Eso antes de pensar despacio y leer libros como “Las intermitencias de la muerte” de Saramago quien nos lleva a comprender lo imposible de sobrellevar la inmortalidad física a nivel de sociedad. En esa maravillosa novela o ensayo que no queda claro que puede ser, nos muestra cómo la sociedad de una nación en que a partir de cierta fecha ya nadie muere, empieza a colapsar en lo económico, lo político y lo social. En medio de una narración deliciosa muestra el comportamiento esperado en esas condiciones de los ciudadanos, los políticos, las mafias y en fin de todo el conglomerado social que no soporta la carga de inmortales.
Siendo esta semana un camino entre el día de los muertos y el día de las elecciones generales, da por pensar en la inmortalidad que no es física sino de aquel tipo que proporciona la presencia de un recuerdo de la persona en un grupo social, o gracias a los medios de comunicación masivos puede ser que la presencia de este recuerdo personal se extienda a grandes grupos humanos que nunca conocieron o siquiera vieron en vivo al sujeto del recuerdo.
Las figuras del arte, el deporte y la política son quienes se encuentran ubicados en este segmento, se ven sometidas continuamente al escrutinio y grabación de sus actos y en uno de esos momentos ocurre alguna acción controlada o fortuita que los lanza a la inmortalidad, no necesariamente como ellos hubiesen querido o en la mayoría de los casos, como nos sucede al grupo común de los mortales, el evento es ciertamente inocuo, pero nos muestra cómo somos a los ojos de los demás, que por lo general guarda una enorme distancia con la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Podríamos decir que todos los humanos pasamos por este mundo pensando en cómo nos recordarán cuando ya no estemos. Puede ser más fácil este tránsito para quienes se preocupan únicamente por sus círculos próximos, sus familiares, amigos, colegas y en fin, aquellas personas a las que se conoce personalmente; pero el grupo de los famosos tienen la carga extraordinaria de pensar en cómo los recordarán aquellas grandes mayorías que a pesar de nunca haberlos visto en vivo, tienen la sensación y la certeza de que los conocen y que por lo mismo, el recuerdo de los famosos les pertenece y les afecta.
En esta semana de conmemoración por los difuntos y fiesta electoral, no me queda duda que los candidatos finalistas de nuestras elecciones presidenciales han de estar ocupando parte de sus pensamientos en ponderar como van a ser recordados, especialmente el ganador que tendrá cuatro años (esperamos todos) para construir más allá de lo que le manden sus obligaciones constitucionales, un recuerdo para nuestro imaginario social. Y acá es oportuno citar a otro magnífico fabricante de novelas o ensayos (vuelta a costar diferenciar el género cuando escriben estos genios). Me refiero a Milan Kundera, que en su libro “La inmortalidad” y tratando este mismo tema, reflexiona que para nuestra época todos los famosos y en particular los políticos, en su afán por construir su recuerdo, han abandonado la ideología y ahora solo existe la imagología (derivado de imagen), o sea vamos a comprar y luego a recordar eso: una imagen, no una idea.
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