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Mary Jo McConahay: “El autoritarismo es muy atractivo en tiempos de confusión”

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Mary Jo McConahay: “El autoritarismo es muy atractivo en tiempos de confusión”

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La reportera y documentalista estadounidense Mary Jo McConahay investigó durante cinco años los efectos y la relación que tuvo la Segunda Guerra Mundial (1939–1945) con América Latina. El resultado es su libro The Tango War: The Struggle for the Hearts, Minds and Riches of Latin America During World War II.

Los alemanes, después de la Primera Guerra Mundial (1914- 1918), construyeron pistas de aterrizaje y fundaron aerolíneas en Brasil y Argentina. Trescientos pilotos mexicanos, conocidos como las Águilas Aztecas, entrenaron en Estados Unidos y luego participaron en la Batalla de Luzón y la Batalla de Formosa; ocho Águilas murieron. Petróleo mexicano alimentó al Ejército alemán al inicio de la guerra, dándole una ventaja a Hitler para invadir Polonia y Francia. José Arturo Castellanos fue un diplomático salvadoreño que entregó pasaportes salvadoreños falsos a unos 40 mil judíos de Hungría, Checoslovaquia, Romania, Bulgaria y Polonia, para ayudarles a escapar.

Estos son algunos de los relatos incluidos en The Tango War de Mary Jo McConahay, reportera y documentalista estadounidense que, además, vivió en Guatemala en los años 70 y 80, y escribió sobre el conflicto armado. The Tango War incluye también información sobre Guatemala.

Hay menciones sobre cómo los colonos alemanes de finales del siglo XIX, eventualmente, fueron los dueños del 80 % de la producción de café del país. Cómo en los años 30 una nueva oleada de alemanes, que admiraban a Hitler, llegó Guatemala. Cómo la influencia de estos, llegó a fundar o impulsar el Colegio Alemán, el Club Alemán, el Deutsche Zeitung —un periódico impreso en alemán y que apoyaba el ultranacionalismo del Tercer Reich—. Menciona Mary Jo, también, cómo el dictador guatemalteco Jorge Ubico Castañeda ayudó a refugiados judíos y cómo, por presión de Franklin D. Roosevelt, el presidente se vio obligado a deportar a simpatizantes del nazismo. Guatemala estuvo, pues, entre las Potencias del Eje y los Aliados.

McConahay está ahora en Guatemala para presentar The Tango War. Nos reunimos con ella en el Palacio Nacional de la Cultura —donde refugiados judíos recibían las visas de las manos de Ubico—. «Pero no todos las recibían; Ubico también negó muchas», aclara. Mary Jo es aguda pero cauta. Crítica y precisa. Y, sobre todo, admite seguir sorprendida del material que encontró durante su investigación.

Este año se cumplen 74 años desde que terminó la guerra, pero McConahay insiste que no ha terminado. «No del todo», dice. «Los efectos los podemos sentir aún hoy, alrededor del mundo. También en Guatemala».

Uno de esos efectos según la reportera: el autoritarismo               

Simone Dalmasso

Usted ha dicho que su intención en escribir este libro fue el de demostrar cómo, una vez que una guerra inicia, esta no tiene límites de espacio y tiempo. ¿Cómo podemos explicar este esparcimiento?

La violencia es un tipo de enfermedad y es altamente contagiosa. No importa si es una guerra interna. Estas inician en un lugar, pero de repente crecen, se estiran y van por donde ellas quieran; esto pasa aún más con guerras globales. La violencia no puede ser contenida, una vez comenzada. Los líderes y militares creen que tienen el control, pero no lo tienen. El caso de la Segunda Guerra Mundial y Latinoamérica era, pienso, inevitable, dada la relación entre ambos continentes, entre las facciones participantes o afectadas y por la naturaleza misma de la guerra.

Pero también estamos hablando de la guerra más grande la humanidad. ¿Por qué la Primera Guerra Mundial no tuvo ese poder y potencia sobre América?

Eso yo no lo sé, porque no lo he investigado (ríe). Seguro que la Great War también tuvo efecto en América Latina. Quizás no tan devastador o determinante, pero sí que lo tuvo. Por ejemplo, al terminar la Primera Guerra Mundial, el tratado de Versalles prohibió que Alemania desarrollara una fuerza aérea. A causa de esto muchos pilotos, jóvenes y no tan jóvenes, emigraron a América Latina. Eso es un claro efecto sobre los países: el recibir militares entrenados en aviación. No conozco el alcance de esto, pero alguien, algún día, va a escribir un libro sobre cómo la Primera Guerra Mundial afectó al continente. No me sorprendería que los efectos hayan cambiado la historia de estos países.

¿Este fenómeno de violencia y contagio es similar a cómo la Guerra Fría afectó también a Latinoamérica, o la guerra contra las drogas somete a Centroamérica?

Sí. Absolutamente. Ese es el estado natural de las guerras: el contagio.

Todo está conectado. Ningún país está exento al 100 % de conflictos ajenos. Refugiados nicaragüenses están llegando a Guatemala ahora mismo. Pero también Guatemala debe estar al tanto de las ramificaciones de sus propios conflictos violentos. Vea la guerra interna; esta llegó hasta Chiapas. Tuvo repercusiones en México y Estados Unidos a través de la migración.

En el capítulo Nazis and not Nazis, in the land of the white butterly menciona que los alemanes que vivían en Cobán a principios del siglo pasado «generalmente» trataban bien a la población indígena del país. ¿A qué se refieres a ese «generalmente»?

Los que tenían contacto constante con ellos, me refiero a los caficultores y de los casos que conozco, sí tenían una buena relación con los indígenas. Pero sí, siempre hubo abusos. Mujeres que sufrieron de las manos de sus jefes. Pero también hago la diferencia entre los alemanes que llegaron a Guatemala a finales del siglo XIX, los caficultores; y los que llegaron en la década de 1930. El segundo grupo ya venía infectado por el fascismo alemán.

Simone Dalmasso

Le hago esta pregunta por si, de alguna manera, según su opinión, podemos rastrear la violencia racial e incluso el genocidio, a la influencia nazi en Guatemala de los años 30.

No. No podemos culpar a los nazis de todos los males del mundo (risas). Pero sí podemos culpar al fascismo y cómo se esparció, en parte gracias a la Segunda Guerra Mundial, y en parte a cómo líderes autoritarios creyeron en esta ideología, y cómo luego la replicaron y comunicaron.

¿Ubico?

Ubico, por ejemplo.

¿Podríamos decir que la relación entre los alemanes caficultores de finales del silgo XIX y los indígenas fue una de subordinación, más que hostilidad o esclavitud?

Cualquier relación entre los apoderados y los sometidos está desbalanceada. Podemos hablar de entre clases sociales, o entre extranjeros y migrantes, pero siempre un grupo va a estar más favorecido. Hubo claras violaciones, a pesar de la, digamos, cordialidad. Menciono en el libro cómo muchos q’eqchíes de Cobán, por ejemplo, no tenían la papelería legal de sus tierras. Algunos se fueron a Petén. Otros se quedaron trabajando en sus tierras, pero para los alemanes. Claro, esta toma de tierras se normalizó durante la conquista, siguió durante el conflicto armado y continúa hasta la fecha. Pero si hubo claras violaciones.

El caso de Guatemala fue más absoluto, ¿no? Menciona cómo el Tercer Reich llevó aerolíneas a Brasil o cómo el petróleo mexicano sirvió para impulsar los vehículos del Ejército alemán. Pero acá Ubico era complaciente con políticas alemanas; finqueros alemanes en Guatemala eran dueños del 80 % de la producción de café. ¿De no ser por la presión del gobierno estadounidense, Guatemala pudo haber caído totalmente en control del Tercer Reich?

No creo. Yo no creo que Guatemala, política, diplomática y militarmente habría podido caer totalmente en control nazi. Quizás sí en más dictadura. Pero no. Como dicen en México, «tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos». Primero, si bien muchos alemanes viviendo en Guatemala simpatizaban con el nazismo, otros no, eso dividió a la comunidad. Segundo, al final fueron los Aliados quienes ganaron la guerra, y con ello vino la gran esperanza de democracia. Estados Unidos no habría permitido un país nazi tan cerca, y, es más, no lo permitió, por eso inició con las deportaciones de alemanes que vivían en Guatemala, México, Colombia.

«Los estadounidenses no querían que los alemanes estuvieran involucrados en los negocios del continente americano», dijo Maya Sapper. «Ellos estaban a cargo del continente, así lo veían». — Página 110.

Simone Dalmasso

Menciona también cómo Ubico vendió visas a refugiados europeos durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Más allá de que el presidente Roosevelt así lo pidiera en la Conferencia Évian, por qué crees que hizo esto? ¿Fue solo por recibir dinero? ¿Había bondad en él?

No puedo hablar por él, pero quizás debemos considerar que muchas de las personas que pidieron visas eran hombres de negocios, muy influyentes. Hoy en día todavía podemos ver sus nombres en locales y edificios en la ciudad. Ubico trató con personas de poder y quizás, no sé, había cierta simpatía. Uno de mis entrevistados, Hans Guggenheim, dijo: «Ubico era un fascista, seguro que lo era, pero mi hermana y yo le debemos la vida a él». Y el caso de él y su familia quizás explica un poco esto. Ubico aceptó recibir a Hans y a su hermana, pero no a sus abuelos. En una situación de guerra, en las que las personas deben huir, son también susceptibles a los caprichos de los políticos, de los militares.

«Meses antes del Kristallnacht, en 1939, la madre del joven Hans Guggenheim estaba haciendo fila para comprar mantequilla en una tienda en Berlín, cuando otra mujer judía le dijo: “Están dando visas para Guatemala”. Hans y su hermana menor, Gaby, ya habían sido enviados a Inglaterra. Esa noche sus padres decidieron escribirle a un primo cuya familia había llegado a Guatemala en 1900 para pedirle que consiguiera visas para ellos a cualquier costo, para así poder escapar. Una vez a salvo en la Ciudad de Guatemala, fueron con el presidente Ubico, quien recibía visitas en un amplio palacio de paredes verdes que recién había construido en la plaza central de la capital. Los Guggenheim pagaron y salieron de la oficina presidencial con la promesa de recibir visas para sus hijos». — Página 90.

¿Le sorprendió que Hans llamara a Ubico un «amigo de los judíos»?

Sí. Y había muchas otras personas como él. En 1938, en la Conferencia de Èvian, el presidente Roosevelt dijo que esperaba que los líderes de otros países abrieran sus puertas a los refugiados judíos. Nadie aceptó. Bueno, Republica Dominicana sí, porque Trujillo quería blanquear a su población. Lo del cambio de parecer de Ubico es fascinante. Aunque luego también redujo la cuota de refugiados. Recibió unos y otros no. Pero también hago mención de cómo El Salvador, México y Brasil lo hicieron a las espaldas de los alemanes. Fueron esfuerzos particulares, no políticas nacionales. No me sorprendería que algún diplomático guatemalteco hiciera lo que hizo José Arturo Contreras.

En su libro, respecto a Guatemala durante la Segunda Guerra Mundial, se enfoca en estas tres temáticas: los caficultores alemanes, la influencia nazi en el país —y cómo los simpatizantes nazis fueron luego deportados— y los refugiados judíos de la guerra. ¿Cómo se decidió por estos tres pilares? ¿Hay material sobre Guatemala que quedó fuera del libro?

Abordé los puntos que pensé que eran importantes para la imagen de Latinoamérica durante la Segunda Guerra Mundial. El caso de los deportados, por ejemplo, no solo eran de Guatemala, también ocurrió en Colombia y México. Del primer borrador tuve que cortar unas 140 páginas. Dentro de eso había pequeños relatos, como cuando la embajada de Alemania en Guatemala colocó un rótulo que decía a qué tiendas no debías ir, por tener dueños judíos. Recuerdo que, revisando la Hemeroteca Nacional de Guatemala, encontré mucha propaganda nazi. No solo en los títulos y contenido de las noticias, sino en las tiras cómicas, donde se burlaban de los judíos, usaban estereotipos. No consideré siquiera, por ejemplo, la visita del Embden, en 1936 a Guatemala como parte de la campaña para promocionar los Juegos Olímpicos de Berlín del mismo año; otros ya han escrito de esto. También hay historias de cómo en Guatemala se celebraba el cumpleaños de Hitler. Había mucho material.

Simone Dalmasso

¿Qué tipo de efectos duraderos, palpables hoy mismo, crees que tuvo la Segunda Guerra Mundial en Guatemala?

Eso es parte de un ensayo que aún no he escrito (ríe). Pero pienso en el autoritarismo. Recuerdo un día en Guatemala, en los 70, un taxista me dijo que añoraba el tiempo de Ubico. Y esto me recuerda mucho a mi país, pues hay una tendencia de admirar el puño fuerte, ese autoritarismo que te digo, que es muy atractivo en tiempos de confusión.

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