Debajo de Marroquín una leyenda dice: “Defensor de los indígenas y creador del Colegio Mayor”. Y lo fue pero, al amparo de un paternalismo nada edificante.
Las Casas, en oposición, luchó hasta con métodos poco ortodoxos a fin de que los indígenas fuesen totalmente libres.
Marroquín era amigo de Juan Ginés de Sepúlveda, y Sepúlveda —enemigo de Las Casas—, personificaba a los europeos del XVI a quienes les era difícil aceptar la existencia de culturas ajenas al cristianismo. Su propensión a la esclavitud de los indios para su conversión a través del trabajo fecundo y su obstinada creencia de que eran seres imperfectos devenía de la filosofía aristotélica que pregonaba la defensa del sometimiento de las culturas inferiores.
En el billete de 50 quetzales encontramos a Carlos Zachrisson quien se encargó de la conversión de nuestra moneda en 1924. Estableció el patrón oro e igualó el quetzal con el dólar norteamericano. No obstante nació en Guatemala, su ascendencia es nórdica.
Mariano Gálvez aparece en el billete de 20 quetzales. Está por demás decir que, entre sus gracias, regaló más de 60,000 kilómetros cuadrados del territorio nacional a Leopoldo I de Bélgica quien instituyó la Compañía Belga de Colonización que no pudo sostener. También, gracias a Gálvez, se entregó el territorio de Belice a Inglaterra.
El español Miguel García Granados aparece en el de diez quetzales. En su gobierno se signó la dichosa “Reforma Liberal”, la expulsión de las órdenes religiosas y dejó mano libre a Justo Rufino Barrios para hacer sus tropelías. Incontenible don Rufino, hasta lo sustituyó en el poder mediante el primer golpe de Estado técnico.
La figura de Rufino Barrios, primer mestizo que aparece en nuestra moneda, está impresa en los billetes de cinco quetzales. Guatemalteco y mestizo pero, —sin contar que cedió gran parte del territorio nacional a México a cambio de rifles, una espada de oro y no pocos pesos/plata—, sometió a los indígenas a trabajos forzados y regaló enormes cantidades de tierra a sus achichincles (guatemaltecos y alemanes).
En el billete de un quetzal encontramos a José María Orellana, el primer golpista del siglo XX en Guatemala. La caída se la dieron al doctor Carlos Herrera porque no implementó una reforma monetaria impuesta por la burguesía. A esa reforma sí se prestó don Chema. Su premio: aparecer en el billete verdecito.
¡Por fin!, ¡lotería!, a Tecún Umán lo encontramos en el desaparecido billete de cincuenta centavos. Un conspicuo líder maya-k’iche’ situado en un valor de medio quetzal que ya no existe.
En la ficha de 25 centavos, conocida despectivamente como “la choca”, está el rostro de doña Concepción Ramírez, quien no obstante el Ramírez, es tzutujil. Fue esculpida la efigie de tal manera que su rostro se percibía de lado y como tal, solamente se miraba un ojo. El peyorativo de “choca” cuando no “la india”, vino como anillo al dedo. Ya lo ve usted, la mujer maya codificada en un valor subliminal de 25 centavos.
En la moneda de diez centavos se plasma el Monolito de Quiriguá y en la de 5 centavos la Ceiba pentandra, símbolos patrios agrupados en los valores monetarios más bajos.
Y tocamos fondo: La moneda de un centavo, otrora de cobre, hoy a saber de qué patituerto material, luce al verdadero Defensor de los Indígenas en el Nuevo Mundo: Fray Bartolomé de Las Casas.
¿Le dice algo semejante categorización?
Y conste: Estos descubrimientos no son míos. Cronistas como don Celso Lara y otros expertos en la materia lo hicieron antes. El aporte de este artículo es denunciar la manipulación de nuestra simbología monetaria.
A la luz de lo leído, ¿no será tiempo de revertir la codificación y colocar a la mujer guatemalteca en el billete de Q.100.00 y a Tecún Umán en el de Q.50.00?
El 13 Bak’tun está cerca…
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