Recientemente, Naciones Unidas adoptó la Agenda de Desarrollo Pos-2015, compuesta por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 metas para cumplirlos. Esta agenda es el seguimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Uno de estos ODS se relaciona directamente con los océanos y pretende «conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible». Las metas que se intenta alcanzar incluyen aspectos como prevenir y reducir la contaminación marina, proteger y gestionar de manera sostenible los ecosistemas marinos y costeros, reglamentar eficazmente la explotación pesquera, restablecer las poblaciones de peces, aumentar el porcentaje de áreas marinas y costeras bajo protección, incrementar los beneficios económicos que los países más necesitados reciben del uso sostenible de los recursos marinos y ampliar los conocimientos científicos relacionados con los océanos.
Por mucho tiempo se ha pensado que los bienes y servicios que nos proveen los océanos, así como las capacidades de estos para absorber y procesar los desechos que vertemos en ellos, son infinitos. Desafortunadamente, este raciocinio ha generado una rápida y preocupante degradación de los océanos, de manera que ha convertido los ecosistemas marinos y costeros en unos de los más amenazados en el planeta y ha hecho vulnerables los medios de vida de una gran parte de la humanidad. Proteger los océanos y utilizar de manera sostenible los recursos que estos nos proveen no solo es imperativo, sino que es un paso para abordar problemas importantes que afectan el desarrollo de la población humana como seguridad alimentaria y energética, pobreza y cambio climático.
Por lo tanto, incluir un objetivo relacionado con la protección de los océanos es un salto cualitativo respecto a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ya que, según información de la UICN, más del 70 % del planeta está cubierto por océanos, que albergan alrededor del 80 % de la diversidad biológica de la Tierra. Cerca de la mitad de la población humana vive en zonas costeras y depende de los océanos para obtener alimento, energía o ingresos, y los océanos producen más del 50 % del oxígeno de la atmósfera. Además, la UICN también señala que los océanos y las costas albergan algunos de los ecosistemas más productivos del planeta.
Para el caso de Guatemala, el MARN estima que el país posee 116 658 km2 de Zona Económica Exclusiva y Mar Territorial, un litoral costero de alrededor de 402 km que abarca cerca de 300 comunidades asentadas directamente, lo que implica una influencia directa sobre alrededor de 300 000 personas e indirecta sobre 3 000 000. Asimismo, TNC ha estimado que los bienes y servicios que provee la zona marino-costera al país suman entre 216 y 314 millones de dólares anuales.
A pesar de la relevancia que tienen los océanos y los mares para la humanidad, y específicamente para el país, su conservación enfrenta un gran desafío: entender que las capacidades de los océanos de proveernos bienes y servicios y de procesar todo lo que vertimos en ellos son finitas y que la vida como la conocemos en este planeta depende del estado de conservación de los océanos. Por otro lado, parte del desafío también es comprender que todo en este planeta está conectado y que los océanos, los mares, las zonas costeras y tierra firme forman un continuo. Por ejemplo, muchas especies de peces marinos económicamente importantes dependen de ecosistemas costeros, como los manglares, para desarrollarse, y estos a su vez dependen de lo que pasa aguas arriba, en tierra firme.
Así, ha llegado el momento de recordar que la vida en este planeta se originó en los océanos, que de estos migró a la tierra y que ya es tiempo de volver la mirada al mar para que la vida en este planeta pueda continuar. Por ello es que deben realizarse esfuerzos a nivel tanto nacional como internacional para cumplir este ODS. En el ámbito nacional existen al menos dos políticas y una estrategia que resumen cómo debe abordarse esto: la Política para el Manejo Integral de las Zonas Marino-Costeras de Guatemala, la Política Nacional de Desarrollo y la Estrategia de Diversidad Biológica.
En conjunto, estos tres instrumentos de gestión incluyen lineamientos estratégicos como ordenamiento territorial y manejo integrado de cuencas hidrográficas, fortalecimiento institucional, cumplimiento del marco legal nacional e internacional, prevención de la degradación y la contaminación, generación y transferencia de conocimiento, regulación del aprovechamiento de las especies marinas e identificación de umbrales óptimos para su utilización sostenible, conservación y restauración de los ecosistemas y promoción del desarrollo humano integral para mejorar las condiciones de vida de la población aledaña.
En el plano internacional, debido a que las fronteras nacionales son difusas en relación con los océanos, Guatemala requerirá, entre otras cosas, entablar una estrecha coordinación con los países vecinos y desempeñar un papel importante en promover tratados internacionales que sean legalmente vinculantes en relación con la protección de océanos más allá de las fronteras nacionales. Es así como los guatemaltecos tenemos un gran reto por delante: volver la mirada al mar.
Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales.
Oficina nacional de The Nature Conservancy.
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