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Museo a cielo abierto vive y crece en la favela

Santos Pinto es periodista y dice que, como tal, no le gusta ser entrevistada. Pero cuando se trata de la historia de su comunidad no le faltan entusiasmo ni palabras. Recorriendo cada recoveco del Morro de Cantagalo, que entre valles y laderas de cerros integra un complejo territorial junto a las favelas Pavão y Pavãozinho, las paredes y casas también comienzan a hablar
Este conjunto de favelas era una de las zonas más violentas del sur de Río de Janeiro, con tiroteos a diario entre bandas de narcotraficantes, hasta que llegaron hace tres años las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), como parte del plan de presencia de la fuerza pública en estos asentamientos, acompañado de mejoras en la infraestructura e iniciativas sociales.
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Museo a cielo abierto vive y crece en la favela

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Desde la historia, la vida cotidiana y el arte popular, hasta los paisajes más bellos de esta sudoriental ciudad brasileña. Todo ello es parte del museo "vivo" creado por líderes comunitarios de una "favela" para mostrar su memoria, patrimonio cultural y también sus llagas.

"En una época la única luz que había en la favela (barrio pobre y hacinado) era la natural. Por eso los vecinos se reunían a conversar en la calle bajo el claro de luna", explicó Rita de Cassia Santos Pinto, sentada ante el mural que integra el circuito de "las casas tela" (tela como base de obras de pintura artística). 

Santos Pinto es periodista y dice que, como tal, no le gusta ser entrevistada. Pero cuando se trata de la historia de su comunidad no le faltan entusiasmo ni palabras. Recorriendo cada recoveco del Morro de Cantagalo, que entre valles y laderas de cerros integra un complejo territorial junto a las favelas Pavão y Pavãozinho, las paredes y casas también comienzan a hablar. 

Mientras un mural cuenta la historia del samba, el género musical nacido precisamente en las favelas, otro relata las épocas de la represión de la dictadura militar (1964-1985), con el fondo de las típicas viviendas sin revoque de estos barrios. 

Son más de 20 grafitis realizados por artistas de Cantagalo o de otros lugares de Río de Janeiro, que escriben con formas y colores la historia comunitaria. 

Las "casas tela" son parte de un circuito turístico pago que incluye, a pedido de los interesados, desde talleres de confección y vuelo de cometas, clases de "cavaquinho", un instrumento típico de ritmos brasileños, hasta la visita a tiendas de arte popular y restaurantes de vecinos. 

"Queremos acabar con la barrera de los museos federales que solo tienen exposiciones de artistas famosos", enfatizó Santos Pinto, quien además de periodista es guía turística, directora social, "curadora de memoria", y una de las líderes comunitarias fundadoras del Museo de la Favela (MUF). 

Este primer museo territorial vivo busca recuperar y valorizar la identidad de sus 20 mil  habitantes a partir de sus propios relatos e integrarlo a esa realidad hasta ahora distante. 

Del Nordeste a la favela 

Uno de los afiches expuestos en la sede del MUF, que integran también una exposición itinerante por otros museos tradicionales de Brasil, cuenta la historia de los padres de Santos Pinto, hoy octogenarios, de su propia boca. 

Feliciano da Silva Pinto, un inmigrante nordestino del estado de Bahia que trabajaba como electricista en la ciudad, se enamoró de Eunice Santos cuando todos los días la veía bajar del cerro cargando agua en una lata de gasolina sobre su cabeza. 

"Para conquistarla comenzó a regalarle agua", cuenta Santos Pinto en medio de risas. 

Es una de las tantas narraciones sobre los inmigrantes pobres que poblaron este conjunto de modestísimas casas, que hoy llegan a 5.300, conectadas a través de un insondable laberinto de callejuelas y escaleras que parecen infinitas para el visitante no acostumbrado a llegar a la cima del morro (cerro). 

Hoy un ascensor, construido en el marco del Programa de Aceleración del Crecimiento del gobierno del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), facilita la subida. Son más de 60 metros, equivalentes a un edificio de 23 pisos, que antes los habitantes de la favela hacían a pie. 

"Toda memoria es interesante para que quede registrada", subrayó la periodista que en su trabajo, a través de relatos orales, intenta reconstruir el origen del asentamiento "para darle voz a quien nunca la tuvo". 

La historia de este trío de barrios se entrecruza con la del origen de las grandes ciudades de Brasil. Desde los esclavos fugitivos que se escondían en el macizo de Cantagalo, a las primeras construcciones de ranchos en la primera década del siglo XX, donde vivían los inmigrantes internos en busca de trabajo. 

Las favelas crecieron enclavadas en medio de las barriadas residenciales que son parte de los destinos culturales de Río de Janeiro, como el caso de Ipanema y de Copacabana, conformadas por grandes casas o edificios construidos muchas veces por esos inmigrantes pobres y analfabetos, como los padres de Marcia de Souza, la directora cultural del MUF. 

Souza describe otra iniciativa del museo vivo que es la elección anual de 12 "mujeres guerreras" de la favela. Son las que "vencieron en la vida, enfrentaron dificultades como la violencia, la de educar a sus hijos, y que aun con algún hijo preso por narcotráfico consiguió salvar al resto de la familia y mantenerla lejos de la violencia y de las drogas", contó. 

Las mujeres reciben un premio de valor simbólico, el de la "valorización de la memoria". Su vida es reconstruida a través de fotografías, objetos personales y relatos. 

Es tiempo de paz 

Este conjunto de favelas era una de las zonas más violentas del sur de Río de Janeiro, con tiroteos a diario entre bandas de narcotraficantes, hasta que llegaron hace tres años las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), como parte del plan de presencia de la fuerza pública en estos asentamientos, acompañado de mejoras en la infraestructura e iniciativas sociales. 

El MUF es una organización no gubernamental privada de carácter comunitario creada en 2008, antes de la instalación de las UPP, enfrentando muchos desafíos, según sus fundadores. 

Ahora se quejan de la falta de financiamiento público para su iniciativa y buscan interesados en invertir en lo que llaman "un imaginario de futuro". 

Sus integrantes imaginan ese futuro como un conjunto de galerías a cielo abierto, "cuyos accionistas sean los propios habitantes, aportando sus inmuebles, saberes y haceres". 

La idea es transformar Pavão, Pavãozinho y Cantagalo en un "monumento turístico carioca" sobre la historia de la formación de las favelas, de los orígenes culturales del samba, de la cultura del inmigrante nordestino, de la negra, y de las artes visuales y danza. 

Con ese espíritu, y como parte de las actividades actuales de este museo vivo, arquitectos y estudiantes de esa carrera de otros estados brasileños y de Argentina y Francia participan de la iniciativa. 

Ese colectivo hará una intervención urbana para mejorar algunos lugares. Se trata de soluciones que deben ser creativas y con inversión de pocos recursos, como la instalación de una pantalla gigante de cine comunitario, encima de la azotea del MUF, que en realidad es un gran depósito de agua.    

*Este artículo es parte de IPS y es reproducido con su autorización por Plaza Pública. 

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