En el sistema país, nuestro país, las salidas o productos, en la forma de bienestar, sólo alcanzan a un segmento pequeño de la población que vive en condiciones cómodas, muy cómodas o en la opulencia, mientras que el segmento mayoritario sobrevive.
Entonces, el sistema funciona para los primeros no para los otros. Las estructuras establecidas y la forma en la que se han diseñado sus vinculaciones permiten un funcionamiento perverso que genera privilegios para los primeros, los otros a ...
En el sistema país, nuestro país, las salidas o productos, en la forma de bienestar, sólo alcanzan a un segmento pequeño de la población que vive en condiciones cómodas, muy cómodas o en la opulencia, mientras que el segmento mayoritario sobrevive.
Entonces, el sistema funciona para los primeros no para los otros. Las estructuras establecidas y la forma en la que se han diseñado sus vinculaciones permiten un funcionamiento perverso que genera privilegios para los primeros, los otros a penas comen.
Bajo este sistema, los recursos disponibles ya sean naturales o la misma vitalidad humana, son utilizados insaciablemente por los primeros en un esquema digno de corsarios. Las estructuras sólo les responden a éstos y cuando ciertas manifestaciones de inconformidad surgen de la masa excluida y exprimida, rápidamente es reprimida con los recursos del sistema.
Y aunque este funcionamiento perverso es exitoso para los pocos, no lo es para los sobrevivientes. ¿Cuánto más va a perdurar un sistema así? Con más de la mitad de la población excluida, con recursos en franco deterioro, con estructuras que responden a pocos y dejan en el aire a muchos, sin resiliencia. El sistema es vulnerable. Está a expensas de tantas amenazas que globalmente, –aun con la opulencia focalizada– está colapsando, tanto que muchos sobrevivientes no lo logran. Son éstos, lógicamente, los primeros en perecer cuando la vulnerabilidad y las amenazas se unen para provocar desastres.
Los sobrevivientes necesitan un sistema que también funcione para ellos. Nuevas estructuras y vinculaciones son requeridas. No más corsarios conduciendo el sistema.
La pregunta es, ¿cómo se instala un nuevo sistema?, ¿cómo los corsarios serán desplazados por ciudadanos? Aquéllos que estarán conformes con el salario público que les corresponde, a ocupar posiciones por méritos, aquéllos que establecen empresas sin privilegios, que pagan salarios justos, que cuidan los bienes públicos, en fin, aquéllos que aportan para mejorar progresivamente el funcionamiento inclusivo del sistema. Un sistema resiliente y robusto. No lo sé. Lo que sé, es que el empoderamiento ciudadano aun no es suficiente, ni siquiera para cuestionarlo masivamente. Así de perversas son las salidas que produce este sistema.
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