Otro 20 de Octubre

Particularmente, me gustó una serie de fotografías en blanco y negro en las cuales varios intelectuales jóvenes, mujeres y hombres, fueron retratados con una camisa abierta, como un recuerdo simbólico de la forma en que Árbenz fue expulsado del país. Véase como se quiera, este simple acto (el de nuestros intelectuales), demostró que sí existe una nueva generación que valora los aciertos que se dieron durante esos diez años de revolución.

Porque existen épocas –y considero que esta es una de ellas—, en las que los acontecimientos que se dieron hace 70 años, en 1944, cobran mayor relevancia. Sobre todo cuando se observa cómo los políticos que hoy nos gobiernan están generando, paso a paso, alianzas políticas y acciones maquiavélicas para colocar en puestos públicos clave a sus amigos y colaboradores, con el fin de lograr sus objetivos en las próximas elecciones. Debemos no obstante reconocer, que no solo lo logran porque tienen el poder,  porque tienen la experiencia necesaria para esta clase de manipulaciones, porque cuentan con redes de diversa clase y, a la vez, porque existe una sociedad civil desarticulada, hasta cierto punto indiferente, incapaz de hacer escuchar su voz de manera efectiva, persistente y lo suficientemente fuerte como para defender sus derechos individuales y colectivos.

Y si veo atrás, hacia esa Revolución de Octubre del siglo pasado, y reconozco lo que hicieron sus protagonistas, lo que más me “mueve” de ellos, además de los logros sociales, económicos o culturales que se hayan implementado, es esa actitud tan humana de fe en los actos propios y ajenos, de solidaridad y entusiasmo, de cuestionar sin caer en el servilismo ni el envilecimiento, de no estar ligados más que con el compromiso, el deseo intrínseco de trascender y luchar individual y socialmente porque Guatemala fuera un lugar digno para vivir en paz.

Es cierto, la Revolución del 20 de Octubre no fue un período perfecto. Pero si algo debe persistir, creo, es la visión colectiva de nación que surgió entonces. Esa visión de luchar por beneficiar al país entero, y no solo al  grupo de turno en el poder. Fue una etapa en la que por primera vez  Guatemala se vio a sí misma en el rostro del éxito económico, político, cultural y social. Los políticos estaban mayoritariamente al servicio del pueblo, la ley al servicio de la justicia, la educación para beneficiar al ser humano integral, la salud al alcance de los ciudadanos,  la cultura como una muestra de la efervescencia creadora. La mayoría de ciudadanos se levantaban con la alegría de trabajar para hacer de este, un verdadero lugar de la “eterna primavera”.

La Historia fue otra. Pero nos queda la certeza que hubo fe, esperanza, sueños y quienes los vivieron. Tal vez las nuevas generaciones puedan, algún día, unirse y ser esa voz que en conjunto tome el legado histórico de esos diez años.