En 2013, el Ejecutivo cometió el primer error cuando propuso privilegios fiscales abusivos dentro del paquete de leyes de empleo. En 2014, el PP agravó el error presentando otra iniciativa de ley, copia de la anterior. Ahora, el partido Líder copia las anteriores, pero en una versión altamente politizada: la ley Baldizón de empleo.
Baldizón está derrochando decenas de miles de quetzales en medios de comunicación divulgando sendos anuncios sobre las supuestas bondades de su propuesta, pero sobre todo enfocándose en su experiencia como gran y tempranero empresario generador de empleos.
Que la tan ansiada propuesta legislativa para ampliar privilegios fiscales esté siendo el panfleto de moda del precandidato que encabeza las encuestas de intención de voto no ha caído en gracia a algunas de las cámaras y asociaciones del sector privado. Para los empresarios que se oponen a los privilegios fiscales, la situación empeora porque la ventaja injusta de no pagar impuestos ahora está a la venta, como la mercadería más barata y mediocre, a cambio de financiamiento electoral. A quienes no pueden competir y dependen de privilegios para continuar con sus ganancias, pero que no simpatizan con Baldizón, no les agrada la idea de pagar con financiamiento electoral la aprobación espuria de su tan ansiada propuesta. Y quizá más que los pagos onerosos les ofende que le quedarán debiendo el favor y, con ello, le cederán una cuota importante de poder.
Como sea, el hecho de que el precandidato de Líder haya bautizado a su último copy-paste con su apellido ha ahondado las ya profundas divisiones dentro del sector privado. Tan profunda es la miopía de los dependientes de los privilegios fiscales que no se han dado cuenta de que la ley Baldizón de empleo es un canto de sirena que poco a poco asfixia al otrora todopoderoso empresariado guatemalteco. Solo puedo imaginar la frustración de los pocos estrategas buenos que le van quedando al Cacif cuando ven, impotentes, cómo la voracidad de unos pocos por los privilegios condena a esa organización empresarial a la debilidad crónica por división interna. Tan simple el principio que hoy sí que le puede dar la victoria a Baldizón: divide y vencerás. Corto, pero sabio y contundente.
Pero la ley Baldizón de empleo no es alarmante solo por su impacto en el sector privado. También porque es profundamente populista en su mensaje: darle privilegios a un grupito de ineficientes que no saben competir sin privilegios. «Voy a tener trabajo, resolveré mis problemas y con ello seré más feliz». Es comprensible que quien está desesperado por no tener empleo no vea la sutileza del engaño: otorgando más privilegios fiscales a quienes no saben competir se golpea a los emprendedores de verdad, quienes quedarán en desventaja ante los que financien la campaña de Baldizón a cambio de privilegios fiscales.
Sin embargo, como si no fuese suficiente, nadie se toma en serio que la ley Baldizón de empleo, al igual que sus dos antecesoras, generará una pérdida inmensa de recursos fiscales: la que la SAT estimó el año pasado como mínimo en 1 300 millones de quetzales, estimado que hoy es de 1 800 millones, insisto, como mínimo. Y la idea es subir el IVA al 15% para tapar semejante agujero fiscal, aumento tributario que recaerá sobre trabajadores, consumidores y comerciantes, que no gozarán de privilegio alguno.
O sea, el canto de sirena de la ley Baldizón de empleo no solo es para el sector privado, sino también para las capas socioeconómicas bajas y medias.
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