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Monseñor Raúl Martínez, administrador apostólico de la arquidiócesis, saluda los miles de manifestantes pro vida concentrados en la Plaza de la Constitución.

Miles marcharon contra una “ley del aborto” inexistente

La mayoría de personas hablan de lo mismo: “la ley del aborto”. Pero hay variedad de visiones alrededor de este concepto.
“Mujer + Hombre = Matrimonio”. “Todos creemos en la santa familia”. Los lemas se leen y se escuchan por todas partes.
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Miles marcharon contra una “ley del aborto” inexistente

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Con colaboración de: Alberto Pradilla
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Decenas de miles de personas se manifestaron el domingo 2 de septiembre en la capital guatemalteca. “No al aborto, sí a la vida”, gritaban. Muchos llevaban pancartas que cuestionaban una supuesta ley del aborto que ni existe ni hay planes de que exista. Horas antes, organizaciones aceptaban la eliminación del artículo de la iniciativa de ley de protección de las niñas que despenaliza las interrupciones de embarazos en niñas de 14 años.

“Ley del aborto=genocidio”. El lema recorre la Sexta Avenida de Ciudad de Guatemala, pintado sobre una cartulina blanca. La pancarta, sencilla, está amarrada a un palo de escoba y destaca sobre las decenas de cabezas a su alrededor. La sostiene una mujer joven, que repite la consigna una y otra vez: “No al aborto, sí a la vida”. Camisa blanca, pañuelo azul celeste, gorra, pelo amarrado, gafas de sol. Acepta responder unas preguntas, con timidez. No quiere decir su nombre.

—¿Cuál es la ley del aborto a la que se refiere en la pancarta?

—Todo aborto es un genocidio porque es una exterminación de un grupo de personas. A eso me refiero.

—Pero su pancarta dice específicamente “ley del aborto”. ¿Cuál es esa ley?

—Es general, yo voy por la vida.

—¿Conoce las leyes que se discuten en el Congreso ahora?

—De eso sí no sé mucho. No he leído mucho al respecto. Pero sí defiendo la vida. Y la familia.

Las respuestas en esta línea se repiten a lo largo de la marcha “por la vida y la familia” en la que el domingo participaron miles de personas para rechazar el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Las y los participantes saben por qué están ahí —”No al aborto, sí a la vida”, “No al aborto, sí a la vida”, repiten una y otra vez—, pero pocos conocen el motivo de fondo de la manifestación.

Algunas, dicen, ignoran que en el Congreso hay una iniciativa de ley para proteger a niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual, explotación y trata de personas y que uno de sus artículos buscaba despenalizar la interrupción del embarazo en menores de 14 años. Tampoco saben que las organizaciones que trabajaron el texto aceptaron que este punto sea excluido de la iniciativa.

Otras aseguran desconocer la Ley de Protección a la Vida y la Familia, que aumenta las penas a mujeres que interrumpan su embarazo y a las personas que practiquen abortos, y que tipifica un nuevo delito: el de aborto culposo, para las mujeres que tengan abortos espontáneos.

La ley de la discordia

En la convocatoria a la manifestación, Transformemos Guate, la organización conservadora que llamó a la marcha, señalaba la ley para la protección integral, acceso a la justicia, reparación digna y trasformadora a las niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual, explotación sexual y trata de personas —conocida como la iniciativa 5376— “pretende legalizar el aborto dentro de las 12 semanas de gestación y no plantea una solución real para que la violencia, explotación sexual y la trata de personas sean erradicadas”.

Lo que el documento —difundido hasta la saciedad en redes sociales— no explica, es que lo que la iniciativa buscaba no es despenalizar el aborto en general. Pretendía, en cambio, que el aborto no fuera punible solamente para las niñas menores de 14 años víctimas de violencia sexual.

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Pretendía, en pasado, porque unas horas antes de la marcha, mujeres representantes de las organizaciones que integran el Grupo Intersectorial, y que impulsaron la redacción de la iniciativa 5376, ofrecieron una conferencia de prensa en la que anunciaron que están dispuestas a que se elimine el artículo siete de la iniciativa, que originalmente indicaba: “no será punible para prestadores de servicios de salud, la interrupción medicamentosa voluntaria del embarazo en niñas y adolescentes igual o menor de 14 años que a consecuencia de una violación sexual, explotación sexual y trata de personas resulte con un embarazo forzado”.

La iniciativa 5376 cobró especial relevancia y levantó la polémica por este artículo en particular. Pero la propuesta busca mucho más que la despenalización del aborto en niñas menores de 14 años. 

Demanda que la Secretaría contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata (Svet) elabore una estrategia de protección integral para dar una respuesta efectiva a las niñas y adolescentes víctimas. Que no se institucionalice a las menores que sufrieron violencia sexual, explotación y trata de personas. Que el Estado ejecute medidas de reparación. Que se incorpore al Ministerio de Educación la creación de un “proyecto de vida” para cada niña y adolescente. Que se cree un modelo de protección a sobrevivientes.

Por eso, dicen las organizaciones, prefieren que el artículo se suprima con tal de que la Comisión de la Mujer del Congreso de dictamen favorable a la iniciativa. El lunes se sabrá qué se decide.

Volvemos a la marcha.

Varias versiones de una misma ley

La mayoría de personas consultadas durante la manifestación hablan de lo mismo: “la ley del aborto”. Pero hay variedad de opiniones y visiones alrededor de este concepto. Están los que no tienen idea de la iniciativa, como la joven de la pancarta “Ley del aborto=genocidio”.

También los que la conocen de oídas, pero al preguntarles por algún punto de esta, evitan la respuesta. “Habría que ver con detalle la ley, ya que ahora no la llevo encima”, dice un hombre que no se identifica.

Algunas personas la conocen, incluso la han leído, pero no comparten el enfoque con el que fue formulada. “Estamos en contra de la ley 5376 como una manera de librarse de los niños”, dice Maynor Leiva, que lidera un grupo de fieles cristianos evangélicos.

Otros asistentes a la marcha entienden la posición de las mujeres que presentaron la iniciativa, pero choca frontalmente con sus creencias. Como Claudia de Toledo, que acude a la marcha con su hija de 14 años.

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—¿Cómo ve la propuesta de despenalizar la interrupción del embarazo en menores de 14 años, que hayan sido víctimas de una violación?

—Bueno, es difícil para mí —comienza, dubitativa—, pero creo en el valor de la vida, y ahí cabe ver que hay dos vidas.

—¿Cree que una niña de 10, de 12, de 14 años está preparada para pasar por un embarazo, por un parto?

—No está preparada ni física ni mentalmente.

—¿Entonces?

—…

—Aun así, no estaría de acuerdo con que interrumpiera su embarazo.

—No. Hace poco apareció una niña que tuvo trillizos. Salió diciendo que iba a luchar por su niña. Esta niñita tuvo la sabiduría de amar a esa criatura. Y bueno, si no es así, siempre lo puede dar en adopción.

—Sí, lo puede dar en adopción —le secunda su hija—.

Hay quienes escucharon hablar del pronunciamiento de las organizaciones esta semana, pero se mantienen escépticos. “Puede que sea una apariencia —dice Mardo Queo que no quiere decir con qué grupo viene a la marcha—, pero seguramente la iniciativa vaya con otro fin”.

—¿Qué fin? —se le pregunta.

—Que se apruebe el aborto, como una ley.

La idea de Queo, de Mardo Queo, es similar a la de Liseth Molina, una mujer que antes de que comenzara la manifestación, esperaba con un grupo de personas detrás de una manta con la frase “Sí a la vida” impresa a lo largo. “Están tratando de meter iniciativas que no son correctas, que no es lo que Dios nos manda defender”. Cuando se le consulta si estaría de acuerdo con que se aprobara la Ley de protección de las niñas y adolescentes si la Comisión de la Mujer eliminase el artículo sobre el aborto, Molina niega con la cabeza. “No. En el Congreso no se confían en nadie. Y más vale protestar a tiempo ahora, antes de que aprueben nada”, dice.

La última versión es la de las personas que compartían el contenido de la iniciativa 5374.

En la entrada de un comercio, una familia ve pasar la manifestación. La madre, le explica a la hija por qué están protestando. “Ellos piden que no se mate a los bebés. No se puede matar a un niño que está en el vientre de su madre”.

La niña asiente. “Estoy de acuerdo. No al aborto, sí a la vida. No al aborto, sí a la vida”.

El otro hijo de la mujer interrumpe la conversación. “Pues en algunos casos, yo estoy de acuerdo. Como a las pobres niñas, que las violan y se quedan embarazadas. ¿Qué culpa tienen? ¿Cómo van a poder tener un hijo, si ni apenas sostener una taza pueden? Ahora… a la que le guste abrir las piernas… ahí sí esa, que se joda”.

“No al aborto, sí a la vida…”.

Una marcha religiosa, no política

Sobre la mesa está el hecho de que la marcha haya sido un arma política con dos posibles fines. El primero, el apoyo a Jimmy Morales en su decisión de no renovar el mandato de la Cicig. Este punto fue rechazado por varios de los asistentes de la manifestación. Algunos, quizás prevenidos por el posible señalamiento, ya llevaban pancartas en las que negaban este extremo. “Manifestamos por la familia. Manifestamos por la vida. Ni por el gobierno. Ni por la Cicig”, se leía en cuatro cartulinas en la avenida de la Sexta.

El viernes pasado, durante la conferencia de prensa en el que anunció que no pediría la renovación del mandato de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), el presidente Morales mencionó que el gobierno “cree en la vida y en la familia basada en hombre y mujer”. Una frase que, por estar fuera del contexto de esa actividad, levantó perspicacias en diversos sectores que interpretaron las palabras del mandatario con los temas centrales de la marcha; una manera de congraciarse con el mayoritario público religioso y conservador del país, en momentos de crisis política.

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Miriam Marroquín llegó temprano a la manifestación desde Quetzaltenango. Viste una camiseta azul y blanca, de la selección guatemalteca de fútbol, igual a la de las mujeres y hombres que la acompañan. “No, no, no. Esto es exclusivo para defender la vida”, responde Marroquín al cuestionarle si no cree que los manifestantes y el movimiento podrían ser utilizados con este fin. “No creemos esto. No apoyamos al presidente”.

“Este es un movimiento religioso, no político”, secundaba Liseth Molina, la mujer de la pancarta de “Sí a la vida”, que sonríe con sorna al hacerle la misma pregunta.

El segundo fin, podría ser allanar el camino para la aprobación de la Ley para la Protección de la Vida y la Familia. La iniciativa 5272, que ya pasó dos lecturas en el Congreso, no solo busca aumentar las penas de prisión para las mujeres que aborten. También pretende prohibir el matrimonio y las uniones entre personas del mismo sexo, algo que de por sí no está permitido en la actualidad, además de eliminar los contenidos sobre diversidad sexual en el curriculo base de la Educación Integral en Sexualidad. Varias de las pancartas que ayer circularon por la manifestación hacían referencia a estos temas.

“Mujer + Hombre = Matrimonio”. “Todos creemos en la santa familia”. Los lemas se leen y se escuchan por todas partes.

“Creemos en la familia y la vida, que respeten a los niños, que no les impongan ideologías que los perviertan, que los dejen crecer sanamente”, expone Diana Carrera, que llegó a la marcha con una congregación evangélica.

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Sin embargo, todos los asistentes cuestionados sobre el artículo de la 5272 en el que se abre la puerta a castigar el aborto espontáneo se manifestaron en contra de él. “En un país como Guatemala, donde por una mala gestión en un hospital puedes perder al bebé, o por una malformación, o incluso por desnutrición… no se puede aprobar algo así”, dice Claudia de Toledo, la mujer que se manifiesta con su hija.

Esta hipótesis, la de utilizar la marcha como un trampolín para la iniciativa, tomó sentido con la presencia en el lugar de varios diputados que la defienden, como Fernando Linares Beltranena, del Partido de Avanzada Nacional o Luis Hernández Azmitia, del Movimiento Reformador.

La ley de protección a la vida y la familia debió conocerse en tercera lectura para su aprobación final en la sesión plenaria del miércoles pasado. Llevaba buen ritmo. Casi imperceptiblemente, se aprobó en primera y segunda lectura en dos sesiones consecutivas. La tercera, sin embargo, se levantó precipitadamente, por falta de cuórum.

Este martes 4 de septiembre se llevará a cabo la siguiente sesión. Se prevé que mañana, en reunión de jefes de bloque, se incluya en la agenda de la próxima sesión plenaria la aprobación de esa ley.

El pasado miércoles también estaba previsto que la Comisión de la Mujer emitiera dictamen desfavorable a la iniciativa de protección de las niñas, pero su presidente, el diputado Aníbal Rojas, de Visión con Valores, —que casualmente fue el ponente de la primera iniciativa— dijo que se necesitaban unos días más para resolver. Mañana se conocerá su dictamen.

Tras más de dos horas de manifestar bajo una lluvia pertinaz, los miles de participantes —una cifra incalculable pero que según las fotografías aéreas en algún momento llegó a llenar el 90 % de la Plaza de la Constitución— empezaron a retirarse tras entonar por enésima vez el himno nacional. Como colofón, a partir de lo dicho por los participantes con los que habló Plaza Pública, dos ideas se desprenden de la actividad: no todos los asistentes tenían claro cuáles eran los motivos reales de la marcha; y, pocas fueron las voces que le dieron matiz político a la actividad al manifestar apoyo al presidente Morales.

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