Supe entonces de Bartolomé de Las Casas. El busto era del fraile. Estaba yo en mis primeros tanes de caminar en solitario entre mi casa y el plantel. Cuando creí haber visto lo suficiente volví sobre mis pasos y ¡sorpresa!, mi padre estaba detrás de mí.
Creí que me reprendería por haber desobedecido. No fue así. Ese día, —5 de junio de 1961—, me habló muy juiciosamente acerca de fray Bartolomé. Y me dejó una inquietud: buscar más verdad acerca de tan extraño cura cuya historia se decantaba entre una leyenda negra y otra rosada.
A los nueve años colegí que, —hasta donde yo lograba indagar—, había dos teorías acerca del fraile: Una, se trataba de un traficante de esclavos que por razones desconocidas se hizo cura. La otra, un protector de los indios que santamente logró su cometido. En la primera se decía que, para librar del trabajo físico a los q’qchíes, habría “importado” afro descendientes a la Verapaz. En la segunda, el olor a santidad era su característica.
Ninguna me convenció.
Ese constante averiguar me llevó a San Juan Chamelco para conocer —de boca de ancianos q’eqchíes— al interlocutor de Las Casas en el corazón de Tezulutlán en la primera mitad del Siglo XVI. Un Cacique de caciques a quien, —el mismo orbe que adjetivó a Las Casas como esclavista—, mal llamó Juan Matalbatz. Apellido peyorativo. Realmente, el nombre de tan egregio cacique era y es Aj Pop O’ Batz.
Diez años después, el sacerdote Esteban Haessering anunció un hallazgo monumental: El manuscrito del Concierto para la Evangelización de la Tierra de Guerra firmado por Fray Bartolomé de Las Casas y don Alonso de Maldonado el 2 de mayo de 1537. Y así, cerca de finalizar mi educación media, comenzó a tomar forma en mi mente la suposición de que había otra historia, desconocida u ocultada pero otra historia. Y me percaté de que estaba justo en medio del contexto socio-geográfico y que la verdad podría tenerla a ojos vista si sabía buscar.
Ya médico volví a tener contacto con aquel entorno que dejé en 1973. Fue a través de tres libros fundamentales. Uno, de don Agustín Estrada Monroy: El Mundo K’ekchi’ de la Verapaz. Otro, de Fray Bartolomé de las Casas: De unico vocationis modo omnium Gentium ad veram religionem. Y un tercero, no menos excepcional, de Lorenzo Galmés: Bartolomé de las Casas. Defensor de los derechos humanos. Al terminar su lectura de algo estaba seguro: Nuestra historia era otra.
Comencé entonces a desintoxicar a mis pequeñas hijas e hijos de la “historia tradicional” que en nada ayudaba a nuestra identidad. Contrastar manuscritos, documentos eclesiales, entrevistas con depositarios de la tradición oral maya q’eqchi’ y lo ya escrito nos permitió hacer acopio de un juicioso sustento científico. Total, vivíamos en el corazón de los lugares donde aconteció lo más importante de tal historia. No pocos viajes hicimos para lograrlo.
A instancias de mi familia, sistematicé y publiqué nuestros hallazgos en el ensayo histórico De Castilla y León a Tezulutlán Verapaz. La sobrehumana tarea de construir un país autónomo en el nuevo mundo del siglo XVI. (F&G Editores, 2007).
La tesis sustentada en la obra es que, en Mesoamérica, en pleno Siglo de Oro español, hubo un país autónomo con el aval de la Corona teniendo como personajes en contubernio a reyes (Carlos V y su hijo Felipe II), caciques (Aj Pop O’ Batz a la cabeza de ellos), un Papa y, en oposición, conquistadores, encomenderos y esclavistas. Ese efímero país autónomo fue precisamente Tezulutlán-Verapaz.
Casi paralelamente, comencé a escribir una novela que permitiera, desde la narrativa, conocer lo sucedido con el enfoque que da Walter Fisher a la narración: «Comunicación significativa y con sentido». (http://elhombreysushistoriecitas.blogspot.com/2012/08/teoria-de-la-narracion.html). No pocas veces los ensayos son demasiado densos en tanto la narrativa es fácil de leer. Esa novela histórica se llama Bartolomé y se trata de la relación entre Las Casas, don Juan Aj Pop O’ Batz, Carlos V, Felipe II y Alejandro Farnesio, el papa Paulo III. Por supuesto, en el complejo entramado para construir ese país autónomo.
Demás está decir que sometí ambas obras al riguroso escrutinio de historiadores, expertos lectores y proceso editorial.
El 5 de junio del presente año recibí de Ediciones Áltera, de Madrid, una formal propuesta para publicarla el próximo mes de septiembre u octubre. No lo pensé dos veces. Acepté. Áltera es una de las mejores editoriales españolas y convencido estoy: Aj Pop O’ Batz y Bartolomé de Las Casas, bien merecen esa oportunidad.
Pasaron 53 años exactos entre mi primer contacto con el fraile Las Casas y la propuesta de Ediciones Áltera. Las fechas 5 de junio de 1961 y 5 de junio de 2014 algo me dicen.
Más de este autor