El llamado principal es a un serio discernimiento, capacidad esta que pareciera haberse ausentado de nosotros desde hace unas dos décadas. Así las cosas, dicho mensaje vino a ser como un oasis en medio de un agostado desierto, pues los guatemaltecos de buena voluntad tenemos ahora, a ojos vistas, luces para escaparnos de esa especie de agujero negro donde hemos caído. Allí todo colapsa sobre sí, y la dignidad, la libertad y la vida son tragadas en un espacio finito.
Como todos los documentos de la CEG, el mensaje está estructurado a manera de numerales. En el presente documento, fechado el día 30 de abril del presente año, son 11 los párrafos que preconizan desde la necesidad de estar atentos a la idoneidad moral y a la capacidad política de todos los candidatos hasta el decidido llamado a sanear el Congreso de la República. Razón tienen los señores obispos de hacer énfasis en la importancia de la función representativa y legislativa del Congreso, pues hoy por hoy dicho organismo es el peor calificado en cuanto a idoneidad, compromiso, honestidad y decencia, sea como cuerpo colegiado o a título personal de cada diputado. Por supuesto, no descarto las excepciones, que, a mi juicio, han de ser muy contadas. Para muestra, las personas en el hemiciclo en quienes yo confiaba han permanecido (ante las felonías que se han cometido) más mudas que la misma palabra.
Muy importante es el numeral 3, en el que textualmente se pide «dar continuidad a los acuerdos de paz y a las reformas planteadas desde 2015». Importante porque el dichoso Pacto de Corruptos pretende, incluso, deslegitimar la legislación y la jurisprudencia sentada en contra de los crímenes de lesa humanidad.
En sintonía con la encíclica Laudato si’, los obispos piden atención y cuidado con relación a la explotación racional de los recursos naturales. Contrastan la riqueza de nuestros recursos con su nivel de vulnerabilidad. Esta atención debe estar «aunada a la promoción de condiciones que permiten que las personas puedan gozar de “trabajo, tierra y techo” en expresión del papa Francisco».
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Luego de estudiar el numeral 5 del mensaje (párrafo en el que se pide atención especial a la explotación racional de los recursos naturales), recordé que, con fecha 20 de junio de 2016, yo había escrito en este medio un artículo llamado La encíclica verde. En un segmento de este razoné: «La encíclica pareciera destinada a Guatemala. Ante lo que él llama “el gemido de la hermana tierra”, denuncia la debilidad de las reacciones de quienes tendrían que haber protestado. Fustiga particularmente a la clase política: “[…] El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares, y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos” (numerales 53 y 54)». En aquella oportunidad, un empresario (en algún momento de su vida muy católico, apostólico y romano) me dijo que yo estaba supinamente equivocado y en ruta contraria al progreso. Creo que hoy estará pensando lo mismo de los señores obispos. Ergo, habría que discernir quién está equivocado.
La CEG no dejó de lado los vicios en la política. Hace un llamado a los poderes públicos y denuncia esos desenfrenos que ponen en peligro la paz social y que generan, en consecuencia, pobreza y desigualdad.
De cada numeral podría hacerse una larga recensión o un ensayo. Es imposible apostillarlos todos, mas quiero concluir este artículo citando un pensamiento de Blaise Pascal en relación con la verdad: «Hay suficiente luz para quien desee ver claro y suficiente oscuridad para quien piense en dirección opuesta».
Por su mensaje en relación con las próximas elecciones generales, muchas gracias, señores obispos.
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