, a finales del año 2003.

Era un año de elecciones y la palestra de postulados a la presidencia se adornó con este nuevo personaje arropado por la reciente fundación –hacía 3 años–, de una flamante y tecnológica universidad construida en el fondo de un barranco de la ciudad de Guatemala.

Decía que era físico-matemático, que nada le parecía imposible y que su nombre era José Eduardo Suger Cofiño.

Cuando lo dejaban, comparaba la realidad de Guatemala con la de otros países, lejos, industrializados, y trataba de aterrizar todo desde una cultura nacional. Analizaba y decía que se acababa de dar cuenta que cambiar al país desde la educación le tomaría mucho, mucho tiempo.

Hablaba también de su vida en Europa, de su breve carrera en IBM, o de su doctorado en Estados Unidos. Había nacido en Suiza –hijo de madre guatemalteca– en 1938, pero que “al nomás cumplir un año” estaba en Guatemala a consecuencia de la II Guerra mundial. Y, aunque ingenuo en eso de la política, tenía cara de buena gente, “de abuelito buena onda”. Y toda Guatemala lo empezaba a conocer.

Quedaría, sin embargo, en un séptimo lugar el día de las votaciones de ese año. (Su partido era un extraño “acuerdo” entre el empresariado y la izquierda fragmentada, gestado por el Partido Liberal Progesista –propiedad del ex delegado de Guatemala ante la Asamblea General de Naciones Unidas, Acisclo Valladares Molina– y el partido Desarrollo Integral Auténtico– de los hermanos Rolando y Sandra Torres Casanova–.) Por lo que luego se esfumó de todo ámbito político y regresó a dar clases, a continuar con la academia.

La crítica hace hincapié en este acto de desaparición que Suger realiza cada 4 años. “Simplemente se refugia en la universidad, en la ciencia, sin mezclar, la institución y la política”, me explica, muy amable, Luis Urbina, el encargado de las relaciones públicas de la universidad Galileo.

Lo hizo así en 2003. Y luego en su segunda contienda electoral de 2007, de la mano del partido CASA, cuando quedó en un cuarto lugar (7.45% de los votos).

Y cuando pierde, “el Doctor regresa a lo que más le gusta. A dar sus clases, que extraña, pues cuando está en campaña, cada cuatro años, deja de trabajar como maestro”, indica Urbina. “Y regresará cada vez que pueda”.

–¿Pero… cómo es una clase de Eduardo Suger? –pregunto a Darwin Berganza, un amigo que “huyendo de un país horrendo”, estudia Ingeniería en el Instituto Politécnico Nacional del Distrito Federal, México. Antes de largarse, él estudió Ingeniería de Sonido en la Universidad Galileo.

–¿Cómo daba clases el Doctor Suger?

–Bueno –responde Berganza en un correo durante una fría madrugada–, las clases que recibí con él fueron una especie de "mini curso rápido", ya que, según el Dr., a él le gusta ayudar a los estudiantes de primer año.

–¿Habló alguna vez de política?

–No sé mucho sobre el porqué de su incursión en la política, por lo menos yo no le veo madera de político, pero si sé que como profesor es muy bueno. No sólo domina muy bien la física-matemática, sino que puede trasladarla con mucha facilidad a sus estudiantes. Recuerdo haber amarrado muy bien en mi mente el concepto de un diferencial (dx, dt, etc.) cuando el Dr. lo explicó. Lo que también recuerdo es que el Dr. no es precisamente el tipo con más personalidad de Guate, ya que tiene un tono bastante pesado y gritón, estilo dictador, y aunque quiere en algunos momentos tener algún sentido del humor en sus conversaciones, por lo menos a mí nunca me sacó una sonrisa con sus chistes. No sé si conociéndolo de manera más personal, pero creo que en el fondo no es un tipo tan duro, quizás solo es un poco conservador y mal educado por los europeos germánicos.

En efecto, Suger estudió con Pauli, un físico austríaco, de quien recibió cátedras durante su estancia en Suiza. “Estudié con Wolfgang Ernst Pauli, el que propuso un cuarto número cuántico necesario para poder especificar los estados energéticos del electrón”, me dijo, un Suger amable, la única ocasión en que su círculo de protección me dejó acercarme y hacerle una pregunta; una duda sobre física.

Preguntas sin contestar

A pesar de lo que uno supone, resulta difícil acercarse a él. El partido CREO protege a su candidato. “No quieren que lo hagan quedar mal de nuevo en una entrevista, que lo confundan con preguntas largas, mal hechas, con saña e innecesarias”, me dice uno de sus allegados. “No quieren a Plaza Pública (por la entrevista que se le hizo a Suger), a Martín Rodríguez en específico. Pero vos tenés que pagar los platos…”.

Y por eso, preguntas sobre una infancia en la década de los cuarenta, con escenarios de calles cercanas al parque Colón, y el alboroto político que creó la revolución de octubre de 1944, quedan sin contestar. O cómo vivió Eduardo Suger (más allá de los estudios y con 18 años de edad) el reencuentro con su padre, Emilio Suger, en Suiza; su servicio militar en Zurich que muchos consideran como su primera estimulación por el ejército; y el exilio de su madre, Estela Cofiño, en el Perú… son cosas que quedan sin respuesta.

O más sustancioso, en un momento en que economistas evalúan su plan de gobierno y aseguran que posee un desconocimiento de la situación actual de las finanzas públicas, queda nulo preguntar –sabiendo que el candidato es fundador de la Escuela Superior de Economía de la Universidad Francisco Marroquín– sobre su estrategia en la que plantea asignar más recursos a los ministerios sin adquirir más endeudamiento, “sin incrementar impuestos”, “apostando por un Estado mínimo que delegaría su papel gestor en la política económica para remitírsela al sector privado”, como ha dicho infinidad de veces en diversidad de foros.

O nulo, también, cuestionar la crítica general que ha emprendido Suger por los “ismos” y las escuelas más importantes de pensamiento, a las que cataloga como decimonónicas, retrógradas y diferentes de la sociedad guatemalteca, en tanto explica que lo que quiere es “crear nuevas formas de pensamiento”.

Todas son preguntas sin contestar, sin argumento más allá de la generalidad.

–Es que no queremos que quede mal, no. Quién más lo cuida es el gerente de la rectoría de la universidad, su secretario personal– confirma, por teléfono, alguien de su partido.

–¿Julio Santeliz?

–Sí.

Poco solitario

Alrededor de un político siempre hay figuras omnipresentes, extrañas, que ven con desconfianza en todas direcciones. Julio Santeliz es esta persona en la figura política de José Eduardo Suger, un protector, del que nadie que lo conozca parece querer decir más de una palabra de él: “no”, “complicado”, “eficiente”, “aplicado”, “(...)”. Y son comentarios que ocurren cerca de otras figuras del partido. Pero más desde la universidad.

Suger, eso sí, nunca está solo. Lo cuidan.

Además de Santeliz, a su alrededor siempre está –aunque un poco frío– el secretario general del partido, fundador de la empresa de taxis Corporación Amarillo, S.A Rodolfo Neutze; a veces, lo acompaña la candidata a la vicepresidencia, la jurista Laura Reyes, a quien la Cicig relaciona con Roberto López Villatoro; u otras, una candidata a diputada del listado nacional, la educadora Miriam Pineda; y aunque extraño, aunque no pertenezca al partido, la periodista Karina de Rottman es una persona infaltable, una sombra, la que más sufre con su maquillaje en los recorridos de mercados y colonias marginales.

Otros fundadores del partido más jóvenes como Richard Lee Abularach, Paul Briere o Jorge de León, prefieren la compañía del candidato a alcalde: Roberto González.

En anteriores campañas, la premisa de Suger, antes de aceptar ser el candidato de un partido político al que pudiera considerar de “intachable”, era: “mi nombre es mi bandera y no un partido político”. DIA-PLP lo invitaron a ser su candidato en 2003 y él impuso esta condición. CASA, en 2007, hizo lo mismo y recibió el conocido ultimátum. En ambas oportunidades aceptaron los lineamientos de Suger.

Felipe Pérez Santos es uno de los fundadores, desde el año 2006, del partido CASA que surgió desde Quetzaltenango. Él recuerda el día en que invitaron a Suger a participar en la contienda electoral de 2007. “Queríamos una figura capaz de incluir a todos los sectores. Nuestra ideología era y ha sido nacionalista, es decir, ni izquierda ni derecha ni centro; incluye a todos. Por eso cuando se consultó a las bases sobre el Doctor, todos estuvieron de acuerdo”.

Cuando perdieron, cuando Suger regresó a su universidad en 2007, se propusieron volver a intentarlo cuatro años más tarde. Esta vez, cuando lo invitaron, Suger les diría que no. “El Doctor nos dijo que necesitaba dinero. Platales. Que por eso se iba con los azucareros, con CREO”, dice Pérez Santos.

La defensa “aclaratoria” viene del secretario general de CREO, Rodolfo Neutze, al preguntarle: ¿Cuál fue el criterio de CREO para invitar a Suger y ser fundador como también su candidato?

“El Doctor Suger no fue ‘invitado’ a ser fundador. Se vieron los resultados hace 4 años y se vio que había mucha correlación entre los perfiles de Roberto González y Eduardo Suger, y ambos decidieron fundar un partido juntos. Por su experiencia anterior el Doctor se dio cuenta que ser invitado a un partido no era la mejor manera de ser un candidato eficiente. Por lo tanto se animó a formar parte de CREO desde su fundación”, responde.

Y si se le pregunta, Suger guarda silencio. Lo que ha dicho en alguna entrevista, es que todos los proyectos, en su debido tiempo, le parecieron “interesantes”.

Y su mutismo –al igual que el de todo el equipo de CREO (y CASA)– se incrementa una vez que, como señala un cable de Wikileaks, publicado por Plaza Pública, uno se atreve a preguntar sobre lo ocurrido hace cuatro años, cuando su ahora rival, Otto Pérez Molina “había hablado con Suger, líder del derechista partido CASA, que obtuvo 300,000 votos urbanos, y pensaba que podía contar con el voto de los de CASA para la segunda vuelta”.

La educación que lo es todo

“El ariete de Suger ha sido siempre la educación”, me dice Sigfrido Cu Pérez, del Sindicato de Educadores de Guatemala, en una breve charla luego de un foro de minería a la que Suger no asistió. Cu, junto a algunos de sus compañeros del sindicato, querían ver al Doctor, saludarlo.

Es espinoso, por grado de dificultad, pensar que en este contexto electoral una de las mayores propuestas del partido CREO es la reforma a la currícula de primaria, secundaria y diversificado. A Cu Pérez, y los maestros que le acompañan, les preguntó grosso modo su opinión: ¿Cómo percibe el gremio de educadores la figura de Eduardo Suger, a pesar de que ha sugerido que los maestros son deficientes en la manera de educar?

–Yo creo que hemos estado un poco abandonados. Su propuesta resulta interesante. A Suger lo conocimos educándonos. Uno de sus intereses ha sido regalarnos algunas becas. Lo vemos como un maestro, y difícilmente como científico.

Es en este sentido que Suger muestra su lado más pragmático, más cómodo. Es su zona de confort. Al hablar de educación, su correlación de ideas establece un proceso acucioso de ubicar parangones, referencias, y un marcado gusto –ya como conocida parte de su personalidad– por la anécdota.

Las ciencias sociales son para él “lógicas borrosas”, que necesitan de “un orden claro de ideas para explicar y analizar lo que sucede”. “En las ciencias naturales, pasa otra cosa, y es que existe un orden. El caos de las lógicas borrosas son la posibilidad de una nueva teogonía, una posibilidad de un nuevo orden de ideas”, dice la mayor parte de las veces en que da una charla inaugural en su universidad.

–¿Se entiende, desde el contexto actual de la educación, el enfoque académico que propone Suger?

–Claro, claro, no tanto. Pero hay que recordar que él es un idealista– responde Cu Pérez.

En realidad, el gremio educativo entiende. Lo que no sabe es cómo. “Cómo lo hará…”.

“Lenguaje, comunicación y matemática serán obligatorios en la primaria, al igual que los idiomas inglés y español. Asimismo, habrá enseñanza en idiomas mayas. Los maestros tendrán opción de obtener licenciaturas en cualquier universidad del país y acceder a un aumento de sueldo, según el beneficio que produce”, explica el plan de Gobierno.

Aunque no es concreto, su apuesta educativa pretende ser su movida principal. Algo ecuménico, mezclado con cada uno de los temas de interés nacional. Y más que indicios, “es el futuro”, como ha dicho Suger al plantear –con su pequeño dedo índice sobresaliente, tambaleante e impositivo– educación/seguridad, educación/economía, educación/salud, educación/alimentación, educación/justicia, educación/educación. A fin de cuentas, como comenta Sigfrido Cu, “la educación lo es todo, pero dependerá de otros factores”.

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