La adjetivación de vergonzoso al certamen realizado recientemente en el municipio de Barbosa, Santander, Colombia, donde niñas en edades que oscilan entre seis y diez años desfilaron en traje de baño, se quedó corta. A mi juicio, semejante hecho es innombrable.
Veamos algunas razones.
Jean Piaget, el psicólogo suizo que aún es autor de referencia, unió las etapas del desarrollo neurobiológico —desde el nacimiento hasta el final de la adolescencia— con...
La adjetivación de vergonzoso al certamen realizado recientemente en el municipio de Barbosa, Santander, Colombia, donde niñas en edades que oscilan entre seis y diez años desfilaron en traje de baño, se quedó corta. A mi juicio, semejante hecho es innombrable.
Veamos algunas razones.
Jean Piaget, el psicólogo suizo que aún es autor de referencia, unió las etapas del desarrollo neurobiológico —desde el nacimiento hasta el final de la adolescencia— con la evolución de la inteligencia humana, todo el proceso en el contexto de la influencia del medio. Y, para lo que nos interesa, entre los cuatro y los 11 años clasificó cuatro períodos:
- Período simbólico. De los dos a los cuatro años. En este período hay desarrollo del lenguaje y del pensamiento, así como fijación de la simbología e influencia de quienes rodean al niño o la niña por simbolización.
- Período intuitivo. De los cuatro a los siete años. Aparece y se desarrolla el pensamiento prelógico como (y con) apariencias perceptivas no reversibles. Además, dicho pensamiento está centrado en la acción.
- Período de operaciones concretas. De los siete a los 11 años. Se caracteriza este período por el desarrollo del pensamiento lógico y reversible y por el establecimiento de relaciones entre objetos y personas. La niña o el niño puede observar fenómenos, realizar predicciones y explicar, muy a su manera y su edad, la fenomenología que observa.
- Período de operaciones formales. Hasta el final de la adolescencia. Se desarrolla en este lapso la capacidad de razonar, sacar conclusiones y alcanzar el pensamiento abstracto. Hay lógica en las proposiciones.
Así las cosas, se puede inferir que las niñas que fueron expuestas al escarnio con la aquiescencia de sus padres están comprendidas entre el período intuitivo y el de operaciones concretas de su desarrollo neurobiológico. Es decir, no tienen aún la capacidad de explicar a ciencia cierta un conjunto de manifestaciones como los sucesos donde estuvieron inmersas ni la chocarrería que las ha de haber rodeado.
Razones demás para considerar que sí fueron violados sus derechos y garantías, aunque la alcaldía del lugar ha defendido a capa y espada el evento, que, según dicen, viene realizándose muchos años ha. Más de veinte.
Si a lo leído adicionamos que las etapas del desarrollo social y del desarrollo moral de la persona humana tienen una secuencia similar a las reseñadas aquí, podemos inferir que las instituciones que se harán cargo de la investigación de semejante afrenta —Procuraduría General de la Nación, Fiscalía General y el Instituto de Bienestar Familiar, entre otras— tienen dónde encontrar todo un bagaje científico para sustentar sus argumentos sin que ajados intentos de defensa puedan desbaratarles su pesquisa y posterior acusación.
Y llamo afrenta a lo sucedido. Contra las niñas y contra la sociedad. Porque haberlas expuesto en traje de baño —bikinis y tangas— en medio de adultos que estaban ingiriendo bebidas alcohólicas y con el visto bueno de la alcaldesa del lugar no tiene nombre. Menos lo tiene el beneplácito de mamá y papá. ¿No somos acaso las madres y los padres los primeros guardianes y defensores de nuestra familia?
Véase la seguidilla de fotografías en la prensa de Colombia y en las redes sociales, y fácilmente se deducirá que hasta códigos de ética periodística fueron violados.
Ojalá se tenga en cuenta lo enunciado por una conocida tratadista de conducta infantil: «… el niño no selecciona cuando imita» (Rosenblith, J. F.; 1979). Y Dios quiera que nosotros en Guatemala no imitemos semejante desatino.
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