En Argentina, Brasil, Chile y ahora Guatemala, las mandatarias se han visto envueltas en líos relacionados con corrupción, lo cual nos demuestra que estos escándalos no son exclusivos de hombres y que ni a ellos se encuentran inmunes las mujeres. Entonces, el factor común hay que buscarlo en los sistemas y en sus elementos: las empresas públicas, el tráfico de influencias que envuelve a familiares y amigos, los negocios de los no esforzados ni competitivos empresarios que crecen a la sombra del Estado. Asimismo, en los instrumentos del sistema, como las leyes que dan barniz de legalidad, mas no de legitimidad, a la relación con la administración pública, al exceso de regulaciones innecesarias y a la discrecionalidad para imponerlas.
La Ley de Compras y Contrataciones, por ejemplo, que crea una serie de requisitos que si los cumplen los honrados ya no participan en los negocios públicos, lo que origina la corrupción de la anticorrupción. Asimismo, todos los sistemas para transparentar el funcionamiento de las finanzas públicas, que cuando se cumplen al detalle retrasan la ejecución presupuestaria y con los cuales, al caer en cuenta de cómo operan las municipalidades y otras instituciones, usted se da cuenta de que lo rodean todo con desparpajo y cinismo sin que sufran consecuencias.
O las empresas gubernamentales, que vemos cómo ahora en otros países y antes acá desmerecían la calidad en la prestación de los servicios públicos y creaban condiciones y puestos de inmenso poder, además de oportunidades para negocios personales y otros relacionados con los partidos políticos de turno en el Gobierno.
O la colección de detallados y estúpidos requerimientos sin fundamento que se aplican para el paso de mercancías en puertos y fronteras, que pueden ser estúpidos y sin fundamento pero jamás inocentes, en el nombre de la salud, de la seguridad, de la moral y de cuanta cosa loable se le ocurra, pero que en el fondo pretenden mantener la maraña de dificultades que permite sostener y encubrir redes de corrupción con sus fuertes en otros temas.
El tema no es de género ni de oportunidades ni de coyuntura. Es un tema de sistemas, de justificaciones legales —mas no legítimas— y de estructuras que no se desarman con solo sustituir una o varias bandas para ser sustituidas por otra u otras bandas, sino con simplificar al máximo la telaraña de los sistemas, pues así podrá verse con menos dificultad cómo el negocio con el Estado y del Estado sigue haciéndose.
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