Por ejemplo, el candidato presidencial del FMLN, Salvador Sánchez Ceren ha afirmado de forma contundente, que su confianza en la gestión del Presidente Mauricio Funes, se basa en la evidencia demostrada en cuatro años de "que tiene los pantalones bien puestos al no doblegarse de la presión de los grupos de poder…” (LPG, 02.05.2013). Unos meses atrás durante su programa radial sabatino, el mismo Presidente Funes reconoció esta gran fortaleza política al declarar que: “Los pantalones los tengo bien puestos, también mis funcionarios”.(Contrapunto, 19.04.2013)
Por su parte, el militar-candidato a la presidencia por el Partido Salvadoreño Progresista argumenta que su partido es la mejor garantía para resolver el problema de la inseguridad, porque a diferencia de otros políticos: “nosotros tenemos los pantalones bien puestos y vamos a hacer que la ley se cumpla, porque aquí a nadie le gusta cumplir la ley, absolutamente a nadie.”(LPG, 01.04.2013).
Sobre el tema de la tregua entre pandillas, un ex Fiscal de la República ha advertido la debilidad de esta tregua debido a que los dirigentes de estas estructuras: “no han tenido el valor de hombre necesario para decirles a sus miembros que dejen la actividad delictiva y le vamos a demostrar al país que tenemos los pantalones bien amarrados y la valentía de verdaderos hombres de reducir la violencia que generan”(La página 01.06.2013).
Los pantalones de los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia también son objeto de frecuentes señalamientos en el debate nacional: “¡Esos magistrados sí que tienen los pantalones bien puestos!”, reza uno de los más recurrentes cumplidos que se hacen en las redes sociales a estos funcionarios ante sus controversiales fallos.
En la cosmovisión del poder que existe en las sociedades patriarcales (machistas), el uso de pantalones es un símbolo que se asocia con la autoridad que legítimamente pueden ejercer solamente las personas que tienen rasgos “varoniles”, es decir, que son considerados “ verdaderos hombres” dentro de los cánones de la masculinidad hegemónica. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) la frase “amarrarse bien los pantalones” se define como una expresión coloquial que se usa para referirse a personas que tienen coraje y decisión y/o que imponen su autoridad de forma indiscutible en un contexto determinado (familia, trabajo, gobierno, etc.) El coraje y la decisión, según la RAE, serían atributos específicamente masculinos, ya que en una de las acepciones que le da a la palabra HOMBRE, se le identifica como un “individuo que tiene las cualidades consideradas varoniles por excelencia, como el valor y la firmeza: ¡Ese sí es un verdadero hombre!”. Estas mismas representaciones simbólicas del poder, definen lo femenino como lo opuesto a lo masculino, y asocian la feminidad con debilidad, cobardía y/o sumisión.
Sí es cierto que el lenguaje expresa la forma en que se piensa, entonces, las frases citadas anteriormente sobre el uso de pantalones bien puestos, están reflejando una manera de pensar la política de una manera esencialmente machista. El poder de transformar las cosas se considera “una cosa de hombres”, pero no de cualquier tipo de hombres, sino de hombres “hechos y derechos”. Las mujeres pueden participar de este poder, siempre y cuando estén dispuestas a ejercerlo de una manera varonil y/o estén dispuestas a doblegarse ante los pantalones del poder.
Los tiempos políticos actuales parecen ser tiempos de pantalones. El reto está en rebelarse contra estas tendencias y provocar un tornado que los transforme en tiempos de igualdad y no discriminación. Este tornado solo será posible con la rebeldía de hombres y mujeres con compromiso real con la igualdad, con la justicia y con los derechos humanos.
(*) Columnista de ContraPunto
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