Había dónde estudiar y tuve la oportunidad, dado que no nací patinando en plata, de recibir esa educación de manera gratuita. Como estudiante, pude trabajar en la universidad en mi área de interés. No necesité un automóvil durante todos esos años y me alimenté de “shucos”, sopas instantáneas, coca-cola y snickers, sin morir en el intento. Bebí a escondidas con los compañeros en algún laboratorio, nos rifamos los personajes de los thundercats, batman y demás, al mismo tiempo que teníamos contacto con importantes científicos que venían al país. Se podía asistir a talleres de alto nivel sin tener que buscar mucho. Los contactos estaban aquí y nos mantenían bien informados. La educación fue lo suficientemente buena como para conseguir que alguien me pagara por estudiar en otro país. Muchos contarán variantes de la misma historia. Fue nuestra vivencia de estudiantes y, cuando la cosa se ponía difícil, mirábamos a los que hicieron lo mismo antes que nosotros para recorrer los caminos que ayudaron a crear o abrir nuevos a partir de sus experiencias.
Cuando se llega al otro lado, es decir, cuando dejas de recibir y te toca dar, trabajar y pelear para asegurar que más personas tengan la oportunidad de hacer lo que tú hiciste, para garantizar que la gente se entere de que hacer ciencia es una opción, para velar porque la inversión que se hace en la formación de un científico guatemalteco pueda ser recuperada y multiplicada en Guatemala, el panorama se transforma en otra cosa. Hay que ser muy cuidadoso: estrellarse repetidamente contra esta realidad puede hacer que uno ruede a gran velocidad por la pendiente del pesimismo y el desencanto. Es entonces cuando mi admiración por los que llevan muchos años más que yo en esa lucha crece, es entonces cuando busco algo que me ayude a recordar por qué hacemos esto.
En este punto mencionaré a dos instituciones que conozco y que tienen la responsabilidad y la obligación de hacer ese trabajo del que hablo. Primero, el CONCYT, ya discutido en mi columna pasada, baste con decir que contribuye cada vez menos al desarrollo de la ciencia básica. Hace algunos años tuve la oportunidad de pertenecer a la Comisión Técnica Intersectorial de Ciencias Básicas y alguien me dijo que no sabía qué decir al vernos a los más jóvenes ilusionados tratando de hacer algo mientras que ellos, que llevaban más tiempo en eso, sabían bien que nos íbamos a decepcionar una y otra vez. Lo cierto es que tanto ellos como nosotros seguimos en esto desde donde estamos y no dejaremos de exigir al CONCYT que haga su trabajo.
Segundo, la Universidad de San Carlos de Guatemala. En algún momento las autoridades entendieron que la Física y la Matemática sólo podrían desarrollarse plenamente dentro de una escuela independiente. Así, después de años de lucha y esfuerzo, gracias al trabajo incansable de un grupo de personas muy perseverantes, el Consejo Superior Universitario aprobó la creación de la Escuela de Ciencias Físicas y Matemáticas. Celebramos, ¡vaya si no! No sabíamos que lo “fácil” era ponerla en papel. La parte difícil es aprobar el presupuesto. Rápidamente la Escuela dejó de ser prioridad y pasaron los años sin asignar los fondos. Ahora, en época electoral en la Universidad, todo está detenido para nosotros.
Aquí aparece un personaje ineludible que ha hecho todo lo que está en sus manos para favorecer el desarrollo de la ciencia en Guatemala. Me refiero al Dr. Fernando Quevedo. El tipo es nuestro rock star, con toda razón. No sólo ha hecho grandes contribuciones en el campo de la física de partículas y teoría de cuerdas trabajando en prestigiosas universidades y centros de investigación, sino que fue nombrado director del International Centre for Theoretical Physics, institución que promueve el avance de la física en los países en vías de desarrollo. En su calidad de rock star, fue el científico de peso ante las dos instituciones mencionadas y ayudó a gestionar la Escuela y el apoyo del CONCYT en diversos proyectos. Hoy, parece ser que nuestro rock pasó de moda y la Universidad baila con platillos electorales mientras que el CONCYT está marchando al ritmo de los redoblantes.
Recién leí una entrevista que le hicieron al Dr. Quevedo en la que continúa abogando por las causas de siempre. Alienta a los científicos en potencia a tomar la decisión de estudiar lo que aman y el hombre, aún hoy, sueña con lograr algo aquí en Guatemala. Nos recuerda que un país que no invierte en ciencia no llegará muy lejos y nos cuenta de otros países que han decidido apostarle a la ciencia.
Pone en evidencia que nos estamos quedando muy atrás. Sin embargo, todavía es optimista y su optimismo me recuerda por qué hacemos esto y por qué vale la pena. Me lo recuerdan también las decenas estudiantes que se sientan en las aulas que yo compartía sólo con uno o dos, y la misma pizarra en la que todavía dibujan cómics de ellos mismos, como en mi tiempo. Entonces, mientras la Universidad y el CONCYT se deleitan en mantenernos en la retaguardia, nosotros con o sin apoyo institucional, le apostamos a Guatemala. Sabemos, sin lugar a dudas, que nuestra gente es perfectamente capaz de hacer ciencia de alto nivel ¡y esto no es una locura, no es una quijotada! Mientras se pueda, seguiremos resistiéndonos a ser dejados atrás y esa es la mejor forma que conozco de hacer patria.
* Far behind, de la banda Candlebox, del álbum Candlebox (1993).
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