Así que, razón tuvo usted si frunció el entrecejo al leer el título que nos rige hoy. Veamos el por qué del mismo.
Mientras los voceros de CNN intentaban a toda costa engañar al mundo diciendo que en Guanajuato la gente se estaba yendo a las playas para no estar presentes a la llegada de Benedicto XVI, la prensa nacional minizaba la marcha de miles de campesinos q’eqchíes quienes, con paso firme, se dirigían a la ciudad capital de Guatemala para exigir —no negociar— inalienables derechos que les han sido conculcados desde hace 500 años.
El colmo fue el artículo de un columnista de apellido Trujillo quien recientemente despotricó en un rotativo nacional contra la marcha de los q’eqchíes, la doctrina social de la Iglesia y monseñor Álvaro Ramizzini (por defender a los pobres entre los más pobres). A tenor de sus publicaciones, a dicha persona bien podría investigársele por faltas de respeto al Estado mismo, a nuestros Premio Nobel y a la mayoría de guatemaltecos legítimamente nacidos aquí.
Como nota tragicómica pináculo de la estulticia, hasta del apagón nacional (Chixoy 27 de marzo) quisieron responsabilizar a los campesinos quienes con justa razón caminaban con los pies llagados para decir ¡presentes y firmes en la lucha por lo nuestro!
Recordé entonces el impacto que provocó en Juan Pablo II conocer la realidad latinoamericana durante su primera visita a México en enero de 1979. Fue tan rudo para él que —inesperadamente para sus asesores— declaró: “Necesitamos un mundo más justo, más humano, más habitable; donde no hayan más niños carentes de nutrición y educación. En este mundo no debe haber más campesinos sin tierra que les permita vivir con dignidad, ni familias desunidas ni desintegradas…” Digo inesperado porque horas antes sus afirmaciones estaban a 180° de diferencia.
Y las causas que impulsaron a los q’eqchíes a exigir sus derechos resaltaron de igual manera en el tiempo y la historia: El hartazgo de la corrupción que los ha llevado al despojo de sus tierras y consecuentemente a la extrema pobreza sin faltar entre los responsables aquellos seudolíderes que, enarbolando el estandarte de la justicia, se aprovechan de ellos y fomentan amañadamente la explotación del hombre por el hombre.
¿De dónde emanó la denuncia del Papa en cuanto la pobreza y la corrupción? Indudablemente, de la doctrina social de la Iglesia. Y, ¿cuál es la fuente de los movimientos campesinos mayas? Sin cuestionamiento: el contenido filosófico de su cosmovisión.
Esta cosmovisión maya q’eqchi’ —según me aleccionó don Antonio Pop, abogado y guía espiritual maya (+)— dice: “El Tzuul Taq’a no es el Dios del Cerro. El Tzuul Taq’a es la presencia visible de Dios invisible, la presencia cercana de Dios lejano. No se contrapone al único Dios, sino lo manifiesta más cercano, en íntima relación con la vida, con el alimento de cada día, con todos los seres vivos. Al Tzuul Taq’a (la presencia visible de Dios invisible) no se le reza, se le habla, se le pide, se le ofrecen dones y se le adora. Pero principalmente se le habla. El Tzuul Taq’a desea solamente que seamos justos, que todos nos preparemos para la vida, que los niños tengan suficiente comida, que tengamos tierra para vivir, que no nos esclavicen, y que respetemos la naturaleza”.
¿Casualidad? ¿Asunto arreglado? No estimado lector. Sucede que la semilla del Verbo de Dios ha estado presente en todos los tiempos y civilizaciones y se ha manifestado a cada quien según su cultura, siendo así, el vínculo entre la filosofía de la cosmovisión maya, la doctrina social de la Iglesia y la vigencia de su praxis.
“El que tenga oídos que oiga” (Mateo 13, 1-9).
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